domingo, 4 de octubre de 2009

Hundido en el juego

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

Conversar con Osmel Valdés Guerrero, uno de los miembros del grupo literario Café Bonaparte, sobre su percepción de la poesía en los 90, es importante para el que quiera conocer como un escritor del interior, en Cuba, se representa ese proceso literario.

Valdés Guerrero( 1971) es un midas con espejuelos que confía en la palabra y sus efectos al extremo de querer tocarlo todo y convertirlo en literatura. Tiene publicados los libros de poesías: “La ira del cordero”, y "Coda final" (soneto), por Ediciones Santiago 2005 y 2008 respectivamente.

AFV: ¿Se puede hablar de novísimos que definan la poesía en la década de 1990?

Osmel Valdés Guerrero: Hay un generación de estilo, de pensamiento, para nada proporcional con la generación de los 80. Esta influyó a la generación de los 90, pero no se prolongó en ella, hay un divorcio total, las temáticas son más abiertas, se enfocan más a lo social. Lo marginal se vuelve una canción en casi todos los poetas. En el caso de la décima hay figuras que la ilustran como Ronel González y José Luis Serrano, y en la poesía el propio Eduard Encina.

AFV: ¿Son necesarios los circuitos publicitarios para dar a conocer las poéticas individuales en los 90?

O V G: Se han quedado en los límites de la provincia, lo que se conoce en Holguín no se conoce en Santiago y viceversa, ese mismo fenómeno ocurre en el resto del país. No hay comunicación, estamos aislados en cuanto a difusión de corrientes literarias.
Es necesario que se rompa el esquema entre las publicaciones provinciales y las publicaciones nacionales, y que los encuentros de poesía no sean tan elitistas, sino un poco más cuidadosos a la hora de seleccionar escritores.

AFV: ¿Cuál es la crítica vital para la poesía de los 90?

O V G: En mi generación no hay crítica, la que existe es complicidad pues ayuda a los más laureados, hay un pacto entre ellos, no hay buena agresión, no se atreven a decir los defectos de las poéticas.

AFV: ¿Qué significados tienen en tu poética la filosofía y la teología?

O V G: Todos mis trabajos parten de la teología. Eso cambió por completo la poesía, ahora empiezo a ver las cosas un poco más de arriba, como alguien que no está en el juego, pero también un poco más de abajo y que conoce lo que es estar hundido en el juego.

La filosofía, sobre todo la antigua, los griegos, los romanos, su mitología, me influenciaron desde siempre, un poco también la marxista, en eso crecimos, nos formamos, todo ese tipo de influencias hicieron de mí una especie de cóctel filosófico extraño. Nunca me ha gustado definirme con alguna filosofía, sino crear la mía propia, tomé de las que mencioné lo que más se adaptaba al tipo de persona que soy, pero todo esto se transforma al llegar la teología y empiezo a creer más en lo que no veo.

Fíjate si tienen un significado importante que estoy trabajando un libro en respuesta a uno de José Luis Serrano titulado “Para un examen de fe”, en el que experimento algunos conceptos del filósofo Federico Niechtze, como los de la teoría del superhombre y la muerte de Dios, que se relacionan mucho con el renacer religioso de estos tiempos.

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