Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu
Muchas veces me he preguntado por qué en la segunda mitad del siglo XX no floreció el ensayo social en Cuba como ocurrió anteriormente. Confieso me ha sido difícil comprender que un país, que eliminó el analfabetismo y editó libros masivamente, no promoviera la reflexión y la polémica como ejercicios sanos para mantener oxigenadas sus instituciones públicas.
Es cierto que nos educamos en el liderazgo de un solo hombre, y ello nos condujo a soluciones cómodas, a no pensar y asumir las cosas sin la necesaria valoración que reclaman, para hacerlas con sentido del deber, no para complacer una retórica que muchas veces no se comprende.
También es real que las circunstancias han cambiado y debemos construir el país en una situación límite que no admite equivocaciones. Pero hay que eliminar de la mentalidad de muchas personas las fórmulas facilistas, el despilfarro y sobre todo la corrupción. Hay que facilitar la polémica y nada mejor para ello que promover el cultivo del ensayo social, ese que analiza un asunto y obliga a dialogar en condición de iguales.
Los cubanos tienen mucha cultura política, es verdad, pero tienen muy poco sentido de lo saludable que es la crítica imparcial, bien argumentada, pero eso sólo es posible si hay personas capaces de enfrentar el discurso de las ideas con ideas sólidamente defendidas.
Cuba necesita en la actualidad una hornada de ensayistas sociales, que analicen con sentido del momento histórico cada problema, y promuevan un diálogo del que salga la nación mejor comprendida. Sin exclusiones, ni paños tibios, siempre fundamentando el costado ético de cada reflexión y no terceras intenciones.
De lo que se trata es de salvar una Revolución que el primero de enero de 1959 despertó las frustradas esperanzas de los ciudadanos pobres, dueños de su destino a partir de ese momento, y no esperan otra cosa hoy, que mejoras en el país, pero sin rumbos inciertos ni hostilidades banales. La Revolución Cubana le dio al pobre el derecho a soñar y eso ninguna sociedad futura podrá arrebatárselo.
Fotografía: Intelectuales cubanos. En primer plano, Joel James, uno de los polemistas de la sociedad cubana, ya fallecido, segundo de derecha a izquierda.
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Los sueños, sueños son ( de Calderón de la Barca ) creo que nuestro pueblo necesita, a estas alturas, dejar de soñar y vivir de la realidad, con miras más ambiciosas de futuro aprovechando lo mucho positivo de su pasado reciente y su presente.-
ResponderEliminarNo olvides "amigo" "La ciudad del sol" de Camapanella, "Utopía" de Tomás Moro. Calderón de la Barca como poeta tuvo su momento y a ello debe sus frustraciones. Los sueños valen porque nos mantienen sobre Rocinante y nos hacen ver donde otros solo vislumbran espinas. Saludos Arnoldo
ResponderEliminarEstimado Arnoldo:Me gusta filosofar con lo tangíble.- Efectivamente, Calderón " un clásico grande, por lo menos de la listeratura española, tendría su momento como " otros Grandes" pero la frase está más que vigente.-
ResponderEliminarMuchos tuvieron su momento y tambien a ellos se deben muchas frustaciones, que podrian ser corregidas.-
Rocinante, flaco, solo podía con un soñador loco,existente, gracias a la pluma de Cervantes,.
Arnoldo,valoro positivamente y respeto con gran cariño tus reflexiones, pero los años y " experiencias " irán actúando; no te olvides que los hombres son ellos y sus circunstancias.-
Abrazos muy martianos: Pepín