Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
2018 se despide, no es como otros
años; pocos puercos (machos) han gritado en el vecindario ante la puñalada
mortal; si dos o tres lo hicieron, fueron
muchos. Reina el silencio, como si un dolor profundo inundara los corazones. Algunos
pintan sus casas, otros, toman rones
baratos, los menos, más caros.
Pocas varas de asar en la calle. La gente metida en los patios, casa adentro; quiero creer que es fin de año;
incluso cuestiono el puerco de mi vecino, demasiado grande para cuatro o cinco
personas, pero es la tradición y no interesa si queda más de la mitad, lo
importante es el ritual, buscarlo en el corral, poner el agua
caliente, el sacrificio, coger la sangre
para morcillas, el hígado para la sabrosa jandinga con yuca; ponerlo a
escurrir y finalmente el aliño, con
todos los picores necesarios.
Llega la hora del puerco, debe estar listo antes de la medianoche. Empieza la gente a
darle timón a la vara, como jocosamente dicen por acá los lugareños. El humo
toma cuerpo, se ve desde lejos, estallan los cueros, la grasa asoma, el olor es
más sabroso que el mismo asado, la boca se hace agua y uno siente ganas de
comer cueritos, llenarse las manos de grasa, arrancarle una pata delantera, se
ven doradas. Pero ni un pan viejo para
pincharlo y ponerlo bajo las cascadas que llueven desde el asado.
Un amigo me dice de los vinos de
Bayamo, otro de los de Santiago, lo real, no hay ninguno y nosotros queremos
vino, no esos rones cálidos que ponen la bemba encendida.
La tarde empieza a caer; es 31 de diciembre de 2018 en Cuba. Apenas unas horas para entrar en
2019. Las pocas varas giran a la vista pública; las manos cansadas se rotan,
casi es la hora de comer y los cubanos empiezan a felicitarse; todo es música y
razón, como diría José Martí, porque "...los días de fiesta reponen las
fuerzas y suavizan las iras". ¿Qué nos traerá el 2019 cubanos?
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