Jorge Labañino Legrá, autor del libro "Un cadáver ideal" |
Por Arnoldo Fernández
Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Un psicoanalista
no recomendaría este libro; mucho
menos un político; ambos tendrían la certeza de lo escatológico, del límite
entre lo real y la locura. Un profesor
de literatura cubana lo apartaría de su programa, porque estaría viendo una
película de terror no apta para sus alumnos. Nada que esperar de los
historiadores, -como avecilla de alto vuelo-, pasaría por ellos.
El mismo título
es una suerte de ironía socrática: “Un cadáver ideal”. ¿Acaso alguno puede serlo? O ¿Se necesita
idealizarlo para su futura resurrección?
Dice Mario
Vargas Llosa que los escritores tienen
que desprenderse de sus libros anteriores. Así sucedió con “La casa verde”,
nada que ver con “La ciudad y los perros”; o uno que me gusta tanto; para mí,
la mejor novela histórica que se ha escrito en lengua hispana: “La fiesta del
chivo”.
Jorge Labañino
Legrá, este hombre con apellido de Héroe, al que llamaremos Puro porque es más
cercano; tiene muy claro el acierto de Vargas Llosa. Sus libros anteriores,
“Oración del que traiciona” y “Rumor de higuera”, no tienen nada que ver con esta nueva entrega.
El que venga a leer a un Puro sublimado en la torre adonde ascienden los elegidos
únicamente, se llevará un susto tremendo. “Un cadáver ideal”, es un Puro
diferente, con la lucidez de saber que el poema tiene que bajar a la polis y
dialogar con los zombis, aunque los zombis jamás lo hagan, porque son sólo eso,
Zombis; pero siempre hay un loco que encuentra lo
subterráneo y el poema puede revelar un nuevo acontecer histórico; porque de lo
contrario, la poesía se lee así misma y no testimonia el tiempo, no comunica esa sensibilidad profunda.
Quizás la
crítica pudiera decir que estamos ante un libro de poemas, demasiado cubano,
atrapado en el laberinto de lo inmediato, casi como un periódico que refleja en
titulares el mundo que acontece y lo fustiga desde los géneros más audaces. ¿Qué
habría de universal en estas páginas? Yo creo que es un texto que forma parte ya del expediente social de la América Hispana, sobre “Nuestra
América mestiza”, porque de alguna manera testimonia las voces acosadas en lo
insular y las visibiliza con una
lucidez, tan sencilla, que a veces uno
teme a los cazadores de frases, a los
lectores entre líneas, a esos mismos Zombis
que quieren odas, decimillas rocambolescas y cancioncillas demasiado
sentimentales, para estar en paz con los héroes, la misma Historia, los líderes.
Este es un libro
nacido en los límites, allí donde alguien grita y nadie escucha, donde alguien
muere y nadie se entera, donde la vida pasa
y nadie la registra. Donde “Cortar cabezas es el fundamento y el plan”, donde “hay que
jugar con sigilo para no perderla”, “Donde la cabeza es la próxima patada que
se espera”.
¿Por qué Cuba
debe leer un libro así?, me diría un funcionario de cuello blanco y barriga
regordeta, de esos que se hacen los cheches montados en sus yipisotes, como
diría Guillermo Vidal Ortiz en “Las
alcobas profundas”. Respondería: Porque Cuba necesita restaurar la fe, el
diálogo de esencias, la utilidad de la virtud. Conseguirlo requiere la certeza
del cadáver, sus gusanos, el hedor, la oscuridad, el asco, el mismo vomito si
fuera preciso, para que se produzcan los
estados nacientes y el hombre sea árbol de su destino.
“Un cadáver ideal”, es algo más que el humano ante su
librero buscando el cadáver de la rata amarilla que apesta y el líder que yace
bajo ella. Es un libro que busca el sol, aunque se empeñe como Sísifo, en ir
una y otra vez adonde el hedor es impuro y los rayos acribillan a los que se
atreven a nombrarlos.
POEMAS EN LA VOZ DEL AUTOR
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