Cachao a la izquierda conversa conmigo, durante el proceso investigativo que dio origen a esta entrevista y que pronto se convertirá en documental. |
Cachao tocando su "Son a Maffo". Clic en la imagen para apreciar video con ese número antológico, el más famoso de la historia musical de Contramaestre. |
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Lo conocí una tarde de diciembre,
no recuerdo el año, su voz tenía un sello único. Escucharlo cantar era regresar
en el tiempo, encontrarse con un Maffo inolvidable donde el San José era clave,
el pozo de los Toro una leyenda y ser guajiro era una bendición de Dios.
A partir de aquel momento
coleccioné su música y de vez en cuando sorprendía a amigos con el antológico
“Son a Maffo”. Después lo tuvimos en la Sociedad Cultural
José Martí como miembro de honor. Nuestra amistad creció profundamente.
Un buen día me llamó y puso en
mis manos, la historia de su vida. Preferimos contarla en clave de dos. Nos
centramos en la música y todo aquello que lo ayuda a tener lucidez para ser un mejor ser humano
cada día.
Arnoldo Fernández Verdecia (AFV):
¿Cuál es su primera canción? ¿En qué se inspiró para escribirla?
Oscar Mora Fornaris (OMF): Yo
nací en La Finca
la Vigía, en una casita de yagua y guano. Nací el 14 de abril de 1927. Mis
padres se llaman Maximiliano Mora Arias
y Leonila Fornaris Sierra.
Dormí en una cama de cuje por más
de quince años.
“Guajiro soy” se inspira en esa lugar llamado Finca la Vigía. Allí iba un
señor a las recogidas de café, tenía un tres y se enamoró de una de mis tías.
Yo quería tocar como aquel hombre, ser como él.
Así que mi primera canción llegó por un tres y un amor. “Guajiro soy,
guajiro soy y le doy gracias a Dios. Dentro de los cafetales, yo le doy gracias
a Dios. En la Finca
la Vigía, yo le doy gracias a Dios...
También quiero decirte que en
Blanquizal, donde está actualmente La
Vigía, sólo había
siete u ocho familias. Allí venían Celina González y Reutilio, su
esposo, a pasarse semanas. Tenían una amistad muy buena con mi familia. Creo
que mi amor por la música campesina tiene esa raíz. Era tan agradable ver a
Celina, con sus collares de la
Virgen de la
Caridad, siempre nos decía que era hija de la Virgen y de Santa Clara.
Yo siempre he tenido una luz que
anda conmigo. Veo todo antes de que suceda. Santa Clara siempre me acompaña e
incluso me ha dado dones que ayudan a las personas. Esa luz, es otra de las
raíces de mi música. Antes de escribir una canción, la veo clarita en mis
pensamientos, luego la llevo al papel y después la convierto en música.
AFV: ¿Cuántos años vivió en la Finca la Vigía?
OMF: Cinco. Allí fui muy feliz.
Después nos mudamos para la zona que ocupa actualmente el Hospital Orlando
Pantoja. Allí pasamos el ciclón de 1932. Mi padre trabajaba un pedacito de tierra
que le dio Ángela Tamayo. Después
volvimos a la Finca La
Vigía.
AFV: ¿Cuál fue su primer trabajo?
OMF: Recoger café. Ayudar a mi
padre en la atención del conuco.
AFV: ¿Cuándo decide tomar la
música en serio?
OMF: A principios de 1940 decidí
crear el Conjunto Campesino de Maffo, integrado por siete soñadores como yo:
Carlos Jiménez Pérez, Ángel Mora Fornaris, José Batista Vega, Pascual Tassé
Cámbara, Gelacio González Aldana y Aurelio Sánchez Batista. Durante cinco años
nos mantuvimos unidos.
AFV: ¿Dónde se presentaron?
OMF: En las fiestas patronales de
Maffo, Los Negros, Baire, Contramaestre. También íbamos a barrios como Las
Lajitas, Lajas, Guaninao, Los Pasos.
AFV: La canción más famosa de su repertorio es sin dudas “El son a
Maffo”. ¿Nació en esos años, verdad?
OMF: Nosotros dábamos muchas
serenatas a cumpleañeras, el Día de las Madres, Noche buena. El Son a Maffo se
inspiró en una famosa ventana que todavía está allí, que da al cuarto de María,
la esposa de un gran amigo llamado Raúl Sanjurjo. El Son a Maffo nació en esa
ventana, tan famosa como la de Luz Vásquez en Bayamo.
AFV: Siempre es un placer
escucharlo hablar de sus dos grandes maestros: ¿por qué fueron tan importantes
en su vida?
OMF: Aprendí a leer y escribir
con 15 años en el pueblo de Maffo. Asistí a las únicas escuelitas privadas de la época, costaban
1.50 al mes. Antonio me enseñó las primeras letras; el otro gran maestro de mi
vida fue Efraín Matos. A ellos les compuse una canción inspirada en mi poema
“Homenaje a mis maestros”. Con aquellos venerables hombres, aprendí a amar a
Maffo, su historia y sobre todo El San José, que se convirtió en un hecho que
todos los años esperábamos con mucho entusiasmo, era el momento más
importante.
AFV: ¿Por qué se desintegró el
Conjunto campesino?
OMF: Cada miembro tenía que
buscar el sustento para vivir. La música era una pasión, pero no daba la
cuenta. Así que algunos integrantes eligieron otros caminos. Entonces decidimos
crear el Cuarteto Mije.
AFV: Su nombre artístico tiene
que ver con esa vida difícil que un lugareño tenía en la Cuba republicana. El Cuarteto
necesitaba un buen tres, pero costaba dinero, ¿Cómo llega a usted ese alias que
todavía lo acompaña?
OMF: Antonio Fernández, René
Fajardo y Ángel Sánchez y yo éramos los integrantes de Mije. El tres le costó
dos pesos al primo hermano mío Marino Vásquez y no los dio por 1.60 centavos, “fíao”
como se dice popularmente. Uno de los guitarreros, Ñico, se encargó de recoger
la plata. Le dijo a Marino que lo viniera a recoger un sábado. Fui al Cruce de
Macario a pedir prestado 40 centavos, pero no los conseguí. El día que vino mi
primo hermano sólo pudieron darle 1:40 centavos. Ñico me dijo, Oscar faltan tus
40 centavos. Me dio un plazo y en el Pozo de los Toro, una semana después,
volví a encontrarme a mi primo, pero no tenía la cantidad; le dije, Marino, no
tengo donde buscar, tú sabe que estoy Cachao. Ahí nació el nombre artístico que
me ha acompañado la vida entera.
AFV: ¿Qué tiempo logró mantener
unido el cuarteto? ¿Decidió ampliarlo?
Cinco años. En 1947 llegaron nuevos integrantes y volvimos
al formato de conjunto. Nos mantuvimos unidos hasta 1950. Después surgió el
trío Alba que apenas duró dos años.
OMF: Te digo que fueron muy
buenos momentos, pues nos invitaban a las serenatas que se daban en Baire para
esperar el 24 de febrero, fecha gloriosa en nuestra historia patria. Las
serenatas empezaban en las casas de los Rabí y luego por todos los hogares de
la descendencia mambisa de ese pueblo.
Nos invitaban también a las
fiestas de quince de las familias más acomodadas de Jiguaní; estuvimos en los quince de la hija de Hildo
Rosales en Cruce de Anacahuita, donde tomé más de la cuenta y de la borrachera
que cogí, desde ese día decidí no tomar nunca más….
Después nos quedamos Misael y yo
e hicimos un dúo hasta 1954. Volvimos a
cuarteto en 1956, pero no conseguimos estabilizar la plantilla. Cuando triunfa la Revolución seguíamos
Misael y yo unidos.
AFV: Usted ha compartido con
glorias de la música cubana, incluso algunos llegaron a ser sus amigos. ¿A cuál
de esas glorias recuerda con mayor cariño?
OMF: Al Guayabero, porque venía a
las fiestas de San José, a los carnavales de Contramaestre y siempre me mandaba
a buscar para que lo acompañara con el tres.
Cuando terminábamos, el Guayabero decía: “Cachao, llegó la hora de la grasa” y
la cosa se ponía buena.
AFV: En tantos años de vida,
imagino tiene muchas canciones escritas. ¿Cuántas tiene registradas como
derecho de autor?
OMF: 13 canciones solamente,
incluso he olvidado el nombre de tres de ellas.
Los números que recuerdo son:
-Guajiro soy.
-El son a Maffo.
-El jardinero.
-Un sol para el agricultor.
-El sabor del té.
-Un son para Cuba.
-El pozo de los Toro.
-Un mar de felicidad.
-Un número para Ricardito.
-Son al campesino.
AFV: ¿Por esas canciones, sobre
todo “El son a Maffo”, debe haber cobrado un buen dinero, por derecho de autor,
verdad?
OMF: Yo en 2014 cobré por derecho
de autor 1100 pesos. En el año 2016 se nos dijo que se nos iban a hacer dos pagos,
uno en el primer mes y otro en el último (diciembre). Yo cobré en enero de
2017, 310 pesos y de esa fecha a la actualidad no he cobrado ni la mitad de un
centavo más, es de decir que eso quedó así, mijo.
AFV: Cachao siempre tuvo la
música como una de sus grandes pasiones, pero nunca se hizo profesional en el
sentido amplio de la palabra, para poder vivir tuvo que trabajar la tierra, recoger café, basura, dirigir
fincas de producción agrícola, cortar y
acopiar caña para el central América Libre. Con orgullo dice que es un
“profesional de la agricultura” y me muestra el diploma de técnico medio,
ganado con mucho estudio y voluntad. Después de 1959 simultaneó su carrera
musical entre quintetos, dúos y tríos, que casi siempre llevaron el nombre de Alba, en honor a su mejor amigo Gastón,
fallecido en 2002 de un cáncer. Su música pudo escucharse en presentaciones de la radio local, en eventos
de música campesina, hasta que en 2014 recibió el premio “Memoria viva”.
Al concluir nuestra conversación
volvió a su Santa Clara, el santo que le dio dones para curar a las personas.
Dice que ha visto a la muerte muchas veces, me hace un cuento terrible.
Siempre ando con la Virgen de la Caridad encima. Lo que viene para mí, lo veo antes.
En un sueño íbamos mi hermano y
yo huyéndole al río Contramaestre, pues
estaba muy crecido; subimos un camino
pedregoso, lleno de excremento; cada vez que metía un pie a y sacaba el otro,
salía lleno de una caca maloliente. Entonces vino la muerte y me enseñó dos
dientes enormes. A los siete días mi hermano murió. Lo que yo veo, por favor
(hace la señal de la cruz, me dice con resignación que pronto se irá de este
mundo).
AFV: Lo vi alejarse en su andar encorvado, siempre en guayabera; me
confesó que tenía más de 14. Pensar que mi amigo Ramón David tuvo la lucidez de
versionar “El son a Maffo”, darlo a conocer en toda Francia. Ojalá y el tiempo
nos alcance para retribuirle a Cachao toda la gloria del mundo que merece por
ser el sonero más longevo de Cuba, el más querido de toda la gente de Maffo, no
importa donde vivan.
Trío Alba (Cachao a la derecha). Fot. Archivo de Cachao. |
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