Arnoldo Fernández junto a Al Marino en el Obelisco a José Martí en el Jobo |
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Sábado
24 de marzo de 2018. Desde la Terminal
Serrana de Santiago de Cuba la voz de un amigo llega a través
del teléfono: “No puedo ir a Contramaestre. Es muy tarde. Mis bolsillos no
cubren el viaje ida y vuelta”. Ya pasan las diez de la mañana y siento haber
perdido el día. Pero ya la expedición tras la “verdadera Ruta funeraria de José
Martí” está armada y no puedo negarme al viaje. Hablo de al menos tomar
imágenes para dos capítulos, pero alguien me convence para irnos hasta el “Jobo
Martí”, allá en los límites con la provincia Granma. Miro el reloj nuevamente y
es casi una locura, pero decidí apostar por lo imposible y salimos. Nos reímos
al llegar a Cruce de Lajas, porque de Santiago para acá puede leerse un cartel
que dice “Cementerio Remanganaguas” y de Contramaestre para allá, “Cementerio
Remanganagua”; bromeamos sobre el autor,
quizás olvidó la s o tal vez no alcanzó la pintura. El polvo muchas veces
intentó tragarse el carro; otras, la
pericia de Michel Sánchez, el chófer, nos libró de canarreos, cunetas
peligrosas y desfiladeros agresivos. Pasamos Remanganaguas, El Sitio de la Virgen de la Caridad, La Sociedad…A la vista, la
escuela José Martí sobre una pequeña loma a la derecha. A la izquierda, el “Obelisco” donde está el
tronco del Jobo legendario, que diera sombra al cadáver de José Martí en la
noche del 19 para el 20 de mayo de 1895. En aquella tierra, el cuerpo
ensangrentado del Apóstol, descansó por
varias horas; dicen los lugareños que su sangre abona el lugar. Tomamos en
nuestras manos pequeñas porciones de tierra sagrada e imaginamos a la columna
española bajo la lluvia, en aquellas horas luctuosas para la Cuba insurrecta. Lo que fuera
un campo de béisbol está sobre sus espaldas; totalmente en ruinas. “Aquí se
jugó muy buena pelota hace décadas. El equipo del “Jobo Martí” era famoso”,
dice una persona. La voz venía de un grupo de hombres que conversaban entre
nostálgicos y alegres. Vamos a ellos. Saludamos. Un señor moreno, muy alto,
dice haber aprendido mucho de Historia de Cuba con aquella gente humilde. Jaraneamos.
Lo creo un santiaguero más, de esos cubaniches tremendos que creen tener al
toro cogido por los cuernos y se burlan de los guajiros por hablar cantando. Grata
sorpresa, después de tomar varias imágenes, dice que en Estados Unidos lo
llaman Al Marino; tiene un doctorado, siete
bachilleratos y varias maestrías. Habla siete idiomas, diserta en Caló (zincaló),
francés, inglés, ruso, alemán, latín y griego. Mi sorpresa es enorme. La de Al
Marino también. Razono sobre la “verdadera Ruta Funeraria de José Martí”, la
que millones de cubanos ignoran; “Al” se
sorprende, me sigue en mis argumentos. Luego hablamos de crítica social,
poesía, historia, idiomas, grandes biografías. Asoman las emociones. Lo
entrevistamos porque era todo un suceso encontrar, en campos de la Cuba profunda, a un
enciclopedista tan ilustrado, pero además, “revolucionario de conciencia”, no
de esos que llevan levita y no tienen conocimientos para juzgar con lucidez la
obra de los hombres en cualquier latitud del planeta. Dice ser amigo del
campeón olímpico y mundial Juan Torena;
antes jugó baloncesto en Santiago y llegó al equipo nacional; luego “Al” pasó al atletismo, llegó a
formar parte de la nómina del equipo grande, fue campeón juvenil en 800 y 1500. “Al” lleva 38 años viviendo en los Estados Unidos.
Este es su viaje 82 a
Cuba y por esos azares del destino lo encontramos en el “Jobo Martí”, adonde
llegó por casualidad, porque su amigo Osmani Álvarez Reyes, campesino del Sitio
de la Virgen habló del lugar y quiso conocerlo. Nunca
imaginó encontrarse con profundos devotos de Martí, envueltos en la quimérica
aventura de mostrar en imágenes de video, lo lugares históricos de la “Ruta
Martiana” ignorados por millones de cubanos en todo el mundo y en la misma
isla. Cuando todo parecía concluir, “Al” nos invitó a una cerveza y almuerzo
criollo. Bajamos el Camino real. Cruzamos el río “Jobo Martí” y en la falda de
una pequeña elevación estaba el “tour”; abordamos y fuimos a la casa de Osmani.
Tomamos café. Llegaron cervezas cristales sudorosas. La conversación creció en
tonalidades diversas. “La mesa está servida”, dice Ana Maris Díaz, la señora de
la casa por cierto; un delicioso pato a
la salsa, arroz blanco, viandas y ensaladas a la vista. “Somos pobres; pero
limpios. Compartimos lo que tenemos de
corazón, precisa Osmani. Ya en la mesa, siguen los diálogos sobre filosofía,
economía política, literatura, pedagogía, “Al” diserta sobre la espiral
ascendente como método pedagógico y el círculo concéntrico. Es un placer
escucharlo en su profunda sabiduría. Ya pasan las cuatro de la tarde y tenemos
que seguir a la Escuelita
19 de mayo. La abuela de Michel nos espera. Nos despedimos. “Al” va hasta el
carro y nos llama amigos. En el nuevo trayecto asoma lo que hubiera sido la Autopista Nacional,
lomas peligrosas, hay que bajarse para evitar sorpresas. Nos reciben con pan, queso blanco y jugo de
naranja. Conversamos un rato. Luego seguimos a Dos Ríos, pero un tío de Michel
tiene listo chilindrón de ovejo y hasta su finca pecuaria llegamos. Una inmensa llanura con sitios para ganado,
chivos, cabras, gallinas y ovejos, pintan
nuestros ojos. Sirven comida para un ejército. Muy exquisito todo. Breve
descanso y vamos al destino final. Son las siete de la noche. Todavía el sol
asoma sobre el Obelisco de Dos Ríos. Pueden verse rosas blancas en la
jardinería y bandadas de zunzunes que vienen a mí una y otra vez. Bajo a la
margen derecha del río Contramaestre, aprecio sus aguas, intento rememorar el
momento fatídico del Apóstol. Me parece verlo en sus baños diarios, el café
recién colado en la casa de Rafael Pacheco. La noche amenaza sobre el guasimal
que bordea el afluente y regreso, escalo la pendiente con trabajo, subo una
cerca. Vuelvo al sitio. Sigo las chinas pelonas que Máximo Gómez ordenó cargar
para identificar el lugar exacto de la caída. El sol se apaga. Regresamos
al carro. Atrás el zunzún, la rosa blanca, el té de higo. “Está muy turbio el
Contramaestre”. Regreso a mi pueblo. Más de 100 kilómetros de camino durante el día. Son las diez de la noche cuando abro la
puerta de mi casa.
Imágenes de mi recorrido por la verdadera Ruta funeraria este sábado
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