jueves, 24 de septiembre de 2009

Acerca de Raúl Hernández Novás

Con motivo de la publicación de su Poesía completa
Por May Yudith Serrano Mulet

“Raúl Hernández Novás fue poeta.” “Raúl Hernández Novás murió en 1993.” Hasta aquí parece no haber problema con su biografía. “Raúl Hernández Novás, el poeta, se suicidó el 12 de junio de 1993.” Y aquí comienzan las dudas, los malentendidos, ya típicos, cuando se habla de la obra de los que no están.

El hombre, todo hombre o mujer, deja tras sí una imagen, un testaferro de su paso cuya fijación tributa al oficio de la memoria recogiendo, codificando, sintetizando lo que el ser humano fue mientras pudo fabricar novedades, mientras pudo ser para sí mismo y no sólo para los otros (como son para los otros los que habitan en el país del recuerdo). El acto de la muerte se impone comúnmente a casi todos los actos del hombre, recortando las imágenes difusas, aplicándoles un rasero no siempre justo al limar las aristas menos públicas y desoír instantes –a veces los más esplendorosos- de su existencia.

Advertimos que Raúl Hernández Novás no es su muerte. O por lo menos, no sólo es su muerte. Si digo que su poesía no puede ser catalogada bajo el ribete de la lírica pesimista, es porque ésta contiene una visión de futuridad que conmueve y alegra, más allá de toda la dificultad y el dolor que no pretenden esconder sus versos.

¿Cómo no alegrarse de que haya existido el poeta fugitivo, el enamorado de la belleza en su estado más promisorio –o acaso prenatal-?, ¿Quién quita que logremos, como Apolo con la huidiza Dafne, hacer de su obra un estandarte que lo devuelva, pese a su propia negativa, al mundo de los vivos?
Si recorremos los versos del autor de “Enigma de las aguas”, “Embajador en el horizonte”, “Da capo”, “Al más cercano amigo”, “Animal civil”, “Sonetos a Gelsomina” y “Atlas salta”; versos que hoy publica el Fondo Editorial de Casa de las Américas, nos percatamos de que estamos en presencia de quien fuera, quizá, el poeta más importante de su generación -si apartamos a los que florecieron bajo el influjo de los origenistas y su quehacer marcado por la visión católica del cristianismo-.

Hernández Novás parece haber sido un milagro de concreción poética al aunar en su desempeño, como bien señala Jorge Luis Arcos en el Prólogo, un amplio conocimiento de la literatura universal y el re-conocimiento de la expresión más cubana y criolla. Leer el volumen que nos presenta Casa…, es reparar en la originalidad de un poeta que siempre nos sorprende, lo mismo engendrando sonetos a la manera del buen Quevedo, que desafiándonos con palíndromos, llenos de más sentido que ingenio.

La Poesía Completa de este autor demuestra, sobre todo, que el poeta consiguió Ser en mayúscula, ser mucho más que su propia angustia existencial. Brillante creando imágenes, logró, como pocos, recrear una cosmogonía en la que madre, árbol, agua y mar, distienden el espectro de lo conocido (trascendiendo lo social sin evitarlo) y que alegorizan una dimensión irreductible al ámbito de lo cotidiano y las pautas del sentido común. De esta manera se le dio al poeta lo que muchos persiguen sin suerte: el conocimiento de una “verdadera otredad”, de una región acaso sólo semejante al “país de eterna bruma” de Julián del Casal o las islas fantásticas de Edgar Alan Poe.

Con todo, no puede hablarse, en este caso, de un poeta escapista. El autor de “Embajador en el horizonte” comparte el doble juego de Dante, su alegoría está enraizada en la tierra firme a la vez que tiende sus puentes a la Idea en un estado de mayor pureza (recurso al que Auerbach llamara alegoría figural) y aunque nos haya repetido inicialmente que “capitán el es viento” la voluntad se instala en su oficio poético probando que todo iluminado debe empezar prendiendo por sí mismo las primeras chispas.

Su último libro publicado resulta esclarecedor en cuanto subraya algo aplicable a su propia encrucijada vital: “No recuperar un tiempo perdido, sino no haberlo perdido nunca”. Cuando habla del uso del palíndromo señala “no tiene fin ni principio, sólo un centro”. Es así como la desaparición física de Hernández Novás viene a ser anulación del tiempo, más que cobarde escapada, recordatorio de que como en el palíndromo, solo existe un centro al que confluyen comienzo y fin.

Su salto al otro lado, se nos presenta casi justificable por sus versos (“Atlas salta en callado cataclismo/ por sobre su miseria transitoria” (…) “Haciendo de su muerte nacimiento/ en viaje hacia sus fuentes, Atlas salta.”). Culpable de impaciencia, dechado de calidades, buscador del origen en el fin, Raúl Hernández Novás, como Atlas, cedió al Hércules de la posteridad –que somos hoy nosotros- la carga de un mundo antes llevado a sus espaldas: va siendo hora de que se la devolvamos en una íntima y amorosa visita al Horizonte inquieto de sus versos.

Fotografías:
1. Raúl Hernández Novás, tomado de delpalenqueypara.blogspot
2. Poesía Completa de Raúl Hernández Novás, tomado de www.granma.cubaweb.cu

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