PORTADA

sábado, 4 de agosto de 2018

Con la isla encima




Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com


A mi amigo, el sonero Cachao. 

Vivo en un lugar como cualquier otro de Cuba. El tiempo me golpea fuerte y no encuentro maneras de reponerme. Salgo a la calle y los precios estallan como fuegos artificiales;  uno los mira a lo lejos y sonríe, parecen una obra de mal gusto, pero algunos aplauden y los encuentran bien. El viejito jubilado que sólo gana 247 pesos al mes, -apenas  diez CUC-, expresa una profunda amargura en sus ojos cansados. “No puedo más”, me dice y mira al cielo e invoca a Dios.   

Así andamos, lo básico inalcanzable;  las enfermedades asomando por doquier y uno con el temor de ir a dar a un hospital, porque las medicinas andan perdidas, los buenos médicos también. El miedo ahí, raro compañero, nos recuerda que no hay una segunda vida.

Así andamos, con los mosquitos como ejércitos dando batalla y diezmando tropas y uno sin saber porqué no dan la alarma y nos salvamos,  porqué no damos la batalla necesaria, la que salve a nuestros hijos, abuelos, amigos, al barrio.

En el noticiero se empeñan en mostrar un país hermoso, cuando en verdad duele caminar las calles y sentirse indefenso ante tanta especulación con los alimentos, las medicinas, el transporte, el aseo, el desodorante, el agua potable... La gente tiene mucho dolor en el alma. No llega la tranquilidad a sus hogares. El bolso regresa cada tarde o en la noche, vacío;  lo que ganan apenas alcanza para dos o tres días.

Cachao, el viejo sonero de Maffo, me dice al oído que anda muy mal, porque la chequera no cubre sus necesidades. A precio de garrote compro un desodorante, un jabón, un paquete de ase y un tubo de pasta de diente para él;  lo merece;  no es nada Maestro, le digo; me responde, es mucho Arnoldo, no todos se quitan para darle a alguien como yo, un viejo que apenas le quedan unos días de vida.

Recorro la feria de mi pueblo, -sábado-, es la de cualquier pueblo de Cuba y los fuegos artificiales suenan  como disparos. Me asusto ante los bolsos regresando a los hogares. Es tan hermoso ver a la gente  comprando, dice un político local, al menos encuentran las cosas, sentencia; como si fuera algo grande. Trato de ver su cara, estoy seguro que no sabe lo que es andar con el bolsillo en silencio y regresar a casa a envejecer, sin un poco de carne de res, pescado o sencillamente algo digno para variar y sentir que vale la pena abrir los ojos cada mañana.   

Vivo en un lugar de Cuba, puede ser cualquier otro. La gente siente el país encima y quiere sacudirse, porque algo subterráneo dice a sus oídos que es necesario ser el país más revolucionario del mundo, conquistar el amanecer, como diría Picón Salas; volver a montar el potro blanco de Martí, recorrer en tren con Máximo Gómez  la ruta Santiago-Habana;  montarse en uno de los camiones de la Libertad y entrar en enero otra vez, con los pobres  de la tierra a cuestas, esos por los que se hacen las revoluciones.  

3 comentarios:

  1. Me duele en el alma esto pero es mucha verdad DEBEMOS EN SEPTIEMBRE TODOS LOS DE ADENTRO Y LOS,Q ESTAMOS FUERA ABOGAR PARA QUE LOS PRECIOS BAJEN O SUBAN LOS SUELDO DE LOS TRABJ LOS RETIROS ALGO TIENEN QUE HACER CON ESTO NO SE PUEDE SEGUIR ASÍ

    ResponderEliminar
  2. Estoy muy de acuerdo con lo que escribes y opinas, lastima que en nuestro pais, nuestro sistema, todo lo que digas que no este valorado dentro de sus principios es catalogado como un criterio anticomunista o apatrida, olvidandose ellos de que existe constitucionalmente la LIBERTAD DE EXPRESION. Cuba es y sera para los CUBANOS no para los JEFES!!!!!

    ResponderEliminar
  3. José Frenandez Caramés9/8/18 12:29 p. m.

    Cuba no merece nada de nada. Lo digo con mucho dolor, pero lo que he, visto y vivido en mi reciente visita, demuestra que es un pais sin ilusión de ningún tipo resignada a lo que caiga.TRISTEZA Y DEMASIADA PARAFERRNALIA,

    ResponderEliminar

MUY IMPORTANTE: No se publicarán comentarios anónimos en este blog, es necesario consignar siempre la identidad de la persona. No se admiten ofensas, insultos, propagandas de ningún tipo. Cada persona tiene la libertad de expresar lo que piensa, pero con respeto al otro diferente. d