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lunes, 26 de marzo de 2018

“Vendo drogas porque tengo una familia que mantener”




Joann Vega (Psicóloga-Consejera educacional. Estados Unidos)   

Caracol de agua se honra al compartir una historia  que la consejera educacional y psicóloga Joann Vega compartió conmigo, a propósito de mi publicación “Mi mundo es una jaula”, donde niños de educación primaria en Cuba, prefieren cazar avecillas exóticas  y no ir a la escuela (“Hermosa historia. Hace pensar. Hace resurgir lo oscuro en el ser.  Con luz reinventarlo. Enfocar en lo positivo, no en lo negativo. Excelente”. Joann Vega).  La historia de Joann tiene por título: 

“Vendo drogas porque tengo una familia mantener” 

Esta historia me ha traído de pronto, a una de mis experiencias cuando era consejera educacional en la cárcel de mujeres. En mi historia, no hay lindos pájaros como en la tuya. La mía ocurrió en la cárcel de mujeres.

En la cárcel cumplía tiempo una mujer afroamericana. Su récord decía que estaba allí por vender drogas. Formó parte de mi grupo de consejería individual y de grupo. (Programa preparado por mí y aprobado por el sistema de prisiones locales).

Al pasar de los meses se acerco a mí, y con lágrimas en los ojos me dijo, que no veía su niña de cuatro años desde hacia un año, pues vivía con su anciana abuela, y esta no tenía los medios de llevarla a la cárcel. Me dijo también que "mañana era el cumpleaños de su niña".

Luego de pensarlo, pregunté su dirección. Al día siguiente, en la mañana, armada con una torta de cumpleaños, toqué a la desvencijada puerta de una pequeñita y rota casucha;  a la derecha, de una sucia y descuidada calle, en un barrio que no invitaba a nadie a entrar allí; una anciana abrió. Sorprendida me preguntó quién yo era. Contesté que la profesora de su hija Chen y traía un pastel a la niña por su cumpleaños. Con duda y sorpresa sus ojos se clavaron sobre la caja, luego sonrió con la dulzura de su boca sin dientes.

Una pequeña niña, vestida con viejas ropas, descalza, se acercó corriendo. La abuela dijo que yo era la maestra de su mamá y traía un regalo por su cumpleaños. Me miró. Sus ojos brillaron, porque frente a ella estaba una persona que podía ver a su Chen (Mommy) todos los días, y además, traía un pastel de cumpleaños. Rió. Rió mucho cuando puse la caja sobre sus pequeños bracitos extendidos. La abuela me sonrió, con esa sonrisa que solo los pobres saben dar.

La abuela tomó la caja y la sostuvo, mientras yo abrazaba y besaba a la niña. Este beso te lo manda Mommy con mucho amor, dije. Puso sus bracitos sobre mi cuello y me besó muy fuerte. Luego, la abuela y yo nos abrazamos. También tenía lágrimas. Yo también tenía lágrimas y no deseaba irme, pero tenía que ir a trabajar. Nos despedimos. Ya en la cárcel, busqué a Chen y le comente lo sucedido. Me abrazó profusamente y comenzó a llorar. Lloró mucho. Chen, dije, ahora entiendo porque vendiste drogas. Chen y yo nos hicimos amigas, mas bien, se hizo mi profesora, porque yo tenía mucho que aprender y entender.

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