miércoles, 1 de noviembre de 2017

Cama uno

Eduard Encina presentando el libro "Cuba con los mismos bueyes", en la red social Facebook. Fot. A. Fdez.

Por Luis Enrique Jerez Domínguez 

Te veías fuerte, lúcido,  eterno.
¿Cómo adivinar las fisuras del tiempo?
¿Cómo descubrir la persecución de las sombras?
Imposible imaginar los cíclopes andantes.
Eres el primero en la poesía, en la sala;
imaginativo,  intrépido jinete
en mil batallas:¡ el primero!
El asedio del uno en las curvas
Eres la prefiguración del tiempo,
un ángel anticipado por la luz.
Las miradas te seguían por doquier
Siempre tenías una palabra  exacta,
 mirada penetrante, sonrisa espléndida.
Tú talón de Aquiles estaba en el centro:
Un pulpo te comía entero, no lo sabías,
Tal vez lo intuías, por eso tus palabras fueron:
De profeta, de maestro, de poeta
Pluma, fuego, tempestad:
Un cuerpo herido, despedazado,
un alma limpia, generosa.
Faón te hubiese envidiado
Afrodita te mira con admiración
Safo de Mitelene tiende su mano,
Santiago de Cuba conoció de tu estoicismo,
De los días en que sobran las palabras
Se niega el sol salir, llueve  como diluvio
Y es que el universo estremecido:
Despide un hijo ilustre, imprescindible
Hombre imagen, hombre luz
Arcoíris, látigo, manantial.
Estás en tu “pueblo de estatuas y gorriones”:
En tu mujer amorosa, en tus hijos.
Ellos no comprenden la ruptura
del bastión, padre, raíz:
Te llevaste la luz del espacio
 la alegría del viento
La mansedumbre de una paloma.

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