Mi gato Mitton. |
Mi gato Guaidó. |
Por
Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Siente júbilo asesinando gatos inocentes. Es muy feliz haciendo esas cosas.
Vive junto a una mujer con problemas nerviosos. Su única pasión, las plantas ornamentales de su patio, que, por desgracia, tiene frontera con el mío.
Allí van mis felinos, abonan la tierra, pero él no lo cree así y pone trozos de carne o pescado hervido con canela, nuez moscada, pimienta molida o abundante bicarbonato.
Siente júbilo asesinando gatos inocentes. Es muy feliz haciendo esas cosas.
Vive junto a una mujer con problemas nerviosos. Su única pasión, las plantas ornamentales de su patio, que, por desgracia, tiene frontera con el mío.
Allí van mis felinos, abonan la tierra, pero él no lo cree así y pone trozos de carne o pescado hervido con canela, nuez moscada, pimienta molida o abundante bicarbonato.
Mis dos gatos Guaidó y Mitton ya no me acompañarán en las tardes. |
Primero
mi gato Mitton, luego Guaidó, -así todos, si no haces nada para detenerlo-, me dice un amigo.
Agachado lo observo andar. Sus ojos tienen odio acumulado de años; parece un demonio, de esos que habitan cuevas y tienen la esvástica de los que se creen con derecho a exterminarlo todo, porque no aceptan la diferencia, otro tipo de vida que no sea la elegida por ellos. ¡Cuántos como él a nuestro lado y no lo sabemos!
En
la madrugada cavo dos fosos de 80 centímetros, luego
envuelvo en viejas telas a Mitton primero, Casio después; merecen un entierro con honores, porque en mi
patio nunca reinaron hurones, ratas
malolientes o guayabitas desagradables.
Mis gatos dormían sobre el librero, parecían de yeso. En lo personal, sabía seguro cada ejemplar conservado. Eran centinelas de la luz que mi malvado vecino apagó para siempre.
Escucho el canto de su canario encerrado en una jaula e imagino qué sentiría si alguien lo asesinara; pero no soy como él. Mi vecino es un tipo raro; no conversa con nadie y en sus ojos habita un odio de viejos tiempos estalinistas; allá, cuando hizo de las ideas una trampa para cazar a inocentes.
Agachado lo observo andar. Sus ojos tienen odio acumulado de años; parece un demonio, de esos que habitan cuevas y tienen la esvástica de los que se creen con derecho a exterminarlo todo, porque no aceptan la diferencia, otro tipo de vida que no sea la elegida por ellos. ¡Cuántos como él a nuestro lado y no lo sabemos!
Tumba de Mitton. |
Tumba de Guaidó. |
Mis gatos dormían sobre el librero, parecían de yeso. En lo personal, sabía seguro cada ejemplar conservado. Eran centinelas de la luz que mi malvado vecino apagó para siempre.
Escucho el canto de su canario encerrado en una jaula e imagino qué sentiría si alguien lo asesinara; pero no soy como él. Mi vecino es un tipo raro; no conversa con nadie y en sus ojos habita un odio de viejos tiempos estalinistas; allá, cuando hizo de las ideas una trampa para cazar a inocentes.
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