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martes, 19 de septiembre de 2017

¿Ñángara o poeta?




Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com

Un “amigo” bajo sospecha. Unos dicen que para despojarlo de su teluricidad se dicen cosas. Las ofrendas florales a la vista pública. El pueblo sencillo con los ojos metidos allí. Barrios movilizados. Mucha gente extraña. Una llamada telefónica. La noticia cual pólvora sacude. “Era  uno de los nuestros”, dice un viejo en su caqui planchado. Entonces la gente lo eterniza en un duelo mitológico y olvidan al poeta, al narrador y lo llaman Tabo, ñángara y  se tejen  historias siniestras. Alejo, Virgilio, Mario, Lezama, Gabriel, lo apartan de su arca, aunque Eliseo Alberto lo defiende, Luis Rogelio Nogueras también. El arca parte al  futuro, muy pequeñito se ve al “amigo”, pero va entre los poetas; su obra habla, es su mejor expediente. Los ñángaras inician el festín de Calíope, saben que un mártir puede ser símbolo y eso no es bueno para los pueblos pequeños. Vendrán cantatas, homenajes, quizás amnesias provocadas; pero el ágora lo magnificará hasta disecarlo como animal común. Cerrados aplausos en el coliseo del patrioterismo; siempre los tendrá, aunque no lean sus libros de poemas, ni entiendan sus ensayos. Pan y circo. Todo respira  el nombre de mi “amigo”;  pero el va muy tranquilo en el arca, a pesar de las sospechas, porque sus poemas bastan para no olvidarlo. Los grandes poetas alcanzan el cielo; aunque algunos quieran fijarlos a la tierra.   

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