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miércoles, 6 de septiembre de 2017

Esperando a Irma en oriente de Cuba



 

Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com  

Cuánto me gustaría que solo fuera un nombre de mujer, o sencillamente el de la señora con la que me reúno cada noche en mi barrio a parlotear y reírme sabroso; pero no es así, Irma es un poderoso huracán categoría 5, con vientos de casi 300 kilómetros. La gente anda asustada, tiene percepción del riesgo. Nadie es ingenuo después de Sandy y Matthew. Compran lo que sus bolsillos pueden. Almacenan agua potable. Se aferran a la oración divina, esperan un milagro bienhechor que aleje la bestia de tierra cubana. Otros invocan a la Virgen de la Caridad del Cobre, al mismísimo San Pedro. Lo cierto es que  el cubano de a pie tiene miedo; no es fácil quedarse con una muda de ropa y ver la casa volverse escombros.  Algunos lamentamos no tener un techo de hormigón, cuando en verdad pudimos hacerlo; pero fuimos malos planificando y vivíamos según las posibilidades y lo que iba cayendo gracias a manos solidarias. Con dolor pienso en mis libros acumulados en décadas de sacrificio; o mi vieja computadora que llamo cariñosamente mujer más amada. No puedo creer que Irma me los dañe. Pienso en mis gallinas ponedoras que dan seis o siete huevos diarios; mis patos, mis gallos, incluido el fino, y un extraño vacío se apodera de mi estómago.  Bartoly, Mitton y Lichi (mis gatos) y Cuquita (mi perra), irán conmigo al refugio. No los dejaré atrás. Son parte de mi familia. Cargaré las cosas que en mis años de vida he acumulado, aunque viejas la mayoría, pero me han servido con lealtad. Terminando estas líneas, escucho a Irma vomitando truenos y lluvia. Ojalá y sea  únicamente un nombre, sólo eso. Ojalá y el viernes pueda conversar con la Irma de mi barrio y reírme sabroso de sus ocurrencias. Ojalá y sea una noticia que no tocó mi casa, ni la de mis vecinos.

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