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domingo, 18 de febrero de 2018

La verdadera “Ruta Funeraria” de Martí Apóstol + fotos + videos



Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com

Yo creía conocer la “Ruta funeraria” del llamado más universal de los cubanos, José Martí; sin embargo, con pesadumbre,  el 17 de febrero  de 2018 tuve que  aceptar que era un analfabeto en algo tan esencial para la Cuba profunda, la que se lleva en el alma y se muere por ella; creo le sucede lo mismo a los once millones de la isla y probablemente a todos los que viven fuera de fronteras.

Es un comodín hacer la ruta desde  cualquier punto de la isla, por carretera, vía Jiguaní, luego Remanganaguas, Palma Soriano, San Luis y Santiago. Los barrios rurales, por donde transitó el cadáver  en esa travesía, son ignorados.  

Año tras año sucede lo mismo, los que organizan no quieren fango, polvo, marabú, gente humilde a su paso, café recién colado, a veces muy dulce, otras, demasiado amargo, abrazos sinceros, apretones de manos callosas, rodajas de queso blanco, tragos de aguardiente, alimentos criollos  de los que comen día a día.  Nadie quiere el sol abrasador que enrojece la piel. Salir de Dos Ríos, campo adentro, ver las casitas  asomadas a los campos, los guajiros arando la tierra u ordeñando las vacas, pastoreando el ganado; llegar al Jobo con la garganta seca, ver el tronco histórico, ya sin ramas; el sudor bañando el cuerpo; saber que Jorge Mañach estuvo allí; observar la escuelita, compartir con niños, maestros, gente del lugar; es un baño de cubanía esencial.

El camino a Remanganaguas es angosto, lleno de cicatrices, cruces de arroyos, barrancos, un verdor intenso, trino de aves de muchos tipos;  bohíos escondidos en el paisaje; personas que saludan sin conocerte. Llegar por el verdadero Camino real, cruzar el puente rústico, ascender la loma, ir hasta el punto más alto, recorrer el sitio donde estaba el Fuerte con capacidad para 24 soldados en sus dos plantas;  saber que el tercer descanso del cadáver fue allí, desde las nueve hasta cerca de las tres de la tarde del 20 de mayo de 1895; son esencias que uno no debe ignorar en su paso por Cuba. Sentarse a la sombra de unas ruinas, las raíces enormes asomando, imaginar que en ese patio estuvo el cuerpo del Apóstol, mecido por el aire, sin sus botas, su saco americana;  saber que de allí lo llevaron al cementerio y a las tres de la tarde, en una fosa cavada en tierra fangosa, bajo la llovizna, fue enterrado junto a otro cuerpo;  es algo grande. En mi mente, ese momento, las dos piedras para identificar la tumba, el saco negro;  las postas de cuatro soldados relevándose  cada cierto tiempo. Desde el Fuerte, parte telegráfico para comunicar la noticia. Viaje del médico forense; las peripecias que debe hacer para cumplir el encargo. El 23 de mayo de 1895, 5:30  de la tarde, inicio de la exhumación, olor a cuerpo podrido, gusanos a la vista,  sonido de moscas en vuelo de rapiña; de tan descompuesto, el embalsamamiento no es total, se salva lo que se puede. El corazón y las vísceras, dice el primer alcalde de Santiago de Cuba, Don Emilio Bacardí, quedaron en aquella tierra. A la luz de unas velas; terminan.  Ya son las siete de la noche. De allí lo llevan a la segunda planta del Fuerte. Hasta el 25 permanece en el Barrio. Ese día, a las diez de la mañana, deja atrás a los Sánchez y al viejo Ferrán que hicieron la caja rústica de cedro para su cuerpo. Una hora de camino, entre lodo, tierra blanca, bueyes arrastrando carretas en medio de la campiña, caballos con jinetes solitarios a bordo;  la guerrilla de Quintín Banderas hostigando el paso; el teniente coronel Michelena maniobra; a la vista, un frondoso anoncillo, ordena breve refresco a la tropa, toman agua dulce del Remanganaguas que llevan en las cantimploras.  En otra hora de camino llegarán a la Aduana. Suben una empinada loma de color leche;  el marabú campea, la exploración avisa que en Arroyo Blanco espera Quintín. A la sombra de una guásima y una palma real, ya pasado el mediodía, 12: 30, nuevo descanso del cuerpo. La tropa aprovecha  para comer algo y entonces después del arroyo, doblan a la izquierda y se esfuman entre los campos hasta llegar a la zona del Tamarindo, por allí salen al camino y van hasta lo que hoy se conoce como el Mirador. Banderas sabe el engaño; no le queda otra que regresar sin cumplir la misión. Ya el cuerpo sin vida, del Apóstol, el Maestro, el precursor del movimiento literario modernista,  está en Palma Soriano. Es 25 de mayo de 1895. La tarde señorea sobre el Cauto.

Casi a las tres de la tarde, regreso a casa,  el cuerpo me pide agua fresca, alimentos; pero muy dentro de mí, algo palpita profundo; hoy he tenido el inmenso honor de tomar trillos, veredas, el antiguo Camino real de la isla y vivir en cuerpo y espíritu la verdadera “Ruta funeraria” del cadáver de Martí. Ahora entiendo porque Eduardo Chibás la hizo por similar destino, tenía necesidad de crear un verdadero Partido del Pueblo Ortodoxo, el partido que rescataría la dignidad de los cubanos en el Centenario del nacimiento de su Apóstol.

Galería de fotografías más serie documental en video: "Remanganaguas: la ruta funeraria"


 

 

2 comentarios:

  1. Tremendo articulo, me pareció que lo estaba viviendo

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  2. Novedades que sumo a lo mucho que "creía" conocer sobre el tema, cuanto agradezco estas esperiencias...

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