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lunes, 20 de septiembre de 2010

Una aproximación al imaginario social sobre José Martí en Cuba (IV parte)

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu
La figura de José Martí ha tenido un significativo tratamiento en el imaginario de la nación cubana a partir de imágenes que comienzan a construirse a partir de su muerte, entre las que sobresalen la de Apóstol, santo y escritor de talla universal, entre muchas otras.

Al mismo tiempo algunos actores sociales se oponen a ello y comienzan a transferir imágenes distorsionadoras de la esencia de su obra a partir de la absolutización de algún detalle accidental de su vida o sencillamente de la tergiversación de algunas de sus ideas. Esas imágenes negativas son la base de un imaginario de tipo profano sobre Martí. Veamos los diferentes elementos que lo conforman y que es preciso contrarrestar.

En torno a su muerte, por ejemplo, se ha construido una imagen profana sobre las circunstancias reales en las que se produjo esta. Algunos autores consideran que meses antes de ocurrida la misma, se había consolidado su imagen sacra: “Con todo, la intensidad, los aspectos y principalmente la duración del fenómeno de la sacralización de Martí constituyen un hecho sin precedentes, sobre todo en la historia de Cuba, de tal manera que pueda hablarse con toda justicia de una singular apoteosis de Martí”.(1)

De hecho, por lo dicho hasta aquí, estamos en presencia de la imagen de un líder, que permanece viva y se enriquece de manera tradicional y oracular, al recurrirse a sus enseñanzas sistemáticamente, ya sea a través de la devoción casi cristiana, o el culto discípular que todo lo explica o lo fundamenta a partir de la imagen de Martí.

La dimensión de ese liderazgo funciona como recurso para resolver nuestros problemas de hoy y del futuro, y ello justifica que el pueblo recurra a ese imaginario de manera creativa y hasta instituyente, ante las circunstancias que enfrenta en el devenir histórico.

En las primeras décadas del siglo XX alcanzaron singular auge las imágenes martianas religiosas(2) en las que se privilegiaba el apostolado, la santidad, el calvario, la inmolación, el magisterio, la paternidad y el martirio; las mismas tienen a intelectuales y políticos, excompañeros de Martí, como sus cultores fundamentales, entre los que sobresalen Máximo Gómez, Juan Gualberto Gómez, Enrique José Varona, Manuel Sanguily, Enrique Collazo, Néstor Carbonell y Gonzalo de Quesada(3).

Un criterio que respalda la construcción de la imagen sacra en la evocación de Martí es el del historiador Rafael Rojas, que señala: “Uno de los mitos más fecundos de la cultura cubana en el pasado siglo fue aquel que relata la historia de los amores y desamores entre José Martí —el Padre, el Apóstol, el Maestro— y su hija —la Patria, la Nación, Cuba—. Según este mito incestuoso, que exhala, sin embargo, una fuerte religiosidad política, la muerte de José Martí en 1895, antes de la consumación de la independencia, dejó a los cubanos en una peligrosa orfandad”.(4)

El propio Rojas nos presenta otro criterio importante, para comprender el proceso de construcción de la imagen de Martí, como fármaco ante la frustración republicana que vive Cuba entre 1902-1958: “El mito martiano cumple, (...), el papel de un fármaco que intenta aliviar el malestar de una cultura que interpreta el nacimiento del estado nacional como un acto de traición. A partir del nacimiento de la República el 20 de mayo de 1900, el lamento por la ausencia de Martí fue, desde siempre, una figura del discurso de la frustración republicana. Los testimonios de esa melancolía aparecen en los primeros años de la vida poscolonial”(5).

También el alemán Ottmar Ette considera una característica, del primer cuarto del siglo XX, el lamento por la ausencia de José Martí, “en lo que se refiere al conflictivo presente social y político de Cuba”.(6)

Al respecto el filósofo Emilio Ichikawa es puntual al señalar que “José Martí es el antídoto más socorrido para la soledad cubana y la ansiedad ante las coyunturas críticas; es la voz que auxilia y aconseja en las situaciones límites”(7).

Los criterios señalados hasta aquí ilustran claramente la función que cumple el recurso a la imagen de José Martí en el devenir de la nación cubana. Todo proceso fundacional o de crisis, tiene necesariamente que apelar a él por su condición de símbolo nacional(8).

A continuación se describen los diferentes periodos en la construcción de imágenes sobre José Martí:

El proceso de construcción de la imagen de José Martí se inicia a través de las personas que lo vieron o recordaron en la emigración, sobre todo por sus condiciones oratorias. Este período comprende los años desde 1887 y hasta 1895, momento en que sus dotes como orador son reconocidos por la mayoría de sus contemporáneos. En este sentido sobresalen Andrés Iduarte, Fermín Valdés Domínguez, José Ignacio Rodríguez, José María Izaguirre, Federico Hernández y Carvajal y Enrique José Varona (9). Todos coinciden en reconocer en el discurso martiano:
• Capacidad de palabra para cautivar al auditorio.
• Influencia magnética en la comunicación irreproducible hoy día a través de la lectura de sus textos.
• Uso de imágenes religiosas.
• Empleo de metáforas.
• Lenguaje cargado de símbolos.
• Raro placer estético al escuchar su voz.

En un segundo momento varios autores inician el proceso de construcción de una imagen religiosa de Martí, hecho que ocurre entre 1889-1900, al ubicar su figura en lo divino, un semidiós. Entre ellos tiene un papel esencial su secretario Gonzalo de Quesada y Aróstegui, primero en llamarlo “apóstol” en el año 1889(10); también Pedro Pablo Figueroa en 1891 “veía en Martí a un apóstol, porque impulsaba la liberación de la colonia española…(11)” Federico Henríquez lo calificó de “nuevo apóstol del credo revolucionario”.(12) El poeta cubano José María Izaguirre afirma que en vida José Martí se llamó a sí mismo mártir y apóstol.(13) Figuras de la talla intelectual de Enrique José Varona coinciden en la veneración sacra en torno al Héroe de Dos Ríos al señalar: “…el simétrico cerco de su cabellera tomaba forma de aureola, y el orador se transfiguraba en apóstol”.(14)

El recurso a la imagen de Apóstol es una herramienta que funciona como aspiración a un modelo de sociedad justa, sobre la base de un aparato normativo de carácter axiológico, atractivo y de fácil comprensión e interiorización para cualquier persona, debido a su contenido esencialmente humanista.

La idea del apostolado de Martí como guía espiritual del pueblo cubano indica la necesidad de continuo perfeccionamiento en cada hombre y pueblo en general.

Por eso la visión de Martí como Apóstol adquiere una connotación sagrada en el devenir del cubano, aspecto en el cual coincidimos con el estudioso Pedro Pablo Rodríguez cuando señala: “en vida Martí tendió a ser tomado como uno de los símbolos de la patria, como lo evidencia el que fuera llamado por los emigrados Maestro y Apóstol. Es cierto que ambos nombres enfatizan en su condición de guía, de conductor, lógico correlato de su condición histórica de dirigente del movimiento patriótico”.(15)

La evocación religiosa de Martí cobra formas extraordinarias, en el período señalado, algunos redactaron catecismos de su doctrina, e incluso llegaron a exigir la institucionalización de una religión martiana.(16)

La imagen de Martí como Apóstol, en tanto guía espiritual del pueblo cubano, debe ser separada de la visión del mismo como Santo o Mesías. No obstante, debe ser visto lo positivo y negativo de esta última. En lo positivo, se aprecia la autoridad y prestigio que encarna su personalidad y pensamiento. En lo negativo, se observa la tendencia a separarlo de su condición de hombre, proceso que se da con particular fuerza en le período que va desde 1901 hasta 1933 caracterizado por:
• Conversión de su figura en un santo.
• Menosprecio por las categorías espacio y tiempo en el tratamiento de su figura.
• Visión ahistórica de su obra.
• El santo libra sus luchas para superar las adversidades de su pueblo.
• Las adversidades que padece el santo son contadas desde un proceso de veneración y devoción cercano al pueblo.
• Búsqueda de efectos didácticos en el pueblo al contar las historias de Martí como Santo.
• Desarrollo de comidas rituales imitando la Ultima Cena de Cristo.
• Ubicación de José Martí en el ámbito de lo sobrenatural al identificársele como Mesías, Cristo,
Apóstol, Padrenuestro, Dios. Se hace de su figura una deidad(17).

Sin embargo, a pesar de lo dicho, no deja de tener razón Pedro Pablo Rodríguez al señalar: “En una población como la cubana, de cultura católica de siglos, es evidente la cercanía a los símbolos y el lenguaje del cristianismo, por lo que de algún modo quedaba implícita la posibilidad de su resurrección, obviamente no la física —idea ya imposible para mentes educadas también en la modernidad y el positivismo—, pero sí de su pensamiento y de la ejecución en la práctica de su proyecto republicano”.(18)

Entre 1934-1952, a pesar de los esfuerzos por difundir las potencialidades del pensamiento político de José Martí, se mantiene el culto a la imagen religiosa de su figura, incluso se dan algunos elementos para su posible canonización:
• Evocación de José Martí como santo.
• Dimensión sacra de su existencia terrenal.
• Intentos de presentar una imagen apolítica de José Martí.
• Veneración religiosa de la figura.
• Confrontación ideológica entre la Iglesia Católica y la masonería cubana en torno a la posición de Martí frente a cada una de ellas.(19)

También es importante ilustrar las imágenes que se construyen sobre José Martí como escritor en diferentes momentos del devenir de la nación cubana:
1881-1899: Se dan los primeros argumentos para construir la imagen de José Martí como escritor de reconocido prestigio a nivel universal, no así en Cuba, donde sus escritos son prácticamente desconocidos. Se ubica desde 1881 hasta 1900, pues el primer autor en reconocerlo como escritor fecha su trabajo en 1881, y en 1898, casi en los inicios del siglo XX, lo hace el célebre poeta Rubén Darío, impulsor fundamental de la canonización literaria de Martí. ¿Cómo se desarrolla el proceso de construcción de la imagen del escritor?

En vida de José Martí comenzó el proceso de construcción de su imagen como escritor, hecho que se produce fuera de Cuba, según la mayoría de los textos consultados; a ello contribuyen autores contemporáneos del prócer como Adriano Páez, Domingo Faustino Sarmiento, Pedro Pablo Figueroa, Darío Herrera, César Zumeta, Nicanor Bolet Peraza y Rubén Darío, con una gran incidencia en la prensa de la época donde aparecen numerosos escritos de cada uno de ellos.
Todos reconocen los valores literarios de la obra de Martí, y en gran medida, fundamentan los elementos que dan lugar a que forme parte del canon de los más eximios escritores de fines del XIX, sobre todo las figuras de Domingo Faustino Sarmiento y del nicaragüense Rubén Darío, de este último se dice que sus elogios “contribuyeron en forma significativa a que los escritos literarios de Martí se hicieran conocer fuera de Cuba”.(20)

En sentido general los rasgos que predominan en la imagen construida son:
• Su peculiar estilo de escribir se compara con el de Emerson en Estados Unidos y Castelar en España.
• Se le sitúa al más alto nivel de su tiempo en materia de literatura.
• Exaltación de la universalidad de sus escritos literarios, sobre todo su originalidad.
• Se le ubica como precursor del modernismo en la literatura junto a Manuel Gutiérrez Nájera.
• Se señala que los escritos de Martí sólo son posibles en los profetas y los videntes.
• Se soslayan los contenidos políticos de su obra al primar el reconocimiento de lo literario como valor fundamental(21).

1899-1933. Se caracteriza por el denotado interés de dar a conocer sus escritos en el extranjero, en el que eran reconocidos los valores literarios de su obra, no así en Cuba donde era mínimo el interés por sus textos. En este sentido sobresalen, por las publicaciones realizadas, las figuras de Gonzalo de Quesada y Aróstegui y Gonzalo de Quesada y Miranda (Padre e hijo respectivamente), encargados de hacer cumplir la voluntad de Martí expresada en su testamento literario. Sus obras se publican en Washington, La Habana, Roma y Berlín. También sobresalen las figuras de Max Henríquez Ureña, Ventura García Calderón, Armando Godoy, Oreste Ferrara, Francisco Caraballo y Sotolongo y Néstor García Carbonel: “Dichas publicaciones demostraban, sin duda, que Martí ejercía un creciente influjo como escritor y en particular como poeta. Este desarrollo se sumó a su temprana recepción de décadent y modernista y a la canonización literaria iniciada luego de su muerte, cuya repercusión se había circunscrito en general a círculos familiarizados con la literatura latinoamericana”.(22)

Durante el período citado también sobresalen intelectuales cubanos de primer orden que dan lugar a una confrontación ideológica en torno a las imágenes construidas sobre el Martí escritor, y el interés que comienza a manifestarse sobre su obra en Cuba, se destacan Juan Marinello, Félix Lizaso, Jorge Mañach y Manuel Isidro Méndez.

Las características fundamentales de la imagen de Martí como escritor en este período son:
• Exaltación de Martí como símbolo de la identidad nacional del cubano.
• Sus escritos sólo le interesan a una pequeña minoría(23) que lo conoció en vida, interesada en dar a conocer su obra.
• Confrontación ideológica de la imagen religiosa de Martí con la auténtica naturaleza de las ideas desarrolladas en su obra literaria.
• Desarrollo de un culto a la figura que limita el conocimiento de su obra literaria.
• Fortalecimiento de la imagen legendaria y mítica de su figura.
• Mostrar a la figura como un cubano de carne y hueso.
• Se crean las condiciones para incrementar en próximos años el interés por Martí y desencadenar un cambio de posición en la forma de ver su figura.(24)

Entre 1934-1952 la construcción de la imagen de José Martí como escritor presenta las siguientes características:
• Preocupación por el legado literario entre destacados intelectuales internacionales y nacionales entre los que sobresalen Alfonso Reyes, Gabriela Mistral y Federico de Onís, entre otros.
• Interés por el conocimiento de la obra literaria en la América Hispana y Europa.
• Intentos por integrar la imagen política de Martí y su obra literaria(25).

Desde el punto de vista político debe señalarse que en la década de 1940 ocurrieron una serie de sucesos importantes en el imaginario sagrado de José Martí que dieron lugar a imaginarios creativos radicales que reforzaron la visión sacra del héroe, entre ellas sobresalen el triunfo en 1944 del Partido Auténtico, y el acceso al poder político de los verdaderos e inmaculados hasta entonces luchadores antimachadistas, lo cual pareció abrir el camino a las reformas contenidas en el texto constitucional de 1940.

La magnificación del imaginario sagrado se oficializó entonces desde los organismos del Estado. El partido gobernante se llamaba Revolucionario Cubano, como el de Martí; al presidente electo, Ramón Grau San Martín, muchos lo llamaban el Mesías, porque era considerado el que llevaría cabo las reformas y porque había tenido que abandonar el poder al caer el Gobierno Revolucionario de los cien días en 1934, nunca reconocido por Estados Unidos.

Martí fue magnificado como el símbolo de la nación, para lo cual fueron momentos efectivamente aprovechados la inauguración del mausoleo en Santiago de Cuba donde reposan sus restos, los actos conmemorativos por el centenario de su nacimiento—preparados bajo el gobierno auténtico de Carlos Prío Socarrás, quien no los pudo ejecutar al ser derrocado el 10 de marzo de 1952 por el golpe militar de Batista—, y los proyectos iniciales para erigir un conjunto arquitectónico administrativo y conmemorativo en la Plaza Cívica (hoy Plaza de la Revolución) en el que se destaca el Monumento a Martí que llevaría una gran estatua suya.

La simbolización de la nación en Martí buscaba no sólo sostener ideológicamente sobre principios nacionalistas el régimen sino también legitimarlo como el verdadero heredero del Maestro.
Luego del descrédito de los auténticos y, de hecho, de cierta manera, de la misma democracia burguesa, no alcanzó a Martí, quien fue entendido de diferente manera como símbolo de la nación. Para la clase política, Martí funcionó como mecanismo legitimador de su actuación; para los contestatarios y disidentes, como el símbolo que incapacitaba la acción de aquellos y que incitaba a culminar la obra de constituir la nación a plenitud.

Inclusive, el partido marxista de la época, tras no pronunciarse al respecto durante mucho tiempo, aunque sus fundadores e iniciadores más destacados fueron martianos (Baliño, Mella, Martínez Villena), de algún modo oficializó una postura ampliamente favorable a Martí. Su secretario general, Blas Roca, lo llamó en 1948 “revolucionario radical de su tiempo”, y reconoció su sentido paradigmático para las aspiraciones de justicia social y antimperialismo nacionalista del Partido.

Ello explica el auge del tema martiano en la vida intelectual cubana y en la cultura toda de los años 40 y 50 del siglo XX, lo cual, a su vez, contribuyó a fijar el sentido de Martí como símbolo de la nación. Proliferaron los bustos de Martí en calles, plazas, parques, escuelas y todo tipo de organismos públicos y privadas. Se institucionalizó la conmemoración del 28 de enero con paradas escolares, anuncios pagados en la prensa por industriales y comerciantes, y todo tipo de actos oficiales y privados. Y, lo que es quizás más significativo, Martí entró a formar parte del imaginario creativo radical de tipo instituyente del cubano en chistes, cuentos, reflexiones, mitos y en el cancionero popular.(26)

El imaginario social en torno a Martí en el período que comprende de 1959 en lo adelante, tiene algunas imágenes del período anterior, como la de Martí Apóstol, Martí escritor, Martí Mesías, Martí político, en incluso en chistes, cuentos, reflexiones y canciones, pero en una dimensión cualitativamente nueva dada por el proceso de cambios que se inician.

Esas imágenes comienzan a reactualizarse al calor de la idea de considerarlo guía de la revolución, pensador que tiene una cita para cada cosa y una obra de indiscutible vigencia a la que puede recurrirse para legitimar todo hecho positivo para los cubanos.

El conocimiento del hombre y de sus ideas era imprescindible de manera concreta para la apropiación de su personalidad por quienes aspiraban a modificar el status quo heredado de la república.

La imagen de Martí se hace al mismo tiempo que sagrada más apegada al devenir concreto de una sociedad más justa, lo cual tiene que ver con tres factores:
1. Se promueve la difusión de sus Obras Completas en 28 tomos (1963-1965 y 1975).
2. Surge una nueva pléyade de investigadores del pensamiento martiano que al mismo tiempo que lo sistematizan, le proporcionan una naturaleza más aplicada y comprometida con el proyecto social cubano.
3. Se le sitúa como paradigma moral de hombre y de personalidad histórica, y como ejemplo de perfección individual y colectiva(27).

Esto tiene una incidencia formativa en las amplias masas sobre el pensamiento martiano, contribuyendo a formar imágenes nuevas sobre Martí como la del pedagogo, el periodista, el líder carismático, el ecologista, el máximo ideólogo de la Revolución Cubana, entre otras.

Sin embargo, a pesar de que el imaginario que se conforma es positivo, tiene una serie de deficiencias, como el limitado conocimiento de la vida y obra martiana en los hombres humildes del pueblo, proceso que sirve para conformar una visión insuficiente de ese imaginario sagrado que llega a estar privado de contenido haciéndose muy formal y da lugar a tergiversaciones e interpretaciones incorrectas, incluso condiciona la reaparición de un imaginario profano que a veces lo ubica en construcciones satíricas que tienden a degradarlo o en valoraciones que lo descontextualizan de su propio quehacer cotidiano y de sus inclinaciones vitales que lo hacían ser coherente con lo que escribía, decía y hacía.

La tesis profana que tiende a humanizar a Martí al extremo de atribuírsele cualidades negativas aborrecibles por la mayoría de la población es negativa y perniciosa en sí misma.

Lamentablemente las múltiples bases sociales de la realidad cubana, y el desconocimiento de su vida y obra, se convierten en fuente fundamental del imaginario profano sobre su figura del cual se aprovechan oportunistamente aquellos que persiguen disminuir la importancia y vigencia de su pensamiento en la sociedad cubana y el mundo de hoy.

El imaginario social en torno a la muerte de José Martí que se construye después de 1959, presenta una contradicción que coincide con los estudios contrapuestos desde le punto de vista histórico realizados al respecto: unos lo ven como un acto heroico matizado por el desconocimiento de la vida militar y otros lo ven como un acto suicida a partir de las propias declaraciones realizadas por Martí en su obra. Lo que subyace en el imaginario popular es el enigma sobre su muerte descrito con plena certeza por el mismo Martí. Por tanto, de cierta manera este imaginario que da lugar a chistes, cuentos y frases profanas, se mezcla con el del sacrifico del héroe sin recibir una respuesta científica conclusiva.

El desplome del Campo Socialista en Europa del Este y la Unión Soviética, hizo desaparecer la presión teórica proveniente del mismo, hecho que condicionó que el referente martiano –es decir, el cubano-, tratara de recuperarse en su debida dimensión, buscando en el mismo una fundamentación alternativa al curso de la revolución cubana, cuestión intentada anteriormente, pero no lograda del todo.

Este proceso generó un debate constructivo sobre el papel de Martí en la Cuba de hoy y de mañana. Ahora bien, no cabe duda, que este fenómeno tiene una lectura diferente en personas contrarias que desdeñan su basamento teórico. Lógicamente, van conformando un imaginario que profana la autenticidad de las ideas martianas o lo priva de alguna de ellas, como ocurre con aquellos que se hacen eco de la propaganda divisionista que proviene de Estados Unidos.

Las imágenes que construyen una visión de tipo sagrada del Héroe, renacen con matices especiales en el pueblo durante la década de 1990; Martí se convierte así en recurso dialógico del cubano, que lo usa como referente para legitimar sus acciones sociales. Recurrir a su imagen como el juez imparcial ante lo cotidiano, el que participa junto a los líderes en las decisiones y en la solución de los problemas de la sociedad, vuelve a formar parte del repertorio espiritual del cubano, es lo que se identifica como capital simbólico más importante de todos los procesos que ha transitado la nación en su devenir. Ello no niega que surjan también elementos distorsionadores de su vida y obra, y dan lugar a un imaginario de tipo profano en algunos entes de la sociedad, que lo manifiestan en sus actos de conducta desviada, proceso que atenta contra la imagen sagrada del héroe, de ahí que sea necesario revertir esta situación desde el conocimiento de José Martí en sí mismo.

Notas:1. Ottmar Ette. José Martí, Apóstol, poeta, revolucionario. Una historia de su recepción. Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1995, p. 42.
2. Al respecto véase Ottmar Ette. José Martí, Apóstol, poeta, revolucionario. Una historia de su recepción. Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1995, p. 41
3. Véase el libro de Mario Riera: Cuba política (1898-1955), La Habana, Impresora Modelo, 1955, p. 27.
4. Rafael Rojas. Otro gallo cantaría. Cuba Encuentro, en www.cubaencuentro.com, p. 97, material en PDF consultado el 18 de junio de 2008.
5. Rafael Rojas. Obra citada, en Cuba Encuentro, p. 97.
6. Omar Ette. José Martí, Apóstol, Poeta, Revolucionario. Una historia de su recepción. Universidad Autónoma de México, México, 1995, p. 68.
7. Emilio Ichikawa. Lágrimas negras. José Martí y el presente. En http://www.emilioichikawa.blogspot.com/ consultado el 18 de junio de 2008.
8. Al respecto se sugiere apreciar el análisis que realiza Omar Ette en su libro “José Martí, Apóstol, Poeta, Revolucionario. Una historia de su recepción”. Universidad Autónoma de México, México, 1995, p. 246-247.
9. Véase Andrés Iduarte: Martí escritor, La Habana, Publicaciones del Ministerio de Educación, La Habana, 1951, p. 112; Fermín Valdés Domínguez: Martí. Ofrenda de hermano, en el Triunfo (La Habana) 19/20 de mayo de 1908; reproducido en: “Revista Cubana (La Habana) XXI (julio 1951-diciembre 1952), p. 252; José Ignacio Rodríguez: Martí y el Partido Revolucionario Cubano, en Estudio Histórico sobre el origen, desenvolvimiento y manifestaciones prácticas de la idea de la anexión de la Isla de Cuba a los Estados Unidos de América, La Habana, Imprenta La Propaganda Literaria , 1900, p. 99; José María Izaguirre: Martí en Guatemala, en Cuba y América (La Habana) IV, 90 (5 de septiembre de 1900), pp.5-10; Federico Henríquez y Carvajal: Verba magna. Presentación de José Martí en la Sociedad Amigos del País de Ciudad Primada, en Federico Henríquez: Martí: Próceres, héroes: mártires de la independencia de Cuba, Ciudad Trujillo, Imprenta San Francisco, 1945, p. 18; Enrique José Varona: Martí y su obra política. Discurso pronunciado en la velada conmemorativa de la Sociedad Literaria Hispano Americana, la noche del 14 de marzo de de 1896, Nueva York, Imprenta América, 1896, 91.
10.Véase Richar Butler Gray: José Martí, Cuban Patriot, Gainesville, University of Florida Press, 1962, p. 133.
11. Pedro Pablo Figueroa: José Martí (El Castelar Americano), publicado el 16 de junio de 1891 en Santiago de Chile, tomado de Revista Cubana, (La Habana) XXXIX (julio 1951-1952), p. 182
12. Federico Henríquez y Carvajal: Verba magna. Presentación de José Martí en la Sociedad Amigos del País de Ciudad Primada, en Federico Henríquez: Martí: Próceres, héroes: mártires de la independencia de Cuba, Ciudad Trujillo, Imprenta San Francisco, 1945, p.18.
13. José María Izaguirre: Martí en Guatemala, en Cuba y América (La Habana) IV, 90 (5 de septiembre de 1900), p. 334.
14. Enrique José Varona: Martí y su obra política, Discurso pronunciado en la velada conmemorativa de la sociedad Literaria Hispano-Americana, la noche del 14 de marzo de 1896, Nueva York, Imprenta América, Imprenta América, 1896, p. 95.
15.Pedro Pablo Rodríguez: La República, Martí y la nación, en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/cuba/jiribilla/D/2003/n090_01/090_09.html , consultado el 18 de junio de 2008.
16. Véase Pánfilo D Camacho y Sánchez: La religión martiana, en Boletín Oficial (La Habana)II(enero de 1946)
17. Al respecto véase: Franco Rander: José Martí, reseña histórica, La Habana, Imprenta de Juan A. de la Cámara, 1915; Félix Lizaso: Aspectos de la biografía de Martí, en el País-Excelsior, La Habana, 17 de febrero de 1930; Martí. Novela histórica por un patriota, La Habana, La Moderna Poesía, 2001; Ramón Rivero y Rivero: José Martí: apuntes biográficos. Génesis de su gran obra política, Cuba, 1896; José M. Carbonel: José Martí (Discurso pronunciado en el Liceo de Guanabacoa, el 6 de junio de 1902), citado en Ottmar Ette: José Martí. Apóstol. Poeta, Revolucionario. Una historia de su recepción, Universidad Autónoma de México, 1995, p. 74; Néstor Carbonel: Martí, su vida y su obra, La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1923, pp. 9-85; Gonzalo de Quesada y Miranda: Así fue Martí, La Habana, Editorial Gente Nueva, 1977; Félix Lizaso: Medio siglo de culto a Martí, en José Martí. Recuento de Centenario. T 1, La Habana, Ucar, García S. A., 1953, pp. 294-330; Fermín Valdés Domínguez: Martí. Ofrenda de hermano, en el Triunfo (La Habana) 19/20 de mayo de 1908; reproducido en: “Revista Cubana (La Habana) XXI (julio 1951-diciembre 1952), p.274; Alfonso Hernández Catá: Mitología de Martí, Editorial Renacimiento, Madrid, España, 1929.
18.Pedro Pablo Rodríguez: La República, Martí y la Nación, en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/cuba/jiribilla/D/2003/n090_01/090_09.html , consultado el 18 de junio de 2008.
19. Al respecto véase Luis Rodríguez Embil: José Martí, el santo de América. Estudio Crítico Biográfico, La Habana, Imprenta P. Fernández y Cía, 1941; Gonzalo de Quesada y Miranda: Anecdotario Martiano. Nuevas facetas de José Martí, La Habana, 1948; Fernando Díaz de la Ronda: Martí Creyente, La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1944; Raquel Catalá: Martí y el espiritualismo, La Habana, Molina y Cía, 1942.
20. Ottmar Ette. José Martí. Apóstol, Poeta, Revolucionario: Una historia de su recepción, Universidad Autónoma de México, México, 1995p. 49.
21. Al respecto véase Adriano Páez: James Abrahán Garfiel, en: La Patria (Bogotá) no. 25, noviembre de 1881, pp. 2-3; Domingo Faustino Sarmiento: La libertad iluminando el mundo, en La Nación (Buenos Aires), 4 de enero de 1887, cita tomada de Domingo Faustino Sarmiento: Obras Completas, vol. XLVI, Buenos Aires, Páginas Literarias, 1953, pp. 166-168; Pedro Pablo Figueroa: José Martí, el Castelar Americano, publicado el 16.6.1891, en Santiago de Chile, pp-180-191, Darío Herrera: Martí iniciador del modernismo, en Letras y Ciencias, Santo Domingo, no. 97, julio de 1895; César Zumeta: José Martí (Párrafos del discurso pronunciado en Nueva York, en el Segundo Aniversario de la muerte de Martí), cita tomada de: Revista Cubana, La Habana, no. XXIX, julio 1951-diciembre 1952, p. 316; Rubén Darío: José Martí. Publicado en La Nación, Buenos Aires, 1 de junio de 1895; Nicanor Bolet: José Martí como literato, en Homenaje a José Martí el 19 de mayo de 1898, tomado de Ottmar Ette: José Martí. Apóstol, Poeta, Revolucionario: una historia de su recepción, Universidad Autónoma de México, México, 1995, p. 47.
22. Ottmar Ette: José Martí. Apóstol. Poeta. Revolucionario. Una historia de su recepción, Universidad Autónoma de México, México, 1995, p. 81-82.
23. Véase el criterio de Emilio Roig de Leucherin que plantea: “En 1899 sólo 16 cubanos representativos comprendían a José Martí, en Revista Carteles, La Habana, 29 de enero de 1939, p. 38.
24. “Quesada y Aróstegui intentó corresponder de la mejor manera posible a la tarea por él asumida; con todo, apenas en el año 1900 lograría publicar el primer volumen en Washington. Hasta el día de su muerte, acaecida en 1915, publicó un total de 14 volúmenes. A estos siguieron un volumen decimoquinto en 1919 y uno decimosexto en 1933, gracias a los enormes esfuerzos y sacrificios de Angelina de Quesada, su viuda, y de su hijo, Gonzalo de Quesada y Miranda”. En Ottmar Ette: José Martí. Apóstol. Poeta Revolucionario: Una Historia de su recepción, Universidad Autónoma de México, México, 1995, p. 70.
25. Véase la totalidad de la obra de Andrés Iduarte: Martí escritor, México, Editorial Cuadernos Americanos, 1945.
26. Al respecto véase: Pedro Pablo Rodríguez: La República, Martí y la Nación, en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/cuba/jiribilla/D/2003/n090_01/090_09.html , consultado el 18 de junio de 2008.
27. Al respecto véase: Pedro Pablo Rodríguez: Ob. Cit, consultado el 1

2 comentarios:

  1. Hola a todos, a mi me llama mucho la atención, como es que si Martí era considerado un Semi Dios, y todos esos atributos, una figura como el Generalísimo Máximo Gómez, quien prepara la Guerra del 95 gracias a que Martí lo invita a reunirse con él y Antonio Maceo en Nueva York para presentarles su plan de llevar a cabo una revolución y que ellos fueran los jefes, como es que Gómez no vota por él, para el monumento que va a reemplazar al de la Reina de España en el Parque Central de La Habana? y que fue retirado por el Gobierno de EEUU, sea reemplazado por su figura?, sin embargo vota por Jose Antonio Saco. Acaso lo consideró mejor que Marti?, con mas méritos?. El era muy allegado a éste, qué hizo no darle su voto para que la Estatua fuera de Martí? Eso me intriga mucho. Saludos http://cubaespanola.blogspot.com/2010/12/solo-16-votos-obtuvo-jose-marti-para.html

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  2. Perdón, Gómez dió su voto a Jose de la Luz y Caballero, en vez de a Martí. Saludos

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