sábado, 12 de septiembre de 2009

El interior en Cuba: ese poder que anula

El interior en Cuba es un poder que anula.













Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

El cultivo de la escritura debe comprenderse como vocación, no como profesión, vivir de ella es impensable por las preocupaciones que arrastra. No es ridículo establecer un deslinde entre: “trabajos para vivir / profesiones o oficios que pueden servir de empleo / vocación por la escritura”. El círculo es demasiado estrecho, las puertas, empleos alternativos que favorezcan el ejercicio de la escritura.

El problema es algo socrático: escritura y virtud constituyen una unidad regida por el principio de la yuxtaposición, sin embargo se presenta también como algo condicionado la unidad escritura y mercado, regida por el principio de la plusvalía. No puede existir escritura sin excedentes que permitan la programación del ocio para la práctica del oficio.

Creo también que se pudiera arriesgar un llamado principio de circularidad, en el que la escritura parte de una necesidad económica y espiritual del autor y la empresa editorial que lo patrocina, y regresa, luego de un recorrido, al mismo punto de partida, esta vez con la huella de lo público, tan importante para legitimar o descalificar cualquier proyecto.

La unidad escritor/ productor/ mercado, se plantea como problemática esencial, en la que prefiero arriesgar un criterio desde la realidad que me corresponde vivir: las preocupaciones agónicas solo pueden suplirse con incursiones en premios internacionales con las desventajas y riesgos que traen consigo, o la realización de trabajos informales para la subsistencia desde adentro, que no tienen ninguna relación con el oficio.

Asumir el desempeño de otros trabajos para vivir en complicidad con el Estado, convierten al escritor en siervo para concebir el acto del deber-ser, que le permita juzgar las cosas independientemente de los intereses en oposición. Algunos piensan que la opción viable es liberarse y sobrevivir en trabajos independientes, que permitan dedicar fondos al oficio sin compromiso alguno.

El lado opuesto lo encontramos en escritores noveles que, desde el Proyecto de Ediciones Territoriales Riso, enfrentan el pasmoso mundo de la globalización,  y una literatura que muchas veces no trasciende la provincia. A pesar de ello, levantan una obra sobre valoraciones, a veces denigrantes, nada beneficiosas desde la mirada cosmopolita, sin embargo, son muy dignas y cumplen el encargo para las que fueron concebidas, en una coyuntura política y económica específica.

En el contexto histórico-cultural referenciado se ubica el cubano que escribe desde el interior. Para este escritor, no es lo mismo desarrollar el oficio desde la función de profesor de una institución educativa, ha hacerlo desde un centro de estudios, una editorial o trabajos informales. En el caso del primero y el último, asumen el acto de creación desde las condiciones enajenantes que sufren, son espejo del espíritu épico que gravita en su interior. Alcanzan una independencia relativa en relación con las instituciones, pues son estas las que le otorgan sentidos en los circuitos de distribución de símbolos, lo que obedece al hecho de que escriben con arreglo a una pauta cultural. Pauta cultural que condiciona históricamente su producción y no pueden ignorarla. Los otros lo hacen desde lo que Marx llama circularidad exclusiva que los enajena de los problemas sociales, y devienen instrumentos que reflejan intereses políticos, independientemente de los (espejismos) de posible independencia que pudieran argüirse a favor.

Muchos de estos escritores, en el caso de los primeros, pasan la vida con uno o varios libros en las gavetas, por no interesar el contenido de sus escritos, sucede cuando los productores-editores se interesan por un área afín y manifiestan empatía con homólogos, por eso miran despectivamente al que cultiva otros géneros. Resulta difícil salirse de esa marca y erguirse por otros caminos editoriales.

Por otro lado las revistas socioculturales privilegian a los escritores que viven a su sombra, razón que lleva a considerar que entre nación, provincia y municipio, se da una marginalidad nada favorable para el último, solo escriben los de las capitales a cualquier nivel, los que escriben en el “interior” son anulados o denigrados, independientemente de que existan raras excepciones. Entonces cabe hacerse una interrogante: ¿En qué medida el pensamiento que se genera en lo local tiene sus espacios de publicidad que contribuyan al diálogo entre el poder político y la sociedad civil? ¿Cómo puede el que escribe, enfrentar ese pasmoso silencio? ¿En qué medida sus ideas sirven de instrumento para valorar y evaluar la acción social? ¿Será algo intencional? ¿Será que no se les considera su obra con méritos para publicarla? ¿Qué verdades pretenden esconder? ¿Será aconsejable una evaluación rigurosa desde la urbe capitalina: La Habana, como recomienda cierto escritor que conozco?

Arriesgo un criterio más local todavía: el Instituto Cubano del Libro, pudiera evaluar una posible producción editorial al estilo de riso, en los municipios que tengan potencialidades, hecho que permitirá una mayor difusión del talento literario propio, sin los ineficientes recorridos de los consejos editoriales del libro, no regidos en algunas instancias por funcionarios de las direcciones de cultura, sino por escritores competentes, de hecho los hay, comprometidos con la calidad literaria que puede articularse a favor de la cultura nacional.

Arriesgo más todavía, las editoriales de reconocido prestigio pudieran asumir aquellos libros de ediciones riso más vendidos y publicarlos bajo su rúbrica, es una forma de elevarlos a circuitos más abiertos de calidad, promoción y venta, que en verdad hacen falta.

Es muy difícil asumir proyectos independientes de publicación, desde un enfoque local, sin apoyo institucional o reconocimiento oficial, si este no viene desde arriba, no es visto con buenos ojos por las autoridades, lo identifican como “disidencia organizada” que pone en peligro la estabilidad social.

Por otro lado al no existir diarios locales, es impensable imaginar trabajos críticos que centren su mira sobre el palpitar cotidiano, es una verdad de Perogrullo. Los que ejercen el poder político necesitan de una intelectualidad que no esté comprometida con sus dobleces. Es posible concebir unas Escenas Norteamericanas desde lo que pudiéramos llamar Escenas Cubanas, en las que estén desarrollados enfoques que recojan lo malo y bueno sin snobismos tontos. Es posible hacer crítica, sin ser censurados por los celadores del poder local.

Va siendo normal que la literatura del interior sea cada vez más sociológica, pues las interacciones sociales que ocurren a su interior, sólo pueden escribirse con inteligencia, la única forma de burlar las trampas de la censura.

El que perciba la madurez literaria que se respira en la instancia cultural llamada interior, se dará cuenta de que son pueblos decididos a levantarse y echar a andar, de una conciencia poética enmarcada en la historia, no se trata de surrealismos, son poéticas que toman el corcel y salen a campo abierto, sable en mano.

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