Aquí fue mortalmente herido Carlos Manuel de Céspedes, para luego caer barranco abajo como "un sol que se hunde en el abismo" |
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
En Bijagüal, a orillas del “Contramaestre”, se produjo la
destitución del iniciador de la
Guerra de los Diez Años, Carlos Manuel de Céspedes; allí confluyeron los odios de todos aquellos
que nunca perdonaron su gallardía patriótica.
El 27 de octubre de 1873 cesantearon de la presidencia al ser humano que
José Martí llamó sabiamente: “hombre de sueños heroicos y trágicas
lecturas”.
Dos días después,
esa misma gente lo despojó de sus ayudantes, la escolta y la servidumbre. Durante tres meses fue
tratado como prisionero por cubanos indignos agrupados en el Gobierno de la República en Armas.
Lo autorizaron a moverse libremente el 27 de diciembre de
1873; entonces inicia un peregrinar que lo lleva hasta San Lorenzo; donde vive
sus últimos días. El 22 de enero de 1874 tiene la primera vista del “Contramaestre”,
desde un lugar llamado “Lajial”; baña el cuerpo por vez primera en sus frías
aguas.
El 23 de enero de 1874 llega a San Lorenzo, a las 8:30 de
la mañana; allí anota en su Diario: “San Lorenzo está situado á la margen derecha del Contramaestre…”.
Toma su agua diariamente; incluso las comidas tienen el
encanto del “Contramaestre”. En esos primero días allí, la lluvia y el frío no
lo dejan ir a bañarse sistemáticamente. A partir del 29 puede hacerlo
regularmente al mediodía: “pienso repetirlo
cuantas veces me sea posible, aunque es muy fría el agua…”
A unos veinte metros del bohío habitado por Céspedes vivía
Francisca Rodríguez, quien tenía una hija quinceañera llamada cariñosamente
“Panchita”; cuya juvenil compañía amorosa “encontró el solitario de San Lorenzo
en su obligado retiro”; ella disfrutaba
las caricias del “Contramaestre” junto a Céspedes en una poceta escondida,
donde crecía el fuego de una pasión que trajo a la vida un hijo nacido en
Santiago de Cuba y registrado con el nombre Manuel Francisco Rodríguez Gómez;
los mismos apellidos de la madre.
El sábado 7 de febrero de 1874 hace una anotación
premonitoria: “Hoy al salir p. el baño,
noté q. se había podrido y roto el cordón de seda negro con q. traigo
al cuello la medalla de la
Caridad que mi Anita me mandó de Nueva York”. ¿Era acaso el
hecho un mal presagio? La tela desecha,
puso en riesgo la imagen de su protectora; el “Contramaestre” dio una señal y
la sujetó con algo más fuerte; de todas
maneras, sabía que las cosas no iban bien, su vida corría peligro; por eso día
tras día reiteraba el mismo ritual terapéutico del baño, casi siempre al
mediodía, momento donde el sol estaba bravo y las aguas servían de alivio a sus
piernas agotadas y a la angustia padecida por la desidia de los que nunca le
perdonaron ser el Iniciador de la guerra libertaria. En su Diario queda
registrado la última vez que lo hizo: jueves 26 de febrero: “...me sorprendió
la lluvia al regreso del baño…”
El viernes 27 escribe largo en su Diario, juzga duramente a
cubanos torcidos que tanto daño hicieron a su vida, entre ellos el Marqués de
Santa Lucía, Salvador Cisneros, lo llama: “Ignorante, arruinado, petardista,
vicioso, puerco, no gozaba de más consideraciones q. la q. le daba su título…”; uno por uno el
filo de su palabra caracteriza a sus
enemigos hasta en los detalles más íntimos.
El baño al mediodía no puede hacerlo; el Bon San Quintín
llegó sorpresivamente; Céspedes huyó buscando la protección del
“Contramaestre”, al cual pensaba lanzarse desde un barranco de cuatro metros de
altura, pero no pudo conseguirlo, antes fue abatido por una bala española o quizás disparada por el mismo; no olvidar que su muerte es un misterio
todavía no aclarado definitivamente por la ciencia histórica. Una furnia a
orillas del “Contramaestre”, abriga el cuerpo sin vida del Padre de todos los
cubanos: “como un sol de llamas que se hunde en el abismo”, escribiría Manuel
Sanguily años después.
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