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viernes, 25 de noviembre de 2022

PABLO, ETERNAMENTE PABLO


Por Arnoldo Fernández Verdecia 

Cuando el socialismo se desplomó en aquella geografía tan extraña a la nuestra, un grupo de muchachos caminamos kilómetros para ir a un concierto de Pablo Milanés en la plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba. Nada nos detuvo, ni el hambre, ni la sed, ni el calor, ni las horas de pie en medio de una muchedumbre enardecida que gritaba sus canciones; sentíamos que no resistiríamos, pero era el Pablo de Yolanda, de Ámame como soy, de Yo no te pido, de Comienzo y final de una verde mañana; valía la pena estar allí. Decir Pablo, era sentirlo junto a Gal Costa entrando en nuestra juventud y creer en ese amor que nos estruja con tan solo un beso y la vida es un estado de ensoñación del que no queremos despertar. Pablo vio el socialismo real convertido en polvo, pero nunca dejó de cantar, soñar, dudar; creció en sus canciones hasta encontrar la identidad de la que nos habló en “Ya se va aquella edad”.  Envejeció esperando una disculpa. Murió convertido en sabio de sí mismo. Aprendió que lo suyo era escribir canciones e interpretarlas.

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