Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu
"Todo Caliban ", del poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, agrupa un conjunto de textos fundacionales en el pensamiento latinoamericano, siempre habrá que ir una y otra vez a su lectura, para comprender el conflicto cultural entre América Latina y Europa. A continuación ilustro algunas de sus ideas, y su vigencia en la amenazada casa del futuro.
La simbología del Viejo Continente, el que nos descubrió o encontró por casualidad, es reinterpretada al calor de las nuevas circunstancias y consecuencias que de ese hecho se derivaron. Sin ser un especialista, ni mucho menos un viajero generoso que viene de afuera a adentro, el hombre de Europa descubrió y colonizó nuestras tierras y las dotó de significados distintos; no olvidemos que quien manda nombra y este es uno de los tristes episodios de la historia universal.
Aquellos aventureros venían alucinados tras leyendas míticas narradas por voces marineras: la fuente de la juventud, el Dorado; que en su conjunto movieron la codicia y el afán emprendedor por conquistar lo desconocido, y borrar los emblemas a partir de los cuales se interpretaba la vida de este lado del Océano.
Es sumamente curioso lo ocurrido con algunos símbolos, “del Viejo Continente”, ya nuestros, como es el caso de Caliban, el bárbaro al que Shakespeare dio un perfil universal a través de The Tempest (1625). Shakespeare diseña un arquetipo, el hombre de costumbres brutales, dueño de una tierra que no sabe cultivar ni defender. Ese hombre sirve de material para que Europa defina a Caliban.
Fernández Retamar precisa un detalle interesante en el Caliban germinal de 1971, a propósito del Diario de Colón:
“...lejos de allí había hombres de un ojo, y otros con hocicos de perros que comían a los hombres…”(2)
“…así que monstruos no he hallado, ni noticia, salvo de una isla, (de Quarives), la segunda a la entrada de las Indias, que es poblada de una gente que tienen en todas las islas por muy feroces, los cuales comen carne humana”.(3)
Retamar demuestra que esas visiones de los aborígenes americanos se difunden por Europa y dan lugar al “hombre bestial situado irremediablemente al margen de la civilización, y a quien es menester combatir a sangre y fuego”.(4) Una versión degradada del hombre al que colonizan bárbaramente hasta el exterminio como lo hicieron con los nobles taínos o los “desnudos y heroicos Caracas”.
Todo lo anterior determinó la escritura de un “Caliban” desde el costado latinoamericano y caribeño. El mismo parte del ya célebre “Caliban” de 1971 y otras aproximaciones al calor de los nuevos tiempos, bajo el título “Todo Caliban”. Así aparecen: “Caliban revisitado” de 1986, “Caliban en esta hora de nuestra América” de 1991, “Caliban quinientos años más tarde” de 1992 y “Caliban ante la antropofagia” de 1999.
En el Caliban de 1971, el autor realiza un balance y evaluación del símbolo edificado por los europeos, y el creado por Latinoamérica y el Caribe, las diferencias entre uno y otro y el porqué se convierte en símbolo identitario para los segundos. Lo llama “concepto metáfora”, o “personaje conceptual”. Incluso le da nuevas interpretaciones relacionadas con la América europea y los símbolos asociados a la misma, sobre todo, por los espejismos de prosperidad construidos en el llamado “Primer mundo”.
Ya una vez escribí, en uno de mis ensayos titulado “La soledad del oficio”: “El Calibán de Fernández Retamar es un símbolo de resistencia escrito con los ojos de Martí. Mientras nuestra América exista en el concierto de las naciones está obligada a escribir desde esa mirada, no hay otro camino”.
Fernández Retamar también nos habla de la anti-América, la de quienes trataron o intentan imponernos esquemas metropolitanos, “o..., mansamente reproducen de modo provinciano lo que en otros países tiene su razón de ser”. Ante esa realidad el intelectual honesto debe implicarse sin olvidar que:
“Intelectual será un teórico y dirigente -como Mariátegui o Mella-, un investigador -como Fernando Ortiz-, un escritor –como César Vallejo-. En todos estos casos, sus ejemplos concretos nos dicen más que cualquier generalización vaga”.(5)
Este primer ensayo tiene el mérito de presentarnos el debate de ideas ensanchado a partir del Primero de Enero de 1959, con el estreno de la épica revolucionaria, y lo que representan las figuras de Fidel Castro y Ernesto Guevara como atributos de Caliban.
Se ha dicho que este ensayo tiene una lectura extremadamente política y centrada en el Caribe hecho que limita su universalidad en el contexto de la reflexión latinoamericana sobre el problema de la identidad; sin embargo, el autor, en todo momento, defiende el supuesto de una cultura latinoamericana viva, y no se limita a describir sus rasgos identitarios o exóticos. Tiene el mérito de defender un conjunto de fechas, no sólo del Caribe, sino también de nuestra América y aclara:
“Fechas así, para una mirada superficial, podría parecer que no tienen relación muy directa con nuestra cultura. Y en realidad es todo lo contrario: nuestra cultura es -y sólo puede ser- hija de la revolución, de nuestro multisecular rechazo a todos los colonialismos; nuestra cultura, al igual que toda cultura, requiere como primera condición nuestra propia existencia”.(6)
También pudiera pensarse que estos ensayos constituyen un elogio de figuras cimeras de la cultura latinoamericana y caribeña, mencionados extensamente en algunas de sus páginas, desde luego, la crítica vendría de esas metrópolis que nos marginan e intentan anularnos en los escenarios donde reina Próspero. Fernández Retamar señala: “Para ser consecuentes con nuestra actitud anticolonialista, tenemos que volvernos efectivamente a los hombres y mujeres nuestros que en su conducta y en su pensamiento han encarnado e iluminado esta actitud”.(7)
Otros, malintencionados, y por supuesto, críticos de la imagen del Caliban resignificada por Fernández Retamar, llaman engañosamente sencilla esta propuesta y tratan inútilmente de mostrar sus limitaciones a toda costa. Ante los mismos aclara Roberto: “Hablé en él de nuestra América mestiza con palabras, y sobre todo con razonamientos de José Martí”.(8)Un pensador llameante de obligada referencia en el mundo de hoy, si mantenemos la aspiración de echar nuestra suerte con los “pobres de la tierra”, dígase aborígenes, negros, mestizos, esa cultura de síntesis que define a Caliban.
El autor incluye, en la edición del ALBA, una posdata escrita en la que nos habla de algunas novedades como la inclusión de mujeres ante la excesiva presentación de hombres en la edición inicial; el hecho de hacerle justicia a George Lamming el “primer escritor latinoamericano y caribeño en asumir la identificación (especialmente la del Caribe)” del Caliban, en su obra Los placeres del exilio; y nuevas precisiones en el uso del concepto mestizaje en su sentido cultural más que étnico.
En “Caliban revisitado” Fernández Retamar explica las circunstancias históricas que dieron origen al ensayo, y algunas cuestiones, que, con el devenir de los años, obligaron a reconsiderarlas y otras a mantenerlas por razones éticas:
“Mis líneas no nacieron del vacío sino de una coyuntura concreta llena de pasión y, por nuestra parte, de indignación ante el paternalismo, la acusación a la ligera contra Cuba, y hasta las grotescas vergüenza y cólera de quienes habían decidido proclamarse, cómodamente instalados en Occidente, con sus miedos, sus culpas y sus prejuicios, fiscales de la revolución”.(9)
De hecho, en las páginas de esta obra, el autor asiste y participa críticamente del debate cultural que sirvió de contenido a la primera edición de Calibán en 1971. Por sus páginas transitan figuras emblemáticas y contradictorias como Alfred Sauvy, Mario Vargas Llosa, Ángel Rama, Heberto Padilla, Julio Cortázar, Emir Rodríguez Monegal, Jorge Luis Borges, Severo Sarduy, Guillermo Cabrera Infante, Juan Goytosolo y Carlos Fuentes. Incluso realiza una valoración crítica de las revistas Cuadernos y Mundo Nuevo como “raíces del ambiente en que se iba a gestar Caliban”.(10) En ese contexto se trataba, sobre todas las cosas, “de una reinterpretación de nuestro mundo, a la luz exigente de la revolución”.(11)
Ante los que critican al Caliban latinoamericano y caribeño Retamar señala:
“Mi aspiración no es, no fue nunca, presentar la América Latina y el Caribe como una comarca cortada del resto del mundo, sino como una parte del mundo: una parte que debe ser vista con la misma atención y el mismo respeto que las demás, no como una paráfrasis de Occidente”.(12)
"Todo Caliban” tiene entre sus virtudes el hecho de aproximarnos al debate de ideas en torno a los conceptos: modernidad, modernismo, lo propio de uno y lo propio del otro, la repercusión de esos procesos en nuestra América y la forma en que se han interpretado y evaluado los mismos. Nos acerca también al simbolismo de “Caliban, quinientos años mas tarde”; incluso los conceptos a partir de los cuales se intentó caracterizar las realidades de estas tierras, e ilustran con claridad el ensanchamiento de la brecha entre países pobres y países ricos.
Fernández Retamar señala hacia la imaginación, como fuerza poética para entrar sin temor en la amenazada casa del futuro:
“Religiones, filosofías, artes, sueños, utopías, delirios, lo han anunciado en todas partes. Será el fin de la prehistoria y el comienzo de la casi virginal historia del alma. Si no, será sin duda el prematuro fin de nosotros los seres humanos, quienes habríamos precipitado antes de tiempo el final del diminuto fragmento de existencia cósmica que nos fue asignado”.(13)
A las visiones apocalípticas “opongámosle también la confianza en la imaginación, esa fuerza esencialmente poética. Y así podremos prepararnos para entrar sin temor en la amenazada casa del futuro…” (14)
Llamo la atención sobre el texto “Caliban ante la antropofagia”, en el que Retamar realiza algunas consideraciones relacionadas con la evolución del nombre Caliban en su tránsito por el inglés, el francés, hasta llegar al español, y porqué se convierte en una palabra llana:
“…después de todo la madre del cordero, Colón, de la palabra caribe, hizo caniba, y luego caníbal, cuyo anagrama lógico es Caliban, palabra llana que es la que empleo desde hace tiempo, a partir de una conferencia que ofrecí en Santiago de Cuba. Me gustaría que se aceptara esta sana rectificación, a sabiendas de lo difícil que es modificar arraigados hábitos lingüísticos mal avenidos con la lógica. Por mi parte, me parece bien paradójico que un texto que se quiere anticolonialista empiece por no serlo en el título mismo”.(15)
En las páginas de este último ensayo realiza una valoración del legado de Oswal de Andrade y su visión de la antropofagia. Presenta las similitudes entre la “Antropofagia de Andrade” y el “Caliban latinoamericano”:
“Tanto la Antropofagia como mi Caliban se proponían reivindicar, y esgrimir como símbolos válidos, un costado de nuestra América que la historia había denigrado. Ambos reclamaban el derecho que nos asiste no sólo de incorporarnos al mundo, sino de incorporarnos el mundo, de acuerdo con las características que nos son propias. Ambos son obras de poetas, que se valen libremente de imágenes”.(16)
A pesar de los 39 años cumplidos, Caliban es un referente obligatorio en los asuntos que atañen a lo nuestro, a Latinoamérica, a Cuba. Retamar es un poeta-pensador que no ha sucumbido, a pesar de los tiempos, a las tentaciones de Próspero y se mantiene fiel al legado ético de José Martí. Roberto es un ser excepcional que ama tanto la poesía como deplora lo «poético», aunque ha confesado a algunos amigos que “Caliban se ha convertido en su Próspero”.
Fotografías:
1. Roberto Fernández Retamar.
Referencias:
1.Ensayo leído en la tarde del 7 de junio de 2010, en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC, en Homenaje al cumpleaños 80 del poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar.
2.Retamar Fernández, Roberto: citado en Todo Caliban, Fondo Cultural del ALBA, La Habana, 2006, p. 16.
3.Retamar Fernández, Roberto: Obra citada, p. 17.
4.Ibíd.,
5.Ibiden, p. 77
6.Ibiden, p. 73.
7.Ibiden, p. 40-41.
8.Ibiden, p. 92.
9.Ibiden, p. 111.
10.Ibiden, p. 104.
11.Ibiden, p. 112.
12.Ibiden, p. 115.
13.Ibiden, p. 177.
14.Ibiden, p. 177-178.
15.Ibiden, p. 180.
16.Ibiden, p. 188.
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