Médicos cubanos en el corazón de los más humildes en Brasil

Toca el turno a un pequeño de 13 años que aparenta 7, siente mucho dolor de cabeza y  picazon.

Por Marian Fernández Borges. (Colaboradora cubana de la salud en Brasil) 

En algun lugar del mundo donde la riqueza es infinita y la desigualdad de las clases sociales es mayor aún, decidimos una tarde de sábado  aquí en Brasil, recorrer muchos kilómetros de asfalto para luego internarnos en las cálidas arenas del desierto para llegar a una pequeña comunidad de no más de 7 casitas de tierra, palos y pajas. Allí moran alrededor de unos 40 niños que apenas conocen el agua limpia y se alegran muchísimo al beberla fría.

A nuestro encuentro viene doña María de 23 años y con 8 hijos procurando la forma de evitar otro embarazo. Su esposo, humilde trabajador agrícola, también se acerca asombrado porque nunca hasta Barreiro do Vicente ha llegado un médico. Sonrisa desbordada en el rostro de muchos ancianitos. No fue pequeño el susto de los niños al verse rodeados de batas blancas, luego fue pasando cuando descubren al final, caramelos, bocaditos y refrescos.

Dejamos al niño muy feliz porque sus molestias desaparecieron.

Toca el turno a un pequeño de 13 años que aparenta 7, siente mucho dolor de cabeza y  picazon. Me coloco guantes y cuando separo sus cabellos, mi Dios, su cráneo tiene muchas zanjas mezcladas con camadas de pomadas colocada varios días atrás. Ayudada por mi enfermera y en poco tiempo nos convertimos en  peluqueras; dejamos al niño calvo y muy feliz, porque sus molestias desaparecieron.

El señor Joao con sus 60 está preocupado porque todos los días bebe sus remedios para la presión pero no baja. En ese momento me susurran al oído lo regañe pues nunca sale del bar. “Oh señor Joao, -habla la enfermera-  tiene que separarse del alcohol" y el sonríe,  más promete lo hará ante nuestra promesa de regresar.

Es duro conocer realidades que verdaderamente existen.

Para terminar nuestro encuentro con esas personas carentes de muchas cosas materiales, pero de abundante  humildad y agradecimiento en sus corazones,  ofrecemos una palestra para orientar medidas como hervir el agua de tomar, pues almacenan, la única que tienen, al alcance de cachorros, carneros y otras especies de ganado. Muchos ojos abiertos, más las miradas quedan convencidas de que es la verdadera forma de acabar con las barrigas grandes y fofas de sus hijos.

Llega la hora de regresar a casa. Retorno silencioso. Todas pensativas y heridas en lo profundo de nuestros corazones. Es duro conocer realidades que verdaderamente existen. Agradecemos a esos hermanos de la iglesia que nos permiten vivir una experiencia así y contribuir con lo que humildemente sabemos entregar los médicos cubanos: nuestros conocimientos y el deseo de mejorar  la salud, independientemente de geografía, idioma, color de la piel o estatus social.