Abel Prieto, su autor, nos presenta una caracterización del personaje Miguel Luna, que por momentos genera rechazo, y otras, aceptación. |
Por Arnoldo Fernández Verdecia.arnoldo@gritodebaire.icrt.cu
Un buen libro
engancha desde la primera oración. Con Viajes
de Miguel Luna no me sucedió así, llegué a confesar, luego de leer diez o
doce hojas, que no servía. “Corría o trotaba o más bien reptaba tórrida y lentamente aquel mes de agosto”. Así abría
las puertas a dos historias: la novela de formación del protagonista, Miguel Luna
(“Mikimún” para sus amigos); y el relato del primer viaje de Mikimún al
extranjero, a la imaginaria isla de Mulgavia en vísperas de la caída del socialismo.
Mi instinto alberga dudas. ¿Valdría la pena invertir
tiempo en 537 páginas?
Tenía varios textos
en cola, entre ellos, La carne de René.
Pero algo etéreo, quizás mi linaje espiritista, por parte de abuelo Jesús, motivaron un
haraquiri, del que luego no me arrepentiría.
Viajes de Miguel Luna
apela al ingenio y al choteo como fórmulas para reflexionar sobre procesos
destinales asociados a un escritor cubano, y a un sistema que naufragó en sus
propias heces: el Socialismo de Europa del Este.
Abel Prieto,
su autor, nos presenta una caracterización del personaje Miguel Luna, que por
momentos genera rechazo, y otras, aceptación. Lo describe gordito, pequeño
burgués, instruido en los clásicos; pinareño; y precoz en el español y el
inglés. Es el típico niño que sus colegas desprecian y recibe motes; pero
también es admirado por el conocimiento que atesora y sirve para sobrevivir en
el universo escolar.
Signan el
comportamiento sexual de Luna, una adicción
a la masturbación que no lo abandona hasta sus últimos momentos de vida. No
tiene actitudes ante el trabajo, padece complejos con su físico, que lo hacen incapaz
de atraer a alguna mujer, al menos se valora así mismo de esa forma. En fin, es un tipo de cubano crecido en décadas
anteriores al parto glorioso de 1959. Toda la complejidad de ese mundo anterior,
identifican al personaje, que desarrolla la peligrosa tendencia de querer ser
escritor, en una Cuba efervescente, matizada por transformaciones revolucionarias,
y la imagen machista del guerrillero que baja de la Sierra Maestra, dispuesto ha construir la
sociedad nueva, instalada en el imaginario, pero sin un acabado profético.
Miguel Luna
nos permite conocer las complejidades de su familia: disfuncional a partir del
exilio del padre a Estados Unidos por razones económicas; había perdido sus
propiedades en la
Cuba castrista; una madre que entra
en locura ante el viaje inesperado de su esposo; una migración forzada a La Habana por razones de vivienda; convivencia junto a tres tías beatas y
un tío espiritista: “Benigno”; una realidad signada por las escasez de
alimentos y la tosquedad en los procesos productivos de las industrias; un
mundo donde no hay espacio para la individualidad, pues tiene una razón de ser:
servir a la Patria. En ese contexto se desarrolla la vida de Luna. Muchos sueños permanecen
albergados en su cabeza, pero no le queda otra opción que estudiar para
profesor de español, e irse al servicio social en la Isla de la Juventud.
El interregno
que va de la universidad al adiestramiento en tierras de piratas, corsarios y
tesoros, determina sus inclinaciones literarias, y sobre todo, la vocación de
viajero, proceso que lo lleva a devorar literatura de viajes, ya iniciadas
precozmente en edades anteriores, pero que definitivamente consolida en estos años.
Balada para Eva es la
obra que lo hace famoso en la universidad, gracias a ella recibe un premio. Gana
reconocimiento y admiración en el mundillo literario, incluso es recibido en un
selecto grupo de escritores que se llaman así mismos: Los Tres. Con su ingreso serán: Los
Cuatro. Balada para Eva es la
narración en versos del proceso experimentado por el autor, al acudir a la mayor
adicción de su vida: la masturbación. Gracias a las emisiones eróticas que
generan los poemas, logró atraer a la mujer ideal: Eloísa Pantoja.
Miguel Luna
padece el trauma de la insularidad, proceso que permite al personaje,
reflexionar sobre limitaciones que sufre un ser humano rodeado de mar. Quizás
por esas razones, lo persiguen fantasmas de famosos viajeros en tierras
continentales: Phíleas Fogg, Marco Polo,
Gulliver, Aladino, Popeye, Simbad, Supermán... Viajar, viajar, romper las rejas
simbólicas de la isla. Todas las islas son prisiones, parece leerse en el
espíritu total del libro.
Las peripecias
realizadas por un creador para ingresar a la “venerable Unión de Escritores y
Artistas de Cuba (UNEAC)”, son
narradas con un toque de humor e ironía. Luna sueña ganar un premio que le abra
las puertas a la benemérita institución. Sin embargo, un peligroso crítico,
ensayista por más señas, ha leído su Balada
para Eva, al ser publicada en la universidad, y siente una fuerte hostilidad
hacia el autor, que no lo abandona nunca. Muchos malabares tiene que hacer el protagonista,
entre ellos, uno muy famoso, escribir para complacer al jurado que lo
evaluaría. Su amigo Heriberto Fresneda, alias
El Bemba, aconseja eliminar cosas, poner otras, para poder alzarse con el galardón.
La forma en
que funcionan los jurados literarios, en Cuba, son cuestionados desde la obra
en formación de Miguel Luna. En realidad no interesa la calidad, sino los
grupillos formados alrededor de uno u otro autor y sus poéticas, que como regla,
premian, a los que siguen su obra o les son afines incondicionalmente.
Finalmente,
Luna ingresa a la
UNEAC y viaja. Por ironías de la historia, vive los últimos días de un
país comunista, en Europa del Este, con el nombre imaginario de Mulgavia,
aunque bien pudiera ser, cualquiera de los que formaran parte del Consejo de
Ayuda Mutua Económica (CAME). La
interacción con personas e instituciones, ofrecen al escritor cubano, una
imagen de un país decadente, cerrado a la cultura occidental, atascado en las
coordenadas del realismo socialista; pero también, las complejidades de una
sociedad, al transitar hacia otro régimen, y alojarse el capitalismo en su espacio físico
y espiritual.
19 días de
Miguel Luna, en Mulgavia, ofrecen una mirada crítica, quizás en clave, tal vez
entre líneas, de lo que representa tener talento literario en una isla, que
premia la mediocridad e ignora la calidad. Luna tiene un alter ego, que lo hace verse
como un genio que merece más y es marginado de viajes, prestigios,
reconocimientos. En vida, sólo viaja a provincias, en el interior, a eventos sin
etiqueta. Otros son los que reciben honores, aplausos.
Evadirse de la
realidad, a través de la adicción a la bebida, es otra de los zonas desnudadas
ante el lector. Asoma el estilo de vida de un escritor, con mucha fertilidad
creativa, que decide anularse a sí mismo, ante la ausencia de oportunidades
para crecer espiritual y materialmente.
En la
distancia, Miguel Luna aprende que el odio no es fórmula para triunfar, a pesar
de perseguirlo durante cuarenta años. Aprecia el valor del mundo afectivo inmediato:
mujer, hijo y su único amigo (EL Bemba), aunque comprende que es un poco tarde
para recuperarlo.
Su pierna
gangrenosa, víctima de un vidrio adherido a la misma, durante una borrachera en
Mulgavia, devora gordura, estropea la fertilidad creativa, y asiste a la
mutilación de los últimos seres que aman y sienten por el socialismo. A pesar
del dolor, asume la decisión de denunciar, en rueda de prensa, a su regreso a
Cuba, los asesinatos masivos de que son víctimas, por parte de bombardeos del
capitalismo occidental.
No podrá
hacerlo. Llega a Cuba muy grave. Es internado en un hospital con un shock
séptico. Tienen que amputarle la pierna. Muere el 28 de septiembre de 1989, una
fecha simbólica en el calendario épico, fundación de los Comités de Defensa de la Revolución, un día antes de cumplir 41.
Para un escritor lo más preciado es la lengua materna. Miguel renuncia a ella, vísperas de la muerte. Sus últimas palabras las dijo en mulgavo: “Mulg-hüssh, mlg-hüssh, mulg-hüssh!”, las mismas que pronunciara una enana antes morir, víctima de bombardeos imperialistas. ¿Cuántas lecturas pueden hacerse del citado hecho? No pidió luz como Goethe. “El barrio exageró y vino en pleno o casi en pleno al último viaje de Luna”. “Los principales dirigentes de la UNEAC y de la Sección de Escritores no asistieron a la ceremonia… ”Lopito, el exnovio de Eloisa Pantoja “también estuvo ahí”.
Para un escritor lo más preciado es la lengua materna. Miguel renuncia a ella, vísperas de la muerte. Sus últimas palabras las dijo en mulgavo: “Mulg-hüssh, mlg-hüssh, mulg-hüssh!”, las mismas que pronunciara una enana antes morir, víctima de bombardeos imperialistas. ¿Cuántas lecturas pueden hacerse del citado hecho? No pidió luz como Goethe. “El barrio exageró y vino en pleno o casi en pleno al último viaje de Luna”. “Los principales dirigentes de la UNEAC y de la Sección de Escritores no asistieron a la ceremonia… ”Lopito, el exnovio de Eloisa Pantoja “también estuvo ahí”.
Mi haraquiri
ha terminado. Diversas ideas flotan. Miguel Luna llega a los 40 sin viajar a
ningún país del mundo. Tiene talento, a pesar de los defectos que caracterizan
su personalidad, pero el contexto en que se desarrolla, no favorece a las
individualidades creativas. Odio, alcohol, cigarros, pajas y lecturas, son antídotos
ante la mediocridad que invalida. Recibe como premio, por defender lo
individual ante lo colectivo, tremenda sátira, casi cercano a la muerte, e
incluso en su réquiem, viajar a un país decadente y socialista de apellido.
Abel Prieto ha
logrado, inteligentemente, apelando al ingenio y al choteo, construir el
arquetipo del creador cubano, hijo de una revolución utópica, que hizo como
Saturno. El mensaje final para los lectores: Sólo queda fantasear, desde el
trozo de tierra que recibimos “socialistamente”, e imaginar que un día, alguna
persona o institución, nos seleccionen para un viaje.
Tengo 40 años
anclado al fondo de la isla.
José Armando Fernández Salazar: El libro me gustó mucho, quizás demasiado largo y el final auqnue inesperado algo fofo
ResponderEliminarVale Mandy.....A mí me gustó la muerte de Miguel Luna al final, es una especie de requien adelantado, que profetiza la vida de un creador, envuelto en las complejidades de unas instituciones regidas por cenáculos y grupillos que necesitan poner límite a todo el que se acerca.
ResponderEliminarSolo se del texto este análisis... Sí leí de él "El vuelo del Gato."
ResponderEliminarLas etapas que reflejan estas obras las he pasado en primera fila de los "de a pie", en las trincheras de piedras e ideas... Y por defender principios ha pagado precios MUY ALTOS... Cuantas obras me frustraron, cuantas difamaciones y abusos, pero, logré cosas que perduran, muy a pesar de los burócratas.
Como dijo Fidel en Palabras a los intelectuales: "Teman a la posteridad, teman a las nuevas generaciones."
Abel, otro pinareño de pura cepa, gracias Arnoldo por este post.Buen libro para disfrutar en mis vacaciones. Un abrazo desde el oasisdeisa
ResponderEliminarJose Miguel Garofalo Fernandez: Suerte de Abel, que sin duda tiene naturaleza de escritor, pero con la ventaja de estar bien arrimado al Poder. Cualquier cosa que haga, sin chistar se lo publican. Hay algo de resentimiento en este comentario? Puede ser. Uno no es estatua de Sal, siente, padece y piensa. JMGarofalo.
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