Sólo queda aliviarlo de las tristezas que anulan del hijo viciado en el alcohol la mujer que esparce herraduras por doquier y tiene cocos prendidos a las esquinas de la finca. |
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu
Abuelo ha visto una mariposa negra
es mi padre –dice- resucita del polvo
viene a buscarme -no entiendo qué me quiere decir-
en mi cumpleaños apareció
sentado a los pies de la cama
sus manos acariciaban mi soledad.
Al despertarme –la mariposa seguía atada
al techo- Mi corazón está agotado
Dios tiene la última palabra, dijo.
En mi enfermedad papá retornó
estaba conmigo en el hospital
me acariciaba el cabello
como lo hacía ante
los miedos que no sabía explicarme
o ante aquel espíritu
que me perseguía de niño
y aún hoy aparece.
Leo en sus ojos la certeza de la muerte
Me duele no ser su padre real
aunque me esfuerzo en construir castillos de fe
para alimentar las fantasías de sus últimos días
sabe que se irá y me abraza muchas veces,
como si se despidiera ante la noche eterna
que sabe cercana
habla de matar el gallo padre
comer las últimas empanadillas
una sopa hecha por mi mujer
y nuevamente me abraza.
Sólo queda aliviarlo de las tristezas que anulan
del hijo viciado en el alcohol
la mujer que esparce herraduras por doquier
y tiene cocos prendidos a las esquinas de la finca.
Queda esperar que la muerte sea buena
y no lo haga sufrir al llevarlo a su reino.
Por el momento
sigue anclada al techo –la mariposa-
de vez en cuando –intenta el vuelo-
pero es azuzada por el padre de mi Abuelo
que sigue sentado a los pies de la cama.
1 de junio de 2013.
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