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lunes, 20 de diciembre de 2010

LA RIFA: Jiguaní y el universo

"Es un texto que transcurre desde una ruralidad asombrosa, y digo asombrosa por la manera en que Delis Gamboa nos sitúa en una atmósfera, un contexto de pueblo del interior, sin acudir a folclorismos sosos, ni a la descripción emperifollada del paisaje".
Por Eduard Encina (Poeta y narrador)

Hace menos de una semana, el parque central de la ciudad de Jiguaní se convirtió en escenario propicio para la presentación de la noveleta “La Rifa” publicada por Ediciones Bayamo, 2010, con la que el escritor Delis Gamboa Cobiella (Guisa, 1976) ganara la primera edición del Premio Nacional de Narrativa “Carlos Casasayas Comas, auspiciado por la UNEAC de Granma, en honor al ilustre novelista jiguanicero.

La noveleta, presentada por el narrador y crítico Arsenio Rosales, quien la catalogó como “un libro de valores inefables”, vio su estreno el pasado jueves 16 de diciembre con gran acogida de público.

El texto, dividido en dos partes, nos cuenta, a través de un narrador personaje, varias historias, que sin correr demasiados riesgos con el lenguaje, Gamboa logra hilvanar de forma convincente y rotunda. Desde los primeros párrafos ya nos ubica de una manera simbólica y eficaz en lo que intentará discurrir durante toda la trama:

Silvia hizo circular la tinta en torno a la moneda y me mostró la luna en el papel.
- Esa era yo.
… Sumergida otra vez en el dibujo, movió diligente, meticulosa, el lapicero sobre la circunferencia, hasta oscurecerla. Golpeó sobre la tinta que le manchó los dedos.
- Esa soy yo - hizo una pausa para mirarme -. Todavía en esa luna hay claridad, espacios en blanco, grietas: por eso estoy aquí, contigo.

La presentación de un personaje sólido conceptualiza su experiencia vital a través de un recurso tan simple como el dibujo, que en la medida que avanza el párrafo se va dotando de complejidad y dramatismo. He aquí uno de los móviles de La Rifa, presentar los insospechables cambios del espíritu humano, en un contexto signado por el desamparo, los vicios, la impotencia y cierta soledad que emerge como un valor implícito en el texto. Otro de los móviles consiste en presentarnos sus argumentos desde puntos de vistas cambiantes y desde perspectivas que, gracias a su experiencia escritural, se vuelven difusas y pierden los límites entre realidad y ficción, logrando así esa rareza narrativa que nos seduce y nos complica la lectura.

Hay un aspecto en La Rifa, que a pesar de escribir estas líneas al vuelo, no quisiera dejar de señalar. Es un texto que transcurre desde una ruralidad asombrosa, y digo asombrosa por la manera en que Delis Gamboa nos sitúa en una atmósfera, un contexto de pueblo del interior, sin acudir a folclorismos sosos, ni a la descripción emperifollada del paisaje. Se vale de las situaciones íntimas de sus personajes y a través de ellas canaliza los tonos y colores de su prosa y su expresividad.

… Ya me estaba preguntando si no traía la cantimplora cuando la sacó. Me brindó, y antes de recibir la negativa, recordó lo de mi enfermedad. Con disgusto, y sin que le preguntara, me habló de su padre, quien fue maestro hasta que se dio cuenta que tirar pasaje en coche era un oficio más rentable. Con los ahorros se compró dos caballos y el coche. Por la mañana tiraba pasaje con uno y en la tarde con el otro, hasta que le robaron uno.

Encontramos cierta timidez en los ambientes, todo aspecto externo es vehículo y no tropiezo para el desarrollo de las historias. La situación está dentro, en las pérdidas y los derrumbes del ser, desde allí el autor maneja sus armas y no se detiene a contemplar una naturaleza fría, inmóvil, sino que dinamiza los paisajes interiores y efervescentes en constante reconformación.

Es por eso que recomiendo a los lectores no perder de vista esta noveleta y a este autor, que en mi opinión, no ha sido lo suficientemente jerarquizado dentro la más reciente promoción de narradores en la isla, pues no encontramos en su escritura una retórica vacía, donde el lenguaje es solo protagonista y no canal comunicativo de una experiencia, sino que a través de la lectura percibimos el peso de las palabras acompañando cada acción, cada gesto o posible evocación narrativa sin importar desde donde escribe, de todas formas Jiguaní es también el universo.

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