Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu
El lugar de los intelectuales en la vanguardia ideológica de un partido político en este caso específico, el Comunista de Cuba, surgido en 1925, que representen los intereses de un grupo social dominante, tiene como referente básico a Antonio Gramsci, que señala elementos teóricos para comprender la relación martiano orgánico marxista / partido político / contexto histórico, y el lugar de la obra política de José Martí, su forma de selección e instrumentación, en las estrategias de poder en el marco de la Revolución Cubana.
En esta investigación se utilizan dos conceptos de Gramsci, tomados en calidad de préstamo, el de “continuidad” y el de “discontinuidad” de los intelectuales y su relación con las hegemonías políticas. El primero, comprendido como la inteligencia tradicional, orgánicamente incorporada a una situación histórica nueva, que preserva una nomenclatura de conceptos para caracterizar la realidad socio-histórica anterior.(2)
El otro, integrado por intelectuales surgidos de una situación histórica nueva, que representa, a partir de ese momento, un papel decisivo en la creación de la superestructura del sistema. Como regularidad se suman intelectuales tradicionales al grupo que ha preservado seleccionadas construcciones ideológicas, y de conjunto con el segundo, favorecen la articulación de una nomenclatura de conceptos para caracterizar y definir la nueva realidad social.(3)
Esta integración facilita la fundamentación teórica del proyecto que conducen los grupos sociales a los que sirven de voceros, serán los encargados de darle homogeneidad a la superestructura creada, y asumir un papel doctrinario como organizadores, educadores y dirigentes.(4)
A continuación se ilustra el proceso de formación de los martianos orgánicos marxistas tradicionales, conjuntamente con el condicionamiento histórico que los determina, y cómo surgen los martianos orgánicos fidelistas, devenidos marxistas, en un momento histórico nuevo, que requería de audacia para elaborar la conceptualización y argumentación que los cambios revolucionarios exigían. Lo curioso es cómo la teoría de Gramsci se implementa totalmente, al integrarse unos y otros para formar la intelectualidad orgánica martiana de la Revolución.
Al primer grupo de martianos orgánicos marxistas tradicionales, pertenecen Julio Antonio Mella(5) y Rubén Martínez Villena(6), encargados de transmitir una tradición crítica, de una intelectualidad comprometida con los problemas de la sociedad cubana, a partir de una imagen de Martí que funciona como contexto ante las circunstancias que enfrentan como Partido Comunista. Ellos son el enlace con la generación del 30 y sus voces más representativas: Raúl Roa(7), Juan Marinello(8) y Pablo de la Torriente(9), devenidos engarce con la generación del 50, formada por Fidel Castro(10), Armando Hart(11), que al llegar al poder político crean una intelectualidad orgánica agrupada en diferentes instituciones: “Centro de Estudios Martianos”, “Casa de las Américas” y la “Biblioteca Nacional José Martí”, que en la coyuntura de los 90 del siglo XX, ocupan un lugar central en lo que se ha denominado “Batalla de Ideas”, nos referimos a Roberto Fernández Retamar(12), Armando Hart, Cintio Vitier y Rolando González Patricio.
Todos, comprometidos por encima de sus intereses profesionales o creativos, con la obra revolucionaria; fundamentan una imagen de Martí que se aviene singularmente con los sentidos de lucha política que adopta la Revolución Cubana para asegurar su sobrevivencia.
A continuación se ilustran los argumentos que se defienden para ubicarlos a partir de la periodización sugerida:
En la primera hornada como parte del Partido Comunista y la tradición marxista que surge con él, descollan Julio A. Mella y Rubén Martínez Villena, que rompen lanzas a favor de la causa del proletariado cubano. El primero, considera necesario que se escriba un libro, que refleje la grandeza del pensamiento político de Martí, cuestionando a los intelectuales tradicionalistas, devenidos plumíferos dedicados a mitificar su obra literaria, al ponerla al servicio de las capas dominantes. Por eso concibe “Glosas al pensamiento de José Martí”, para tener un arsenal de citas, que permitan enjuiciar los problemas sociales y políticos que enfrenta la nación cubana. El glosario de citas y pensamientos se convierten, para Mella, en posibilidad latente de mirar a la sociedad cubana a través del lente martiano. En su artículo Intelectuales y contrarrevolucionarios señala: Intelectual es el trabajador del pensamiento. ¡El trabajador” o sea, el único hombre que a juicio de Rodó merece la vida, es aquel que empuña la pluma para combatir las iniquidades, como otros empuñan el arado para fecundizar la tierra, o la espada para libertar a los pueblos, o los puñales para ajusticiar a los tiranos.(13)
El segundo asume la función doctrinaria a partir del ejemplo y la obra de Martí, al renunciar a su obra poética para consagrar su inteligencia a la causa de los pobres de la isla de Cuba. Martí se convierte en clave y paradigma para los propósitos que trata en cada acción revolucionaria, es su inspiración, el mentor al que se vuelve para llenarse de luces. Se vuelve también hacia la obra política de José Martí como compromiso revolucionario sagrado, es el estandarte que iza ante las nuevas circunstancias que enfrenta como líder comunista. En carta a Jorge Mañach, Villena señala a propósito de su compromiso intelectual:
Si yo hubiera escrito un libro -no en versos bien pulidos sino en números poco poéticos y en ásperas verdades- demostrando la absorción de nuestra tierra por el capitalismo estadounidense, o las condiciones míseras de la vida del asalariado en Cuba, quizás aceptara y hasta pidiera que se editara por suscripción popular. En cuanto a la cotización dentro del gremio, como bondadosamente llamas al conjunto de los escritores, aparte de que no le daría al proyecto dignidad alguna, como crees, estoy y si cabe, más decidido a no admitirla.(14)
A través de José Martí llegan al marxismo tanto Mella como Villena(15). Su lectura de la obra política del héroe cubano, le da el referente cultural necesario para transitar hacia un marxismo contextualizado en la realidad social.
La segunda generación la integran intelectuales de vanguardia como Raúl Roa, Juan Marinello y Pablo de la Torriente Brau, devenidos continuadores del pensar a Martí como hombre de acción y político, a tono con el momento histórico que viven; actúan en defensa del Partido Socilista Popular (Nombre con el que se identificaba el Partido Comunista), como vanguardia llamada a transformar las amargas realidades que viven los desposeídos de la Patria.
La tercera, liderada por Fidel Castro, Armando Hart(16) y otros, asumen a Martí como mentor político mayor de la Revolución, el paladín al que deben volverse para darle la interpretación clave a los fenómenos históricos que ocurren en el mundo del que son parte.
En las tres generaciones se dan procesos de intercambios mutuos, determinados por su identificación y sentido de pertenencia con la causa de los marginados. Los ejes latinoamericanista, antimperialista, independencia nacional y solidaridad, constituyen pilares sobre los que se sostiene el Martí que construyen como emblema político, para darle crédito histórico y soporte de autoridad, a la obra de cambio social que cada uno se impone, en diferentes momentos del devenir de la nación.
Las dos primeras constituyen el grupo de intelectuales orgánicos tradicionales al Partido Comunista, encargados de preservar la continuidad histórica de las construcciones políticas de la obra martiana. Son el sostén teórico que encuentra la Revolución cuando triunfa, pues asumen la defensa de las ideas que esgrimen Fidel y sus compañeros, que crean, unido a los anteriores, sus martianos orgánicos afines, en función de la programación cultural que instrumentan. De conjunto, todos los grupos se integran y dan lugar al martiano orgánico de la Revolución.
En los años 90 del siglo XX estalla un volcán que cambia el curso de la historia de Cuba, se derrumban el Campo Socialista y la Unión Soviética, hecho que produce un fuerte efecto económico y moral en la isla. Entre los martianos orgánicos de primer orden - en este contexto - en la protección y nuevas selecciones de imágenes de la obra política de José Martí, se encuentra Roberto Fernández Retamar, que desde su posición de fundador del “Centro de Estudios Martianos” y director de “Casa de las Américas”, señala la conveniencia de una cura de silencio en torno al Maestro: ‘’un silencio del que debería salir una fidelidad absoluta a sus textos y una máxima seriedad al comentarlos. Pero tal solución no lo es en absoluto: sólo en momentos de malhumor o perplejidad cabe haberlo imaginado”.(17)
Esta urgencia de señalar la historicidad de la producción escrita de Martí, unida a una actitud axiológica comprometida con los mensajes del texto y el grado de honestidad que debe tenerse en su comentario, se convierten en normas para el ejercicio de la cultura martiana, independientemente del momento histórico que condiciona sus recepciones, de lo que se trata es de asumir las representaciones clasificadas de su obra como modelo paradigmático y formativo del cubano residente en la Isla.
Las reflexiones de Fernández Retamar giran alrededor del amor como ideal y sentimiento que caracteriza a los del lado de acá, y el odio que caracteriza el comportamiento del enemigo: anexionistas, letrados artificiales, poscolonialistas e imperialistas; ejerzores funcionales de los arquetipos que dinamizan el mundo en la contemporaneidad.
Armando Hart Dávalos, en uno de sus textos programáticos de los 90 puntualiza, en su condición de ideólogo y dirigente del Programa Martiano de la Revolución ‘’... exalten los más altos exponentes de la tradición política de Martí, que es la que ha colocado a Cuba en el alto sitial que hoy tiene en las relaciones internacionales ’’.(18) De hecho, vuelve hacia las construcciones políticas de la obra martiana, que configuran la tradición marxista cubana. El Martí político es izado como estandarte en las relaciones internacionales. Su simbolización se convierte en alternativa cultural, para asumir una postura ética al lado de los humildes, en defensa de procesos de integración continental de la América: “Solamente podremos hacerlo guiados por la noble aspiración del Apóstol, de convertir a Cuba en universidad del continente ’’.(19) Se percibe el manejo simbólico del ideario político de José Martí y el lugar de Cuba en América, como claves estratégicas para enfrentar la globalización neoliberal.
Cintio Vitier, en su carácter de decano de la vida y obra del Héroe de Dos Ríos, cierra filas al lado de la Revolución y su Partido, desde un compromiso institucional como intelectual, señala hacia la obra de Martí, siguiendo el ideal educativo de los griegos, esbozado por Werner Jaeger en su memorable “Paideia” al plantear que, la educación martiana versa ¨sobre las fuerzas que mantienen la cohesión de la comunidad humana…” (20) Cintio, a partir de este supuesto, entiende por educación espiritual en Cuba, la formación política que incide directamente ‘’de un modo u otro, en todos los niveles escolares.’’(21) Para su concreción señala dos condiciones, una institucional, como reflejo de los intereses de la Revolución: “Martí como materia de estudio’’(22); y la otra, concebir la enseñanza como “atmósfera espiritual dentro de la que ha de ocurrir toda asignatura y todo estudio’’.
Rolando González, en sus inicios presidente del “Movimiento Juvenil Martiano”; luego, director del “Centro de Estudios Martianos(23)”, institución gubernamental, con funciones estrictamente normadas por decreto ley del “Consejo de Estado de la República de Cuba” precisa: ’’…la concepción martiana sobre la cultura estuvo determinada por la condición de hombre político consagrado tanto a la conquista de la independencia patria como a la revelación, sacudimiento y fundación urgente de la América nuestra. ’’(24)
De hecho se aprecia que su juicio está condicionado por las funciones que ejerce en calidad de intelectual orgánico; es uno de los amplificadores de la tradición marxista, iniciada por Mella y llevada a su coronación por Fidel Castro.
¿Por qué Retamar, Hart, Vitier, y González Patricio asumen este comportamiento en el período estudiado?
La propia naturaleza de las funciones de dirección que realizaban y el carácter de sus investigaciones dirigidas hacia la esfera política del pensamiento martiano matizaron su imagen del prócer de Dos Ríos que, por supuesto, no excluyen otras zonas como la educación, el arte, el medio ambiente y las ciencias.
Por otra parte el hecho de estar comprometidos con el proyecto revolucionario y el ideal de justicia social de Martí los llevaron a priorizar ese momento político en la educación martiana, lo cual ha contribuido a la formación de un imaginario político sobre José Martí, que aunque no deja ser cierto y decisivo en ellos, no es el único.
Por supuesto, en quienes no resulta de su agrado la política, porque dicen no entenderla contribuyen a una profanación de la misma, elaborando actitudes apolíticas, que no son propicias para la construcción de un imaginario multilateral sagrado sobre José Martí en el que los objetivos políticos de soberanía y unidad nacional son puntales de una sociedad sana.
Un filósofo señaló, en uno de esos momentos dorados de reflexión, que la obra martiana ha funcionado como símbolo de condensación histórica: “...ha actuado como contenido, contexto y objetivo del pensamiento cubano de nuestro siglo: es el texto fundacional de nuestra nación. Todas las fundaciones buscan ahí el crédito de la tradición y el soporte de autoridad’’.(25)
Hasta aquí podemos realizar una breve evaluación de la función de José Martí en el imaginario marxista cubano. Entre los elementos fundamentales que deben señalarse son:
1. La construcción de una imagen política de José Martí en la tradición de pensamiento marxista cubana, privilegia lo político, cuestión teórica que dio una dirección auténticamente cubana a los procesos revolucionarios que vivió la isla en diferentes momentos históricos.
2. El partido marxista que surgió junto a ella, adquirió, transmitió y enriqueció una selección política de José Martí, que luego se integra creativamente a la Generación del Centenario, dando lugar en 1965 al Partido Comunista de Cuba, una institución que se declara martiana y marxista, cosmovisión que llega hasta nuestros días y determina el conjunto de normativas a partir de las cuales se desarrolla el proceso de aprehensión de la obra martiana.
3. De hecho es evidente la necesidad política de buscar los puntos coincidentes entre el pensamiento de Martí y el pensamiento marxista, para darle coherencia a una visión del mundo que ha tenido un fuerte impacto en la forma del pueblo imaginarse a Martí a partir del triunfo de la Revolución Cubana.
Notas:1. El estudioso francés Paul Estrade desarrolla una interesante fundamentación que justifica el hecho de ubicar una forma de recepción de José Martí en la tradición de pensamiento marxista cubana. Al respecto véase también el análisis que hace del citado asunto el alemán Ottmar Ette en su libro: José Martí. Apóstol, Poeta, Revolucionario: una historia de su recepción, Universidad Autónoma de México, México, 1995, p. 394.
2. Antonio Gramsci. La filosofía de las praxis, Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1997. p. 171.
3. Ibíd.….
4. Ibídem, p. 173.
5. Julio Antonio Mella: Glosas al pensamiento de José Martí, en Siete enfoques marxistas sobre José Martí. La Habana, Editora Política, 1985, p. 3-13. Véanse otros textos relacionados con Mella, entre los que se destacan: Raquel Tibol: ¨Julio Antonio Mella¨ en El Machete, México, 1968, Erasmo Dumpierre: Julio Antonio Mella. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975, Salvador Morales: La huella de Martí en Julio Antonio Mella, en Ideología y luchas sociales en José Martí. La Habana, 1975, Felipe Pérez Cruz: ¨Julio Antonio Mella y los fundamentos del marxismo en Cuba, en Contracorriente no. 7, La Habana, 1997, Olivia Miranda: Cultura y política en José Martí, La Habana, Instituto de Filosofía, 1999, Michel Lowy: El marxismo en América Latina, México, Ediciones Era, 1982.
6. Tanto Mella como Rubén leyeron la obra de José Martí editada entre 1918 y 1920 por Néstor Carbonell. Algunas zonas de la poesía de Villena hacen recordar los Versos libres de José Martí. Para Ana Cairo: “Quizás este hecho pudiera ser el punto para comenzar a meditar sobre la zona cultural de la recepción martiana”. En Martí en la República, en revista Temas, n. 26 / julio-septiembre 2001, p. 94.
7. El primer trabajo sobre el Maestro lo escribe a los 18 años, el cual titula Ensayo sobre José Martí. En 1927 cuenta con un prestigio ganado en la prensa y en los medios literarios. Sus escritos aparecen en la Revista de Avance y en la manzanillera Orto, donde aparecen artículos suyos sobre la producción poética de Martí en los que evidencia un conocimiento muy profundo de este. Véase de Raúl Roa: El fuego de la semilla en el surco. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1982; Retorno a la alborada. Universidad Central de Las Villas, 1964; La revolución del 30 se fue a bolina. La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1973; “Rescate y proyección de José Martí,” en Siete enfoques marxistas sobre José Martí. La Habana, Editora Política, 1978; de Orlando Oramas León: Raúl Roa, periodismo y revolución, La Habana, Editora Política, 1973; de Enrique de la Osa: Visión y pasión de Raúl Roa. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1987.
8. Véase de Juan Marinello: Americanismo y cubanismo literario en José Martí. La Habana, Editorial Hermes, 1932; Actualidad de José Martí; Martí, maestro de unidad. La Habana, Editorial Páginas, 1943; Caminos en la lengua de Martí, La habana, 1956; José Martí; escritor americano. Martí y el modernismo. México, Editorial Grijalbo, 1958; Ensayos martianos. Universidad Central de Las Villas, Dpto. de Relaciones Culturales, 1961.
9. Para ello Pablo de la Torriente concibe Diario de José Martí, en el cual analiza su ideario críticamente, para ello destaca sus méritos, pero también reconoce sus fallas. Véase a Víctor Casaus: Pablo: con el filo en la hoja, La Habana, Ediciones Unión, 1983, Loló De la Torriente: Torriente Brau. Retrato de un hombre. La Habana, Instituto del Libro, 1968, Zoe De la Torriente: Pablo de la Torriente Brau. La Habana, Editorial Pablo de la Torriente., 1995. Pablo De la Torriente Brau:”Carta al Comité Central del Partido Comunista de Cuba” en: Pensamiento Crítico #39. Abril de 1970. P 307, Julio Le Riverend: La república, dependencia y revolución. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales., 1973.
10. Véase de Fidel Castro: José Martí el autor intelectual, Editora Política, La Habana, 1983.
11. Véase de Armando Hart: Somos una consecuencia histórica de los mejores ideales de la edad moderna, Ediciones CREART. La Habana, 1997.
12. Véase de Roberto Fernández Retamar: Introducción a José Martí, La Habana, Centro de Estudios Martianos, Casa de las Américas, 1978; A un siglo de cuando José Martí se solidarizó con los mártires obreros asesinados en Chicago. En Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1988; Algunas consideraciones sobre cultura en José Martí, en Revista Honda, n. 1, 2000; Cuarenta años después, en Revista Honda, n. 4.
13. Julio Antonio Mella. Intelectuales y Tartufos. En Pensamiento y política cultural cubanos, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1986.Tomo I, p. 120.
14. Carta a Jorge Mañach de Rubén Martínez Villena. En, Pensamiento y política cultural cubanos, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1986, Tomo I, p.141.
15.Véase el libro de Michel Lowy: El marxismo en América Latina, México, Ediciones Era, 1982
16. Señalamos estas dos figuras, porque han sido las que han teorizado con mayor profundidad sobre su identificación martiana.
17. Roberto Fernández Retamar. Algunas consideraciones sobre cultura en José Martí. En Revista Honda No. 1 del 2000, p.19.
18.Armando Hart. Ética, cultura y política. En Revista Honda No. 1, 2000, p. 9.
19. Armando Hart. Ob. Cit, p.5.
20. Cintio Vitier. Martí en la educación superior. En Revista Honda No. 1, 2000, p.29.
21. Ibíden..,
22. Ibíd..,
23. En estos momentos se desempeña como director de otro centro.
24. Rolando González. José Martí y comunicación transcultural. Apuntes a las puertas de la mundialización. En Revista Honda No. 1, 2000, p.34.
25. Emilio Ichikawa. José Martí y una metafísica de la historia. En Anuario del Centro de Estudios Martianos No. 9, p. 150. El propio autor nos dice que: “...la política cubana ha adquirido en él uno de sus códigos fundamentales. Después de todo, Martí es como una clave de intercambio, un lenguaje...”, en http://www.eichikawa.com/critica/Miguel_Fernandez.html ; también es puntual cuando señala: “...cualquier político cubano del futuro deberá venir en nombre de José Martí, propóngase lo que se proponga. La audacia de la búsqueda se refiere al carácter irrenunciable que tiene su legado, el más alto en el marco de la cultura cubana y frente al que no se puede ser más que continuador; incluso en la ruptura o en la indiferencia.”; en http://www.eichikawa.com/critica/Miguel_Fernandez.html
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