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lunes, 11 de mayo de 2015

Mi Caracol de agua duerme en mi cabeza




Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeagua@cultstgo.cult.cu

Llevo un Caracol de agua que duerme en mi cabeza y despierta ante hechos cercanos que llaman su atención. Lentamente toca los ojos de la gente, que de vez en cuando  empujan para que pueda subir la pendiente y  sortear las barreras colocadas en su ascención a la cubanía. Llevo un Caracol que amo y me ama, lo riego con palabra fresca día a día, creo en su alcance, a pesar de sus pasitos breves, pero siempre llega a los que tienen que leerlo para entonces tomar las huellas y poner luz, allí donde todo parece oscuro. Pero tener un Caracol implica sentir la noche, la espesa humedad sobre cada movimiento y entonces miras arriba y el árbol es muy empinado; descansas y sigues, aunque miles de hormigas aguijoneen el pequeño cuerpo y no quede otro remedio que seguir, aunque sepas la moraleja del salmón. Llevo un Caracol que se me duerme en la palabra, porque estas no consiguen alas para volar y convertirse en palomas con flores mariposas en los picos y  carjax llenos de poemas de José María Heredia y José Martí. Llevo un Caracol ya dormido, definitivamente dormido  para tomar los cielos y hacerse de esa luz que tanto ha buscado. Mi Caracol muere de muerte natural, como esa dialéctica de las especies donde todo ser vivo  nace, crece, se desarrolla y fenece. Mi Caracol agoniza, un niño juega  a los gallitos con él, seguramente otro niño romperá su cresta y entonces, nadie lo recordará, porque los caracoles guerreros sólo sirven para hacer el mañana que otros recorrerán en el futuro.

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