Santiago casi se va a bolina por los sismos y en Contramaestre todos dormíamos

Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeagua@cultstgo.cult.cu   

Santiago era sacudido una y otra vez por sismos que venían de las entrañas de la tierra, dos de ellos bien intensos, uno de magnitud 4.8 y el otro de 5. La gente corría a buscar protección cogiendo lo más valioso que pudiera cargar. Parques, estacionamientos públicos y grandes avenidas se convirtieron en el refugio más seguro de familias enteras que no pudieron dormir la noche del sábado para domingo. La mayoría amaneció fuera de sus casas.

Por esas cosas del destino, en el pueblo donde vivo, Contramaestre no sentí nada, dormí de un tirón hasta hoy. Me acosté muy cansado, había tenido un día muy largo como decimos por acá, así que me fui a la cama y ningún sismo, por fuerte que fuera, podía despertarme; si en verdad se hubieran sentido las réplicas con la intensidad de Santiago, no sé qué diría mi cuerpo agotado, pero la verdad de la verdad, lo único que me hizo levantarme a la una y treinta y siete de la madrugada de hoy domingo fueron los ladridos de varios perros, pues rondaban el barrio un  par de ladrones. Salí a darle caza junto a otros vecinos, lamentablemente no pudimos apresarlos. Luego regresé a la cama y dormí hasta bien entrada la mañana.

Al despertarme, oía a la gente comunicar lo sucedido, por un momento creí se trataba de un país de Asia, nunca Santiago de Cuba. Entonces comprendí que si me hubiera tocado irme a la eternidad, el pasaje sería sin conciencia de ello; en mi reparador sueño sólo tenía preocupaciones para seguir los días y estirar el dinero que manos amorosas habían hecho llegar con tanto cariño. La reina de la casa verde y su amor, me hacían sentir el hombre más feliz del mundo. Los sismos no tenían espacio.