sábado, 19 de septiembre de 2009

MALDITA SEA: Poesía en el solar

Por Eduard Encina

Nunca he entendido bien el asunto de los márgenes; si son una condición o un estado. El hombre se sitúa o lo sitúan frente a las cosas para que le otorgue significado, tal vez allí radique la diferencia: situarse al margen o que te sitúen.

Más o menos así podemos asumir la poética que encontramos en Maldita sea, libro publicado por la editorial Letras Cubanas y con el que Yansy Sánchez mereciera en el 2006 uno de los premios Pinos Nuevos de poesía.

Creo que fue en algún apunte del Cuaderno Verde, donde leí a Duchamp cuando escribía que la pintura no podía ser únicamente retiniana y en esa afición por las imágenes se dilata el ojo del lector para encontrar en estos poemas, pequeños lienzos, poemas para llevar colgados en la conciencia, donde la forma prosaica justifica el equilibrio, el flujo y reflujo de ideas que nombran más allá de la retina los tugurios del alma y dejan un sabor a sustancia conocida, a intemperie.

Hay en estos versos una voz ciertamente angulosa que penetra la realidad, no para revelarla, sino para sacudirla. “La poesía – escribió Heidegger- no es un adorno que acompaña la existencia humana, ni solo una pasajera exaltación, ni un acaloramiento y diversión. La poesía es el fundamento que soporta la Historia”. No será gratuita entonces la postura del poeta al examinar ciertas zonas periféricas o marginales en la que se expresa lo cubano, reincorporando a sus versos una vocación axiológica que trasciende toda armonía o complacencia, lejos del palabreo o los arrebatos existenciales frecuentes y sintomáticos en mucha de la más reciente poesía.

“Por cuál camino evitaré esta tarde a los míos que me prefieren otro para que caiga el pan”- nos dice y otro es el miedo replegado en la incertidumbre, hacia la relectura del Ser, no a través de un folclorismo epidérmico, sino en el desgarramiento de la raza, la segregación y la manipulación de identidades, en el deseo de trascender la historia no contada, la del cuerpo vivo que se produce y se reproduce cada día.

De tal manera encontramos un ansia por recuperar el sitio de una promoción que no se aferra a lo inmediato y busca en lo disperso un fragmento que la salve. Quizá por eso acude a lo intertextual, a procedimientos lúdricos con las diversas corrientes culturales que dialogan en sus versos, desde y hacia todas partes, como “La falta de Nilo en la palabra Nilo”.

Divide en cuatro secciones el Cuaderno, sumergido en el abismo de Baudelaire, Mallarmé, Valéry y de Ángel Escobar; presencias que le proporcionan al texto ciertos olores, ciertas posturas en la voz que expresan conciencia del acto de la escritura. Por otro lado resurge entonces el cosmos donde es muy preciado respirar a Borges, Lezama y Martí en una amalgama encubierta, pero telúrica.

Otro hallazgo, pienso, es haber encontrado el tono con que el sujeto lírico parece contar una historia, y al contrario, lo que hace es interrogarnos la propia. No creo que esté en lo cotidiano su esencia, ni en la gama temática las ganancias del libro, la esencia es la fe, la escritura como posibilidad y destino.

Para terminar quisiera referir, que si bien la nota de contracubierta se las arregla para deformar al lector, limitándolo y enredándolo en una cantata que puede servir de colorete a cualquier libro; al degustar Maldita sea, uno asume la experiencia de que la poesía no es un gesto fugaz que emana de las cosas, sino la permanente trascendencia del Ser hacia las formas de la verdad.

1 comentario:

  1. Gracias por esta reseña, Encina. Cuánto tiempo! Es un placer leerte. Gracias a todos por el blog. Espero acompañarlo. Ya veo que será fuente de utilísimas informaciones para mí, que es decir para "Arco y Espuela". Saludos cordiales desde Rio de Janeiro.

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