Por Arnoldo Fernández Verdecia.
Estoy bajo asedio, trompetillas por todos los frentes, no se cansan de atacarme. Una y otra vez se lanzan contra el tul, gracias a Dios resiste. Las trompetillas parecen una sinfónica, ¡son tantos los instrumentos!. Me tapo los oídos, resisto, pero el enjambre no se cansa y embiste en todos los frentes. Adentro miro el reloj y no avanza. Tengo el cuerpo anegado en sal, no sopla nada de aire. El ataque es más violento en todos los frentes, el tul resiste. Veo el enjambre moverse a uno y otro lado buscando la hendija oportuna. Lo veo gracias a la linterna del móvil. Todas las noches el enjambre viene, ataca en todos los frentes. Lleva más de cuatro años intentando tomar mi posición. Afuera siento al vecino lanzar trapos al viento, a él también lo ataca el enjambre. Las pocas veces que veo el televisor, alguien dice allí: "¡Resistan hijos, resistan!. ¡Sean creativos, hijos, creativos!" Lo dice tan serio que casi le creo. Ya casi las tres de la madrugada y sigue el asedio. Afuera ladran perros a la noche, ladran con dolor, bueno eso creo yo, porque si hay un animal que sufre el asedio es el perro. Ya casi las tres y cesa el enjambre: ¿se habrá ido? Pido a Dios se haya ido. Pido a Dios llegue un viento helado que salve mi sueño, todas las noches le pido lo mismo, ojalá no se canse de escuchar lo mismo. Otra vez las trompetillas, el enjambre se lanza por todos lados y yo adentro creyéndome vivo, vivo, aunque hace más de cuatro años que estoy muerto.
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