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viernes, 22 de diciembre de 2017

¿Qué poder tiene un intelectual en Cuba?


Slavoj Zizek.
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 
El sábado cuando ya pasaban las doce del mediodía llegó un viejo amigo a casa. Venía a buscar a Slavoj Zizek; antes habíamos conversado sobre este filósofo y  mis palabras lo habían cautivado completamente. El almuerzo me esperaba, pero mi amigo montó el potro de las palabras y se lanzó a galope, quería adelantos de mis lecturas, por qué libro comenzar, así que “El acoso de las fantasías” lo serví a la mesa. Frijoles, arroz blanco y ñame, debían esperar. Hablé del mundo de Lacan, de las máscaras  que en todo momento asechan sobre nosotros; me explayé en el tema de los espacios diseñados para la mierda,  por alemanes, ingleses, franceses y el tipo de filosofía oculta en cada uno de ellos. Hable de sistema y resistencia; de las normativas programadas para ejercer la dominación y las formas construidas por los hombres para sobrevivirlo; incluso del juego de máscaras; mostrarse en los deseos del poder y en verdad ser otro en lo simbólico.  Hablé sobre límites y resistencias en poderes totalitarios como el de Stalin, donde  éste era infalible, no se equivocaba, las encuestas favorecían el consenso en  torno a su figura; sin embargo, en lo profundo del subconsciente, las personas  ponían distancia porque en esencia era demasiada la presión y en algún lugar había que instaurar el reino de la libertad, así que nada mejor que el subconsciente, la libido, la anarquía del sujeto en lo moral; en cada uno podía ocurrir todo, menos la persecución de las ideologías  políticas, aunque no dejaban de estar presentes. Mi amigo quería leer a Zizek, pero me dijo en un arranque socrático, “¿qué hacer con un saber  así en el mundo real? La sociedad es cada vez más de los privilegiados,  de las élites económicas, de los que mandan.  Somos los últimos arcanos de un mundo sano. Aprender a Zizek es ser incendiario;  entonces, mejor Zizek guardado en la cabeza, que al descubierto; aunque de vez en cuando hay ser como Zizek, para que no olviden los mandones que tenemos algo llamado poder simbólico”. Me abrazó y salió a la calle. Destrozado su espíritu por la dolencia incurable de un hermano; me pedía resistir, resistir, pero no ser comemierda: “personas como nosotros, dijo, creemos en los libros; cuando en verdad a casi nadie importan. Es un pequeño goce. Hermano, abra los ojos, ya eso es un mundo perdido”. Lo vi alejarse y sentí profunda pena por "nosotros", una generación que puso todo el futuro en los libros, en filósofos como Zizek. (Clic  aquí  para descargar sus mejores libros)

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