Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Una
mañana cualquiera conversé profundamente con un buen amigo sobre periodismo
ciudadano hiperlocal, audiencias locales, globales y posicionamiento de la
blogosfera en la agenda pública mediática. Muy ingenuo, argumentó un criterio de medida
para darse valor como bloguero: “yo prefiero 300 seguidores de calidad en mi página y no audiencias
masivas que no trasciendan lo anecdótico”.
Mi
amigo olvidó algo razonable, primero las audiencias hay que buscarlas,
atraerlas, seducirlas, luego negociar los procesos de
retroalimentación y entonces, solo entonces, estarás en condiciones de colocar
filtros y definir si tienes una audiencia de calidad o no.
Su propósito era sorprendente, no llegaba todavía a las diez mil visitas dirigidas
a su blog y decía que conseguiría trescientos seguidores de calidad. ¿Cómo lo hará
si su perfil está centrado en la promoción artística literaria y quiere hacer también
periodismo ciudadano hiperlocal?
Considero que usar criterios analógicos sobre calidad para evaluar audiencias
es algo propio de la web 1.0, donde el emisor se cree con todo derecho a
decidir el mensaje y quiere unos lectores consumidores pasivos de información. Mi pana olvida que existen aplicaciones para evaluarnos en la red, por ejemplo
los blogs que te indexen porque
consideran creíble tus narrativas y eso
eleva tu PageRank; o el blog pasa a formar parte de un repositorio de nuevas
fuentes para los medios de comunicación de masas por su prestigio y credibilidad,
o sencillamente las audiencias siguen a la persona que está detrás del blog
porque es más creíble que esos "medios tradicionales". Ganar esto último requiere
tiempo, inteligencia y sobre todas las cosas, conocer los gustos e intereses de
esas audiencias, no defraudarlas imponiéndoles el mensaje, cuando ellas mismas
son el mensaje también; entonces aquí cabe la fórmula “todos somos el mensaje y
hagamos del blog un puente para expresarnos”.
La
realidad de los tiempos debe hacernos abrir los ojos, pues cada persona con un
perfil en Facebook, Twitter, un blog, u otras redes sociales, se siente una
celebridad mediática para sus seguidores.
Ya la celebridad no es algo propio de las mega-productoras de imágenes televisivas
que se consumen pasivamente desde casa; ahora las redes nos hacen creer que lo
somos e intentamos visualizarnos así ante los comunidades on line de las que
somos parte, o las que pretendemos habitar.
Entonces,
solo me resta decirle a mi buen amigo, que reconsidere esa fórmula de la calidad volcada
de lo analógico a lo digital; pues lo verdaderamente
importante es que las audiencias funcionan por criterios de lealtad y eso se construye
sin menospreciar a nadie, porque el acceso a Internet nos iguala y nos da el derecho a elegir qué
consumimos y por qué lo buscamos. Valga entonces el acierto de Pablo Picasso:
“Yo no busco, yo encuentro”; a esa búsqueda
del usuario, hay que servirle con lucidez una buena carnada.
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