Cuando el gusano se convierte en mariposa y echa a volar, la naturaleza regala al hombre el espectáculo de lo bello; algunos pasan de largo y no se detienen a verlo, otros prefieren apreciarlo en toda su grandeza.
Esa mariposa vuela sobre las flores, escoge la de su agrado, nadie se atreve a negarle ese derecho, porque nadie como ella para apasionarse ante lo hermoso y hacerlo suyo.
Hay hombres que sienten placer cazando mariposas, otros prefieren verlas libres, danzando en los jardines.
Los que van en contra de lo bello, se quedan en el gusano, en la caza indiscriminada; nunca tendrán capacidad para entender que de un madero podrido, un día saldrán miles de mariposas a volar.
Llamar gusano a una persona por creer en el vuelo de la mariposa, siempre tendrá de su lado a una banda de fanáticos, de esos que no les temblará la razón para cortarle las alas y negarle el derecho a ser libre.
Teresa de Ávila me anima a decirle a los que llaman gusano a otros hombres:
"Gusanos de seda somos, gusanillos que hilamos la seda de nuestras vidas y en el capullito de la seda nos encerramos para que el gusano muera y del capullo salga volando la mariposa."
Gusanos somos todos, lo que muy pocos llegamos a ser mariposas.
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