Como pueblo, tenemos un destino común y un deber: el de ayudarnos en el infortunio. |
Por Arian Pérez
(Tomado del grupo en Facebook Contramaestrenses por el mundo)
Hermanas y hermanos
que viven en Cuba: nosotros no los odiamos. Es más, la inmensa mayoría de los
cubanos que residimos en otros países, amamos profundamente a los cubanos que
viven en nuestra tierra. Con frecuencia, me llegan mensajes de compatriotas de
la Isla que me preguntan el porqué del rencor de los que se fueron contra los
que se quedaron. Esta interrogante está sustentada, en parte, por lo que ven en
la Internet. Mucho de lo que se publica en las redes sociales está saturado de
resentimiento y crueldad hacia nuestra gente. Pero no es así. Los cubanos que
residimos en el exterior, amamos y no olvidamos a los familiares, amigos y
vecinos que viven en nuestra tierra. Esta relación trasciende las ideologías.
Pero entiendo la
razón por la que tantos me hacen la misma pregunta. Hay una parte reducida de
la comunidad cubana en el exterior, que exacerba el odio y promueve medidas
punitivas contra nuestro pueblo. Este grupo de hermanos, buscan acrecentar el
dolor de la familia cubana dentro y fuera de Cuba. Aunque reducidos en número,
ellos son cómplices de las crueles restricciones implementadas por el gobierno
de Estados Unidos que penalizan a cubanos de aquí y de allá.
Ellos idearon y
apoyaron la cancelación de los viajes de aerolíneas norteamericanas a los
aeropuertos del interior de la Isla. Abogaron públicamente porque se
prohibieran los envíos de remesas desde terceros países a Cuba. Lo expresan a
voz en cuello; no solo se oponen a los contactos familiares entre las dos
orillas, sino que exigen que el hijo que emigró, deje de ayudar a la madre
anciana que se quedó en la Isla. Algunos incluso hablan de bloqueo naval y
hasta de invasión. Ante esta realidad, es lógico que muchos de los cubanos
dentro de Cuba tengan la percepción de que sus compatriotas de afuera desean el
holocausto del pueblo cubano.
Ahora mismo,
confrontados a la pandemia mundial que sufre el planeta, varias de esas
personas han expresado públicamente su deseo de que el coronavirus arrase con
la tierra que los vio nacer. Es doloroso ver cómo lo dicen en público, en las
redes sociales, jubilosas y burlonas ante la desgracia ajena. Tomando como
justificación la contención del virus, se oyen voces que incluso abogan por la
cancelación total de los vuelos entre Cuba y los Estados Unidos. Irónicamente,
naciones como Brasil, México, República Dominicana y otras, han reportado ya
decenas de casos de la epidemia. Sin embargo, nadie pide que se cierren los
vuelos a esos países, ¡pero se exige la liquidación de los viajes entre Miami y
la Habana! No han podido truncar totalmente los lazos entre la familia cubana
de aquí y de allá y manipulan ahora el miedo a la epidemia para lograr sus
objetivos.
Compatriotas de
Cuba, por cada hermano confundido o enfermo de rencor, hay miles que creemos en
el amor. Amamos al país adoptivo que un día nos recibió con los brazos
abiertos, pero también amamos a la tierra maternal que nos dio la vida. En vez
de medidas punitivas que recrudezcan el sufrimiento, abogamos por la
cooperación entre nuestras naciones. No queremos muros que nos separen sino
puentes que nos unan.
En cuanto a
nosotros; no somos una jauría de lobos. Como pueblo, tenemos un destino común y
un deber: el de ayudarnos en el infortunio. Pero incluso, si el odio nos robara
la ternura y nos convirtiera en jauría, aún así, haríamos lo que fuera por
salvar a nuestros cachorros, que son los niños cubanos de quienes somos
nosotros los responsables.
Y si en el peor de
los casos, nos azotara una epidemia de olvido, si termináramos todos
desmemoriados —los de acá y los de allá— huérfanos de humanidad y transformados
en lobos, incluso entonces, un instinto ancestral de Patria y amor subiría
desde nuestros corazones para recordarnos lo inolvidable: ¡que somos miembros
de la misma manada!
Excelente, sobre todo el final. Un halo de luz y cordura entre tantas aguas negras y pensamientos infectados de marabú.
ResponderEliminarRealmente hay que partir de las raíces del problema. Quien comenzó a dividir y sembrar el odio entre los mismos cubanos e incluso dentro de la misma familia fue el Demonio de La Piedra. Quién no recuerda los sucesos de los 80 cuando la crisis del Mariel. Pero remitiendonos hasta éstos momentos Quienes son los que tienen que estar 8 años sin poder entrar a Cuba a ver a sus familiares por que el gobierno cubano se los prohíbe, acaso no saben cuantos cubano el régimen les impide entrar a su patria. Con todo respeto considero que el artículo o comentario publicado no es objetivo y solo aborda una pequeña parte del problema.
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