Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
En
la mañana el monstruo amarillo a la vista. Aprecié su matrícula (chapa decimos por acá), no había duda.
Sacudimiento interior. Lo dejé ir. Juré por Dios que nunca más montaría.
Recordar que bastó una hora y cinco minutos para llegar a Santiago de Cuba,
hacía temible montarse nuevamente sobre algo así.
Lo
vi tomar rumbo a Bayamo, miré el reloj; tenía tiempo. A las nueve debía estar en la presentación de
nuestra serie documental: “Remanganaguas: la verdadera Ruta funeraria de José
Martí”, en el "25 Coloquio de Literatura", que auspician la Biblioteca Provincial 1868 y la Sociedad Cultural José Martí de la provincia Granma.
Claxon.
Era una bestia azul, de cristales amplios y buena ventilación. No me quedó más
remedio que tomarla. La verdad, viaje tranquilo, con algunos sobresaltos en su
competencia por recoger pasajeros de los tramos y quitárselos a otros; pero finalmente llegué bien.
Eran
las ocho de la mañana y ante mí crecía imponente la estatua del hombre más rico
del Departamento de Oriente en la
Colonia y uno de los más acaudalados de Cuba, el patriarca
Francisco Vicente Aguilera. Fui hasta él, me tomé un selfi, luego llegué a las
ruinas de lo que fue Necrópolis de Bayamo y allí encontré otra muestra de
reverencia al patricio bayamés.
Estatua de Francisco Vicente Aguilera. Fot. Arnoldo Fdez. |
En
esa ciudad no se recuerda bien al jerarca de Cabaniguán, al hombre inmenso, el
líder del famoso triunvirato formado además por Francisco Maceo Osorio y
Pedro Figueredo. Murió pobre en Estados Unidos.
Por
esas cosas inesperadas, tuve que volverme orador de ocasión, pues las condiciones
no fueron creadas, para al menos
compartir un capítulo de nuestra serie documental, pero que bueno, eso me dio
la oportunidad de conversar sabroso con la gente de Bayamo, las bibliotecarias,
personas espléndidas que hicieron muchas preguntas y se mostraron interesadas
en nuestro libro “José Martí, el Apóstol de Remanganaguas”.
Mi
colega en el periodismo Juan Carlos Roque presentó el “DVD Remanganaguas: la verdadera Ruta Funeraria de José Martí”;
habló de los valores formales, de contenido y el valor histórico de las
imágenes tomadas.
Los
bayamameses son tan hospitalarios que vivimos intensamente un potaje de
chícharos que gentilmente una muchacha de ojos azules sirvió para nosotros.
Luego llegó el arroz blanco, el mogo de plátano y carne abundante, sin miseria,
bien elaborada. Comimos divinamente. No faltó el postre y al final, un
exquisito café fuerte, entre amargo y dulce, una delicia.
Todo
el tiempo lo compartí con mi vieja amiga, ya jubilada, “Rosa la Bayamesa”, una persona
que sabe mucho de español y literatura. Con ella aprendí hoy de nuestro José
María Heredia, de José Martí. Conocí a la camagüeyana Teófila Acea Antúnez, gran mujer, a
pesar de la edad, presidenta de la Sociedad Cultural José Martí en Bayamo. Es el alma del Coloquio junto a las
bibliotecarias de Bayamo.
Pero
el día se estropeó al regreso, cuando montamos una bestia roja de truenos
delirantes. El gentío encima, el calor comiendo el cuerpo. La sed
amenazando. La gente diciendo heces a
aquel chofer, al machacante; pero ellos eran una tortuga silente, en todas las
paradas de Bayamo a Contramaestre, pararon. Salimos pasadas las 2 de la tarde y
llegamos sobre las cuatro. Terrible final. Dentro de mí, un monólogo tremendo,
llamé “maricón, puta y todo lo que se me metió en la cabeza a aquellos
irresponsables”. Nunca lo hice en voz alta, pero una mujer sí, varios niños,
una anciana… Era tanta la desesperación.
Bayamo
es una ciudad bella, su gente es mucho mejor todavía, pero con los camiones
peseros, uno nunca sabe, “cuando no llegan, se pasan”. Tiene razón el Bacalao de las cuatro cruces
cuando afirma: “La desgracia de
cualquier cubano es montar un camión pesero”.
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