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domingo, 12 de junio de 2016

Palacios fue el primer filósofo de Contramaestre




Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

Palacios era un popular personaje de Contramaestre, vivía de muchas cosas, la más conocida por mi generación era la de pintar zapatos de blanco. Siempre vestía un enorme sombrero y calzaba dos tonos, a veces inventados por el mismo, otras reales. Se le podía encontrar en el área exterior de la Gran Vía, o el Puesto de Limpiabotas en pleno corazón de la ciudad. Un bolso azuloso iba  sobre su espalda, dentro, algunos rones para calmar la sed de los días. Era un hombre de tes oscura, cabello tocado por la nieve y unas manos largas y huesudas. Algunos decían que era nuestro primer filósofo, sobre todo porque siempre tenía a mano una frase de su repertorio, para describir los estados pendulares de la cubanía en un pueblito tierra adentro, donde el Ferrocarril y luego la Carretera Central, trajeron aires de modernidad. Palacios era escuchado en  cualquier esquina por mucha gente, lo idealizaban dadas sus maneras distinguidas de comunicar la realidad. En aquellos dorados 80 del siglo XX,  decía frases enigmáticas que muchos repetían hasta convertirlas en himnos: “EL NIÑO DEJÓ LA CUNA EN SANTIAGO Y SE FUE PA LA CAPITAL”, “EL NIÑO LLEVA NACÍO 30 AÑOS ASÍ”;  las escuché esta mañana en la boca de mi padre, - el número lo actualizó: 55-, habíamos amanecido sin agua  en casa, crisis total, no sabíamos qué hacer y  el Viejo las dijo con la lucidez de un filósofo de manigua; las apunté enseguida; pasaron unos minutos y se las pregunté para confirmarlas, pero ya las había olvidado. De esos filósofos emergentes como Palacio estamos hechos los cubanos humildes de tierra adentro, a veces no nos queda otro remedio que acudir a esa filosofía aforística ante lo inesperado, lo difícil o lo angustioso.

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