lunes, 18 de enero de 2021

LA VIDA EN CUBA TAN CARA COMO EN LA MISMA EUROPA


 Por Salvatore Raiola.                                           Oigo el ruido de una moto que pasa por mi casa, salgo y le silbo al motorista,  largo y agudo como pastor. Vuelve y le pregunto si quiere ganar 50 pesos para llevarme a Contramaestre, ida y vuelta. Me había telefoneado una amistad para el queso, obviamente con el 99 como costumbre de mis conocidos cubanos que nunca tienen saldo en el celular, para decirme que le acababan de traer un excelente y fresco queso, como te gusta, agrega. El tiempo  de ponerme un pantalón corto y una camiseta y volamos hasta Contramaestre. La señora me esperaba fuera de su puerta y, incluso antes de pesar la rueda de queso, me hace probarla seguiendo mi degustación con una sonrisa. Mi okey la hace feliz porque tenía mucho que decir sobre la compra anterior. También le compro tres libras de frijoles colorados, aunque a un precio prohibido con el inicio de este año y de un nuevo y incierto sistema monetario. A estas alturas, los costos de vida en Cuba son comparables a los de Europa, debido a una inflación galopante y, en mi opinión, con pocas posibilidades de salida. Me vuelvo a poner el casco mientras una hermosa mujer sentada en las escaleras de la casa me sonríe con sus grandes ojos de pantera negra. Contentos por las compras volvemos a la carretera principal, después de cruzar una calle estrecha llena de agujeros y fango, seguidos de mil maldiciones del motorista y obviamente las mías con dientes temblorosos. En la primera intersección, una patrulla de la policía le indica al motorista que se detenga. Era garantizada una multa ya que casi ningún motorista tiene una licencia de mototaxi. Conozco al policía y ante mi saludo nos deja seguir deteniendo la moto que nos sigue para no ponerse en ridículo por levantar la mano en vano. Me echo a reír, mientras el muchacho, aún asustado, permanece en silencio hasta que llegamos a mi casa. Le doy el precio pactado y con una sonrisa le digo: "Esta vez también salimos con suerte, tu pudiste evitar un viaje caro y yo tuve la suerte de comprar algo de comer, dados los tiempos actuales". Entro en el portal de la casa con la bolsa chorreando leche y apurado por abrir la puerta mientras el joven, ya recuperado del miedo, me grita: "Salvo, Salvo el casco no está incluido en el precio del alquiler".

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