miércoles, 28 de octubre de 2009

Diez veces Café Bonaparte

Por Orlando Concepción Pérez (Escritor y periodista)

Cuando en el año 1999, bajo la inspiración del escritor Eduard Encina, de Baire, presidente de la Asociación Hermanos Saíz en el municipio Contramaestre, el Grupo Literario Café Bonaparte inició su vuelo por las páginas de la creatividad. Era fácil predecir (aunque nadie lo hizo), que cruzaría la frontera invisible del tiempo.

El Café Bonaparte, sin tener las características identificativas de un taller literario, ni tener vínculo alguno con la estructura administrativa de la Dirección Municipal de Cultura, ha demostrado que resulta factible ayudar a los nuevos (y los no tan nuevos) escritores a pulir la calidad de sus textos poéticos y narrativos, hasta acercarlos a la condición ambicionada de “perfectos”, si es que la perfección existe en la literatura.

Más de uno de los que después publicarían sus libros iniciadores, proclama con entera honestidad que, en mucho, lo agradece a la persistencia educativa de las indicaciones, señalamientos, criterios (favorables o no), recibidos en las sesiones dominicales de las dos de la tarde, en el Café Bonaparte.

El Café Bonaparte, con su merecido reconocimiento, me recuerda al grupo de artes escénicas, “Avanzada Cultural”, surgido en noviembre de 1961 y “destrozado” en 1964, tras dos años y seis meses de triunfos sonados en varias ciudades de la antigua provincia Oriente.

Richard Egüez, célebre flautista de la Orquesta Aragón, compositor de fecundo quehacer, estrenó en Contramaestre, el 24 de junio de 1965, su composición “Los tiñosos”, que conquistó celebridad, y que nació de la experiencia de la orquesta cuando se apropió del programa musical en el horario estelar de una radioemisora habanera. Los envidiosos le salieron al paso. No podían aceptar que una agrupación de Cienfuegos lograra adueñarse de la preferencia de la radio audiencia. “Los tiñosos” de entonces, “resucitan” en cualquier etapa del devenir artístico. Sucede igual con el Café Bonaparte. Existen los que, al no poder igualarlos, quisieran desaparecerlos. Eso sucedió con “Avanzada Cultural”. La envidia por sus triunfos y la “tiña” contra su director incomprable (por invendible), Gerardo Morín Frías, (Chile), al no poder “absorber” al Grupo, prefirieron “desaparecerlo”. Esa es otra historia.

La Asociación Hermanos Saíz (AHS) y, por conclusión lógica, el Café Bonaparte, ha levantado la envidia de algunos mediocres divisionistas. Contra la A.H.S, se han enfilado muchas calumnias pero, la vida limpia de una juventud que construye el futuro con arte y compromiso revolucionario, resulta una fortaleza indestructible.

Cuando los “incas” (léase: in-ca-pa-ces) que han puesto zancadillas a los integrantes de la vanguardia artística juvenil, hayan ido a parar a su destino natural: el estercolero de la historia, y desaparecido de una escena pública que nunca mereció tal cuota de lodo, y quizás se hayan secado los mares del norte para facilitarles la huída hacia el “american way of live”, de la A.H.S y del Café Bonaparte habrá que hablar siempre con letras mayúsculas.

Los artistas de la A.H.S, del Café Bonaparte, al igual que los de la UNEAC, sólo piensan en engrandecer el ambiente literario en particular y el cultural en general, del medio en que desenvuelven su cotidiano accionar.

El Café Bonaparte cumplirá, 15, 20 y 50 años, y, entonces, alguien con y sin ironía, podrá lanzar la pregunta: “¿Dónde estarán aquellos divisionistas?”. El estercolero responderá: “Aquí. Aquí, donde siempre estuvieron”.

Fotografía:
Miembros del Café Bonaparte festejan aniversario de creado.

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