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sábado, 10 de noviembre de 2012

Taladrar la realidad/ Convertirla en resistencia

Ernesto Andrés no solo dialoga con la Historia, sino que la reescribe desde la participación.


Por Eduard Encina (Poeta y Narrador)

Como aturdido por los días, el poeta se sacude el peso de las palabras para conservar la belleza, así desnuda, así lasciva, así de impúdica. La belleza (que según Otrebla) tiene el semblante raro «te lo digo yo, que sé de esas cosas», me aseguró una tarde de trova y libaciones.

Pero, a los 20 años ¿Cómo es la belleza?, cuánto de ingenuo y cuánto de eterno en ella habita. Ernesto Andrés (Lezama) intentará demostrarnos que la Belleza es una «Sustancia Peligrosa».

Por tanto no me agotaré en si este cuaderno, plaquet, folleto o como queráis llamarle, es la revelación de un Rimbaud o no, de la poesía cubana. Pero sí intentaré acercarme, es decir, acercarlos, a ciertos códigos, metabolismos y nacimientos que impulsaron estos poemas, oportunamente publicados por la Colección Tábanos Fieros de la Universidad de Oriente.

Un día de octubre hace ya algunos años, en el Café Cantante, mientras realizábamos una lectura los poetas participantes en el Evento literario Orígenes, un chico desgarbado y algo nervioso se me acercó para decirme “yo también escribo poemas”. No recuerdo bien lo que pasó después, pero seguramente, como lo suelo hacer, lo cité para que me mostrase aquellos insolente garabatos.

Nunca he querido oficiar de mecenas como comentan algunos, ni disputarme un lugarcillo en la municipalidad literaria según comentan otros, siempre he intentado servir y ser útil. La poesía, nos recuerda Rilke, solo es verdadera si ha nacido al impulso de una íntima necesidad. Yo, he necesitado muchas veces el silencio, otras veces me lo han impuesto y otras veces me lo he inventado. Cosas como esas son las que comencé a legarle a este muchacho, de quien  el bardo Orlando Concepción había exclamado ¡es un fenómeno ese jovencito!. Gente de la que ahorita me refería, acostumbra a decir que yo invento poetas, pero esa gente carece de estimación propia. Un poeta frankestain tendría muchas ideas, pero ninguna palabra. La Biblia nos habla de que somos creaturas (poiesis) de Dios, es decir, un poema de Dios. En definitiva no la elegimos, sino que somos elegidos por la poesía.

Además de café, con Lezama, he compartido secretos y lecturas, amistades, películas, mujeres, pero sobre todas las cosas, el temor de Jehová y la ironía, bien sabemos que esta última, empleada con pureza, también suele ser pura. Es por eso que en estos poemas recogidos como Sustancias Peligrosas, encontraremos al niño que ha crecido y al hombre que comienza a intuir un destino.

Cuentan que de pequeño Ernesto Andrés, al molestarse con sus padres, se metía cañaveral adentro bien lejos de todos. Solo regresaba entrada la tarde con las manos cargadas de piedras para tirarlas contra las paredes de su propia casa. He aquí quizás una metáfora que pudiera explicar su generación. Hijos desencantados que escapan y vuelven para negarlo todo, no porque fueron incomprendidos, sino porque sus padres no fueron responsables ni consecuentes con su tiempo y prefirieron la doble moral o el silencio. Pero mi padre/ finge estar dormido/ para no levantarse.

Tal parece avisarnos sobre algo que no funciona, o algo que no le enseñaron hacer bien, ver un sol que dibuja las columnas /sobre un sueño petrificado/ perfecto, de una manera más popular yo diría “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.

Pero el poeta no se conforma con entender a sus padres, sino que se levanta para afirmar en Génesis, el primer poema del cuaderno: Hay que aprender a ser hombre. Esencial este verso para comprender la búsqueda, la iniciación poética que está más allá de los años, más allá del dolor, mucho más allá… El poeta comienza a entender y a extender su mundo y poco a poco descubre su destino mesiánico y el compromiso con su tiempo Heredia aguza el dedo/ (me apunta)”. 

Así nos muestra la toma de conciencia y la hondura ético-estética de las palabras. Mirar de reojo, o la Gatica María Ramos, otros le llaman «mirada periférica», todo un entrenamiento del poeta para percibir las tensiones del ambiente, pues sólo él puede nombrar y dar vida, nombrar y dar muerte: afuera la gente cava/ en círculos/ esta pesadilla que se estanca, escribe,  y retorna al existencialismo, a la pérdida de fé, a la búsqueda infructuosa de un futuro que  «se estanca».

Fuerza de gravedad
………………….
sueño con gente
que muere de dudas
que es también morirse de hambre
nada en absoluto nos pertenece

No sé cuántas personas con a penas 20 años, hoy pueden considerarse dotados de tan hondo pensamiento. Ernesto Andrés no solo dialoga con la Historia, sino que la reescribe desde la participación. Dos versos escritos por él, pudieran ilustrar mejor que yo lo que afirmo: Las criaturas de la isla/ están mejor en el fondo.

Más adelante nos llama la atención sobre la cosa, que está caliente, y al parecer solo el poeta puede tomar la sartén por el mango cuando escribe: Sube la temperatura/ Grados Celsius/ grados militares/ devoran el centro de gravedad/ de un país sin gravedad

Taladrar la realidad. Convertirla en palabras. Taladrar la realidad. Convertirla en resistencia. Taladrar la realidad. Convertirla en belleza. Más o menos así es de peligrosa, porque la belleza nos hace conscientes, nos vuelve lúcidos e intuitivos y no basta el espejo para descubrir nuestra alegría o tristeza, hace falta también la poesía, ella pesa lo que no se ve, es decir, lo que abunda en el corazón.

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