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sábado, 5 de diciembre de 2009

“Estereotipo o realidad. Apunte sobre complejidad humana y los etiquetajes culturales”

Por May Yudith Serrano Mulet (Profesora universitaria)

Hace ciento veinte años y unos días, un 28 de noviembre de 1889, desde el diario “La Discusión”, un conocido autor cubano saluda con una crónica la edición del libro “El Base Ball en Cuba”. La crónica, breve, sumamente entusiasta y halagüeña, nos habla de “un libro sencillo, empapado de sana alegría y escrito al correr de la pluma, cuyas páginas sirven para desarrugar los ceños más adustos, entreabrir los labios más serios y disipar las brumas melancólicas que difunden en el espíritu las miserias de la vida (…)”

Particularmente, confieso que el deporte es una de mis aficiones menos logradas, pero no deja de resultarme interesante la crónica sobre un libro acerca del baseball a la altura de 1889, hecho que por demás se presenta a nuestros ojos como el discreto anuncio del advenimiento de una pasión deportiva nacional. Y el texto de la crónica es interesante por partida doble, pues si despierta el asombro por el tema, no lo hace menos al saber quién la escribió. Pero, dejemos que el incógnito autor de la crónica nos describa las virtudes del libro en que Benjamín de Céspedes –autor de “El Base Ball en Cuba”- presenta con maestría:

“El entusiasmo de los jóvenes que se escapan de las aulas para ir a la práctica; las figuras de los jugadores, (…) las desavenencias entre los partidarios de distintos clubs; el efecto que produce la concurrencia que asiste al espectáculo; las mil peripecias del juego (…) todo está muy bien presentado en párrafos sencillos, desnudos de galas retóricas y salpicados de chistes originales, (…)”.

El vívido encanto de las páginas del libro resurge en la crónica de “La Discusión”, gracias a la destreza de nuestro cronista:

“Una vez abierto el libro, no se puede soltar de las manos. El chiste culto, ligero y espiritual corre, piquetea y estalla en cada línea, con cualquier pretexto y con pasmosa facilidad ya de una frase cogida al vuelo, ya del incidente dolorosamente cómico, confundiéndose todos en una alegría encantadora y reconfortante a la vez, (…)”

Pero, ¿quién era el cronista decimonónico que tanto se compromete con el tema del base ball?, ¿acaso un joven lleno de energía y rebosante de empuje, dichoso de acompañar las delicias del deporte con el placer de ver reunidas a las beldades habaneras ante el curioso espectáculo?, ¿acaso un maduro padre de familia, complacido por la posibilidad de ver en sus hijos saludables aficionados del deporte?, ¿o tal vez el anciano experimentado que aún cree en la máxima de “mente sana en cuerpo sano”?.

No, nada de eso, si traigo a colación la crónica es precisamente por mi asombro al comprobar que es Casal, el hastiado, el hiperestésico y neurótico Casal, quien tan apasionadamente habla aquí de un libro de deportes. Sí, aunque resulte increíble, el base ball, la alegría que produce en nosotros –notable desde entonces- y el gracejo popular asociado a la anécdota deportiva, hacen las delicias del “pobre” Julián del Casal, del personaje asociado y etiquetado, permanentemente, con el kimono -que imaginamos de un rosa fresa- y el sempiterno abanico; un Casal acosado aún después de su muerte por la sonrisa maliciosa y el desprecio más o menos enfático del ámbito más machista de la sociedad cubana.

Pocos recuerdan mencionar al Casal alegre y compartidor, muchas veces rodeado de amigos, al poeta que salía y entraba –sin hipocresías- de la vida bohemia a contextos tan espirituales y familiares como el de la familia Borrero. Al Casal crítico y valiente que llegó a burlarse en sus escritos de la crema y nata de la “nobleza” que le era contemporánea hasta el punto de tener que abandonar su trabajo. Al que fustigó “el yanquismo en las sociedades contemporáneas”, y al que Antonio Maceo regaló una foto con respetuosa dedicatoria. El Casal de quien puede decirse, casi literalmente, que “murió de risa” en octubre de 1893.

La breve crónica casaliana sobre el deporte nacional nos muestra cómo el ser humano es mucho más complejo que los estereotipos constituidos para representárnoslo en el ámbito de la cultura y la comunicación cotidiana. Va siendo hora de que construyamos esquemas menos simplistas y más acordes con la realidad, cualquiera sea la gravedad que esta alcance.

He ahí la causa primera de estas líneas, que de haber sido tituladas “Casal y El baseball en Cuba”, sin duda habrían provocado, en la mayor parte de los lectores, una irónica sonrisa.

Fotografías:
1. Palmar de Junco.
2. Julián del Casal.

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