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martes, 6 de febrero de 2018

A mi ciudad, Contramaestre, por su cumpleaños 105*


Por Moraima Zulueta Gómez. 

Contramaestre, mi ciudad, es una prolongación de mí misma y se me antoja que su lenguaje es mi lenguaje. Siento el susurro de sus calles que rememoran tradiciones no contadas y la complicidad de los edificios de todas las épocas maquillados para aliviar la esclerosis del sendero del tiempo. Como un bebé que apenas ha dado sus primeros pasos y tambaleándose ya quiere salir corriendo, así es ella, con ansias de crecer, madurar y ser armoniosa.

Se debate entre lo que fue y lo que quiso ser, entre lo que es y lo que desea, entre lo que será y logrará conseguir. Su soliloquio se escucha en cada uno de sus rincones, en cada esquina, en su única plaza, en sus diminutos parques, en cada casa, en el agua fresca del río que baña sus curvas y la realza como dueña del espacio en el que se asienta, para desde allí contemplar el verdor de las lomas lejanas o el ocaso del sol detrás de los naranjales que la abrazan. Así, crédula y desconfiada a la misma vez, se afirma a esperar que alguien venga a descubrirla, tomarla,  poseerla, domeñarla.

Ella canta, sueña día a día, sufre, llora, rabia, gime y sobre todo eleva su alma para ofrecerse a quienes la viven, a quienes solamente la acarician con su paso fugaz e incluso, a aquellos que la abandonaron y sobre todo a sí misma.

Caracterizar mi ciudad es fácil, personificarla, casi imposible, ella, nació de la voluntad de otros que solo querían manosear bajo sus bolsillos el precio de su valor y luego se fueron dejando atrás su fortuito destino que el azar y la voluntad de los hombres han convertido en su presente y proyectan hacia el futuro.

Con la travesía de los años se olvidó su génesis y quedó inconclusa su figura; hoy mi ciudad reclama desde lo más profundo, que su historia debe ser contada, no como una oda a su presencia, sino como una remembranza necesaria, útil, inevitable y sobre todo justa, pues su identidad se muere sin haber sido celebrada.

Aunque su perfil pase desapercibido detrás del cristal de un auto cuando alguien se aleja de ella; aunque sus nacidos no reconozcan su atractivo y a veces tristes deambulen por su organismo maldiciendo su existencia; aunque algunos no comprendan aún porqué la aman; aunque muchos la vean como un simple escalón entre su agrario pasado y su futuro urbanizado y capitalino en el mejor de los destinos, Contramaestre escondida guarda la esperanza de que un día se reconozca que el útero que hospeda la sabia y da vida a muchas otras semejantes con mejor suerte y esplendor, son ciudades como la mía.

*Tomado de Facebook

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