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domingo, 17 de septiembre de 2017

Amor y Dinero



Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

Metido en un Caracol, paso a paso, he comprendido la hora del día en que mejor se escucha el Amor. No todos pueden hacerlo, la mayoría sordos, atrapados en los deseos insatisfechos, nadan en las ansias de adorar un objeto; hasta llaman Maná al que por obra y gracia de la magia, los hace imaginar el Amor en una marca o algo muy valioso materialmente hablando; en fin, el metal falso que hace perder el sueño al  hombrecillo huérfano de ideas y afectos sinceros.   Pero el dinero hace falta, nadie puede ignorarlo, porque nos eleva y salva ante lo indigno. No es lo mismo el consumismo enfermizo de cosas, al consumo natural, indispensable para la vida. Comer un bistec de res, un pollo asado, un pescado al horno, un queso holandés, ¿nos hace acaso personas dominadas por el mercado pequeño burgués? En el consumo natural, no caben las ideologías diferenciadoras; los clichés soplados por ideologillos de  barro. Comer, vestir, recrearse, soñar, saberse Uno, sentirse Uno, aceptarse como Uno, es lo que nos da una personalidad y entonces viene lo de las clases sociales, los partidos políticos, los regímenes, las democracias de todo tipo… El hombre natural primero; luego todo lo demás; así lo leí en Martí, al escribir sobre Emerson. Creí que el amor a distancia era algo  dieciochesco, demasiado romántico, pero cuando se experimenta en la más profunda sensibilidad, entonces puede entenderse al poeta José María Heredia, al ideólogo de la nación cubana José Martí, al novelista Alejo Carpentier; trabajaron por dinero, pero amaron intensamente. Lo hacían para liberarse de las miserias que anulan el entendimiento y ponen ceguera en las decisiones más cuerdas. El dinero es el amo del hombre, error graso si lo valoras así. El hombre necesita el dinero;  enfocado de esta manera, salva, eleva, fortifica, dignifica, es un tonificante de la vida. Con él a nuestro lado podemos comprar libros buenos, viajar, ir hasta el Amor, donde quiera que esté;  ninguna ideología, por muy estricta que sea, puede detenerlo. Hay países que demonizan el dinero, no obstante, uno ve en la farándula  a los hijos de los ideologuillos, huyendo a ese mundo de supuestas frivolidades y falsas amistades, a darse la vida donde el humilde no tiene entrada, porque no tiene dinero, es un don nadie. El dinero compra todo, aceptado así, nos pierde moralmente. El dinero hace el milagro de la vida;  desde ese costado, aprendemos a valorarlo en una puesta de sol, un amanecer, el zumbido de un Zunzún,  el trino de una Tojosa; nos da el tiempo y la tranquilidad para apreciarlos. Viajar es el anhelo más grande de todo ser humano. Se aprende más viajando, que leyendo libros. Pero cuando uno vive en un círculo de humo y la vida se escapa entre los dedos como agua derramada, uno empieza por aceptar esa domesticidad  de lo mismo, lo de siempre, lo cotidiano; de tan natural, nos hace imbéciles, absurdos, esperamos todo de una instancia suprema y no hacemos nada por elevarnos, mirar a otros cielos, saber cómo es el chile de los mexicanos, la cerveza holandesa, un plato de mariscos en París, una pizza en Italia. Leer a los grandes viajeros hace daño si domina tus días la convicción de que nunca podrás hacerlo. Los jóvenes leen muy poco, quizás por eso son tan buenos viajeros, no temen lo desconocido; hasta la misma vida la dejan por alcanzar lo que sus pensamientos desean. ¿Acaso está mal que lo hagan?  No lo creo. Todo joven quiere probarse, saberse digno de la especie; puede errar, pero al menos hizo todo por lograrlo; lo triste es la cadena de lo mismo, siempre atenta  a las palabras, los goces y mandarte a un saco adonde van a parar las papas podridas, las que pueden generar la catástrofe ideológica. Lo podrido fuera de control. El temor de la papa contaminada es el arma de los ideologuillos. Se dice que la Cultura es la razón del Hombre; pero cuando se piensa como ideologuillo, la Cultura es peligrosa, porque tonifica el alma y hace desear al Hombre lo imposible en el reino de las papas sanas. Metido en un Caracol, mi flor cultivada en un asteroide llamada Carolina, lejos de los extraños, me ha enseñado la hora del día en que mejor se escucha el Amor. Me ha dado lo que el Maná niega a los buscadores de piedras falsas: el verdadero AMOR, no el de las papas, tampoco el distribuido por los ideologuillos. La tierra donde la he cultivado está abonada por la Cultura, allí no hay gusanillos, ni reinos de papas mansas. Crece, crece. Es UNA, como yo aprendí a SER UNO  en medio de los días falsos.

1 comentario:

  1. ALEJANDRA CAROLINA: GRACIAS POR SUS PALABRAS, TU ASTEROIDE...EN NOSOTROS NO HAY GUSANILLOS NI REINO DE PAPAS MANSAS, AQUI REINA EL SENTIMIENTO, EL VERDADERO AMOR QUE CRECE Y CRECE CADA DIA....TE AMOOOOOOOOOO

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