domingo, 30 de junio de 2024

VIÑETAS DE TIERRA ADENTRO (MI ODISEA CON EL OROPOUCHE)


Por Arnoldo Fernández Verdecia

A pesar de lo mucho que hice para evitarlo, entró a mi cuerpo. El primer día, batalla campal durante la mañana, la tarde y la noche, entre mis defensas y el virus: altísimas fiebres, sudoraciones, cansancio, dolor agudo en la vista, la cabeza, los oídos, escalofríos, diarreas, asco, pérdida total del apetito.  Al amanecer del segundo día: intenso dolor sacro-lumbar, tanto que no me deja caminar. También dolores profundos en el hígado.  Todo el día y la noche bajo el mosquitero. Siguen las fiebres, la sensación de agotamiento infinito. Lo único que me pide el cuerpo es líquidos frescos, así que lo complazco tomando jugo de cerezas. Con el tercer día, desaparecen las fiebres, pero sigue la sudoración, el peso en el hígado, el dolor sacro-lumbar me obliga a caminar doblado. Asoma ligero rash, sazonado con una levísima picazón en la espalda. Aún me acompañan las diarreas. El cuerpo a punto de tocar fondo. Las sudoraciones y las fiebres me acercan al desmayo. Un milagroso jugo de caña levanta mis energías. Tengo una convicción profunda, de no comer bien, el virus se hará estacionario en mi cuerpo, así que en la tarde le gano la partida a mi falta de apetito. Me quedo dormido. Al despertar, ─cuarto día─, creo estar bien y celebro el regreso a la normalidad, pero al salir de la cama, aún el dolor sacro-lumbar muy fuerte, sudo copiosamente, tengo ligera molestia en el hígado. En el baño, celebro la desaparición de la diarrea, del rash. Creí que lo peor había pasado, no imaginé posible durante la mañana, la tarde y la noche, el regreso de las fiebres altísimas, del dolor de cabeza, de oídos, de la pérdida total de apetito, del asco, de los temblores.  Algo nuevo aparece: dolores en las encías. Logro dormir gracias a una tableta de paracetamol y una para el asco. El dolor sacro-lumbar me despierta, total arrengamiento, intento levantarme de la cama y me voy contra la pared, golpe fuerte en la cabeza. Siento ganas de morir, porque el virus ataca con saña mi cuerpo y casi lo rinde. Paso todo el día sin comer nada, sólo me hidrato una y otra vez. He perdido unas 10 libras de peso corporal.  Llega el día cinco y consigo desayunar. Sólo voy al baño a orinar. Regreso a la cama, al encierro del mosquitero. Tarde y noche con diarreas. Mi apetito negado por completo a la normalidad de antes. Durante el día seis, el dolor sacro-lumbar se mantiene, las diarreas igual, la sudoración. No me da fiebre. Desaparece el asco, el calambre en las encías. Paso más de 12 horas sin probar alimento. Cuando la noche empieza a caer pruebo un bocado, cuarenta minutos después me quedo dormido. Al amanecer del día siete, mi cuerpo con más energía; aún sigue la diarrea, doy gracias a Dios porque no tengo dolor sacro-lumbar. Parece que vuelve el milagro de la salud, ojalá y sea posible, porque el virus de Oropouche aunque no lo consideren los expertos letal, es tan invasivo que degrada el cuerpo como sistema, lo hace blanco de un ataque despiadado hacia todas sus funciones vitales; si la persona no está bien alimentada, las diarreas, las sudoraciones excesivas, los vómitos y las altísimas fiebres, ponen en peligro su vida. La clave de todo está en la capacidad del cuerpo para resistir y superar el virus, por eso es indispensable mantenerlo hidratado, ayudarlo con tabletas de paracetamol cada ocho horas, y untar mentol sobre las sienes, para que no cese de luchar hasta expulsarlo. Durante estos días me he mantenido bajo el mosquitero, el mayor tiempo que he podido, para romper la cadena de transmisión, no he recibido visitas; la gente olvidó olvida- esos detalles, por eso el virus se metió bien adentro de nosotros, aún sigue haciéndolo, sin darnos tiempo a reaccionar, a comprender, tampoco hemos sido ayudados por los medios, ni por las autoridades sanitarias, ni por la cobertura legal de medicamentos del sistema de salud, tampoco existe una canasta básica que permita a las personas recuperarse en el menor tiempo posible de sus estragos. La prevención no funciona. Barrios enteros caen diezmados por el virus y las autoridades sanitarias niegan la presencia del mismo en algunos municipios como el mío, Contramaestre. Ahorita está en todo el país, es cuestión de horas, y “no será letal” como dicen ustedes para que la gente no se alarme, pero he visto caer como espigas a unas cuantas personas que de no ser auxiliadas a tiempo hubieran muerto, personas que físicamente se veían muy fuertes, sí eso ha sido así con los más actos: ¿cómo será el impacto en personas de la tercera edad, postrados, enfermos crónicos? Es hora de asumir con sentido del momento histórico la gravedad de un virus, que, en la mayoría de los casos, deja muy mal parados a las personas para seguir con su vida normal. 

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