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miércoles, 2 de abril de 2014

Libros en Cuba para cucuruchos de maní


Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeagua@cultstgo.cult.cu 

Mediodía por  mediodía me siento en el área exterior de la librería de la ciudad donde vivo. Desde esa ventana aprecio el mundo cercano y su lógica a veces insultante. También tengo la costumbre de  recorrer la sala de libros por la mañana y en la tarde.

El 31 de marzo, Día del Libro Cubano, sobre las 14 horas, varios vendedores de maní invadieron a las libreras,  en sus fauces brotaban palabras duras, muy duras: saquen libros baratos, saquen libros baratos, es la única forma de mantener la venta.

Observé atentamente a aquellas personas, eran humildes, muy humildes, no les interesaba mutilar La música en Cuba y La cultura en Cuba y en el mundo, de Alejo  Carpentier, la inmensa novela El tren pasa primero de la Poniatowska, o la necesaria edición crítica de las Obras Completas de José Martí; lo importante era el papel para  envolver la mercancía. 
 

Con la imagen de los vendedores de maní a cuestas, me volví  al pasado y pensé en las agonías sufridas por un escritor para publicar un libro;  no pude ignorar el costo industrial, la promoción, todo lo asociado a un hecho cultural como ese.

Un grupo de niños llegó con sus padres, querían textos para colorear; cerré los ojos y  los vi instalados en el futuro buscando libros de Carpentier, la Poniatowska, Martí;  no aparecían por ningún lado;   -en ese tiempo-, yo era un viejecillo recorriendo aquella sala, al que no le quedó más remedio que contarle la historia de los vendedores que usaban en el pasado obras maestras, clásicos cubanos, universales y  locales,  para hacer cucuruchos de maní.


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