jueves, 13 de diciembre de 2018

Aquellos carnavales de Contramaestre que no volverán


Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com

El hombre vive fuera de Contramaestre  hace 30 años; por eso llega al pueblo y viene con aquella imagen congelada de finales de los 80 del siglo XX. Cree que el carnaval es un momento del año donde los seres humanos olvidan los límites y se mezclan en los espacios diseñados para recrear la identidad. En su candor recuerda los debates con los socios del barrio, donde comparaban los de Contramaestre con los más famosos en todo el mundo: los de Río de Janeiro y Santiago de Cuba. Había mucho orgullo, porque todo carnaval tenía algo propio en la geografía cultural de la isla. El de Contramaestre, no era la excepción.

Acodado en la baranda de uno de los apartamentos del Edificio Rodríguez, me dice: “Si partimos de los orígenes, en principio se hacían  en los días  de San Juan, considerado el Santo Patrono de Contramaestre;  su símbolo mayor. El Casino Hispano-Cubano creó una comisión de festejos, encabezada por los hombres emprendedores del pueblo, responsables de la organización, la contratación de las orquestas.

“Si somos consecuentes con la historia, al Carnaval de Contramaestre vinieron grandes agrupaciones y figuras de Cuba, entre las que sobresalen La Aragón, Maravillas de Florida, Los Van Van, Barbarito Diez, Elena Burque, Rosita Fornés, Celina González, elencos de altura de las novelas que se ponían en la televisión de entonces…

“Pero Contramaestre también tenía sus congas propias, Los Invasores, Los Mambises del siglo XX, la de Ignacio Carreón, la del Paseo de "Nana" Mondéjar y La 4 de abril. En honor a la verdad, había espíritu y pasión por tener un sonido, una identidad propias en el ambiente conguero de oriente.  Nombres como Juventino Zamora "Leguén” y  Eliseo Odio, deben considerarse fundadores de ese movimiento, que en los años 90 del siglo XX, se perdió por completo y hoy no puede hablarse de congas originales de Contramaestre, sino de músicos que forman un team y a eso llaman los organizadores, conga para salir del paso”.

La sabiduría de aquel hombre me sometió a la contemplación más pura de sus argumentos, no rebatí nada; me limité a escucharlo, porque de los sabios, los que han vivido, uno debe aprender. Había colaborado en importantes revistas y sus palabras eran consideradas en el mundo del carnaval,  sagradas. Un breve paneo por la ciudad, sus lugares, la distribución de las ofertas culturales, gastronómicas y nuevamente el gurú habló:

“Uno hecha de menos a la tarima de la Avenida Rabí, frente al gobierno, donde vimos tocar muchas veces a Fautino Oramas, la Original de Manzanillo, Candido Fabré junto al combo Samuray y luego con la Unión Sanluisera.  Tarimas en calles  aledañas a la Carretera Central, con diversidad de ofertas musicales y ventas gastronómicas para todos los públicos.

“Se nota la ausencia de juegos de participación, rifas, palo ensebado, grupos de pequeño formato animando la vida en las calles, el Burrito Yeyé;  los cabarets del movimiento empresarial, la emulación sana que tenían entre ellos, por dar el mejor servicio”.

Con dolor seguí al hombre en su reflexión, todavía anidaban en sus pensamientos aquellos tiempos donde decir carnaval, era algo amplio, deseado;  donde comer en la calle era una fiesta innombrable como diría el poeta José Lezama Lima. Las conclusiones del sabio fueron demoledoras:

“Todo ese espíritu del Carnaval de Contramaestre se perdió, es necesario repensarlo en nuestro tiempo, en función de encontrar aquellos elementos que lo identifican y hacen único en la geografía cubana.

“Importante proteger al pueblo de los especuladores, los estafadores, que proliferan hoy a montones para llenarse los bolsillos a costa del hambre de divertirse.

“Si queremos un carnaval que sea recordado por nuestros hijos, nietos y bisnietos, tenemos que dotarlo de empeños culturales propios, no carrozas contratadas en otros lugares, no congas para salir del momento, no esas pipas amontonadas sobre las arterias principales, donde unos hombres desesperados cobran lo que no vale un poco de cerveza a granel. Contramaestre merece carnavales pero en tiempos de San Juan, como lo hicieron los creadores de este pueblo”.

Abracé a aquel hombre, tan sabio, inmenso; era el espíritu del señor Vicente, ya ni recuerdo sus apellidos, encarnado en uno de sus sobrinos, residente en Puerto Rico, de visita en Contramaestre por estos días.

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