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jueves, 15 de julio de 2010

Sólo nos queda la opción martiana

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

Hay hombres que se pasan la vida a la sombra cargados de odio; para ellos, el cultivo de la individualidad es una herejía imperdonable, nunca tienen criterio, y en cada decisión, el miedo les calienta la mano; sencillamente, funcionan como reptiles, su veneno es muy peligroso pues te abrazan y no lo sienten.

Siempre están cargados de temor y vagan en torno a los superiores para ver si estos fijan sus ojos en ellos y desgranan un trozo de gloria para trascender; a esos hombres José Ingenieros los llama, en “El hombre Mediocre”, “seres sin personalidad de nula confiabilidad política y capaces de cualquier acto de traición”.

Hacerse a la mar con el remo de proa y la estrella en el corazón, implica saber que los tendrás en la orilla opuesta y a la primera oportunidad te clavarán el arpón. Son personas llenas de frustraciones, incapaces de llorar ante un cuadro memorable o un poema estremecedor.

Muchas veces están junto a nosotros y no lo sabemos, hasta creemos ingenuamente que son amigos y en silencio cavan la tumba donde esperan descansemos sin molestar a nadie que se parezca a ellos.

Ante personas así, sólo nos queda la opción martiana: “Yo soy un hombre sincero / De donde crece la palma / Y antes de morirme quiero / Echar mis versos del alma”.

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