lunes, 20 de septiembre de 2010

Una aproximación desde Cuba a la conceptualización del imaginario social (I parte)

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

El imaginario social como fenómeno de investigación tiene una historia inmediata sobre el ingreso del término al vocabulario de las ciencias sociales. En un inicio estuvo asociado al plano de lo irreal, incluso los diccionarios contemporáneos de la lengua mantienen en su mayoría tal acepción, aunque algunos como el Gran Diccionario de la Lengua Española le incorporan el hecho de asociarlo a una concepción popular y colectiva que se tiene de la realidad cultural, social y política de una comunidad, que puede tener fundamento real o no. (1)

Sus sentidos se utilizan en la literatura para referirse a las representaciones simbólicas propias de la ficción. En el discurso socio-político funciona como referencia para describir utopías y creación de pensamientos proyectivos, portadores de imágenes representables de lo que pudieran ser aspiraciones y anhelos de las sociedades.

En nuestros días las ciencias sociales han reconsiderado el uso del término al otorgarle viabilidad en el proceso de análisis objetivo, centrado en el plano de lo real, liberándolo de la periferia a la que había sido relegado desde una perspectiva científica reduccionista. Ya forma parte de la especulativa social, en la medida que se llena de nuevos matices, al ser enriquecido con las representaciones religiosas, artísticas y hasta políticas, en las que imágenes, ideas y acciones, son los protagonistas fundamentales.

Ciencias como la Sociología específicamente contribuyen poderosamente a la reconceptualización del mismo, al darle nuevas connotaciones que lo hacen más operativo en el estudio de las complejidades del tejido social. En este sentido se pueden conformar determinados criterios sobre la base de los rasgos característicos que han predominado en su tratamiento, al mismo tiempo que visualizar los focos comunes y divergentes entre los distintos grupos en su análisis. En la teoría general podemos clasificarlo como:
 Los que lo asumen como una construcción social real y con un lugar preponderante en las representaciones colectivas (2).
 Los que lo entienden como vía de multiplicación y manipulación en respuesta al conocimiento racional concretado en las instituciones sociales (3).
 Los que consideran el sistema de la lengua, específicamente el discurso, como uno de sus componentes fundamentales (4).
 Los que lo consideran imaginario social instituyente por medio del cual las sociedades esbozan sus identidades, objetivos, plasman visiones del mundo, modelan conductas y estilos de vida, en movimientos continuos o discontinuos de preservación del orden vigente o de introducción de cambios.(5)
 Los que lo consideran en el individuo como imaginación radical, y, en la sociedad, como imaginario social instituyente y tiene sus modos de materializarse a través de la lengua, concretamente el discurso.(6)

Cada uno de los criterios preponderantes señalados aquí tiene sus características propias, que a continuación ilustramos:

Los que lo asumen como una construcción social real y con un lugar preponderante en las representaciones colectivas (7). El mismo tiene el mérito de ubicar el dominio de lo imaginario como un hecho social condicionado por el contexto histórico y forma parte del conjunto de prácticas y relaciones sociales compartidas, y funciona además, como mecanismo de regulación, adaptación y respuesta ante lo desconocido, lo crítico o como forma de complementación de la razón ante lo irracional.

Los que lo entienden como vía de multiplicación y manipulación en respuesta al conocimiento racional concretado en las instituciones sociales (8). Estos autores aportan consideraciones valiosas para el estudio del imaginario, pues señalan que en toda sociedad donde se fije estrictamente el conocimiento racional a través de sus instituciones esto dará lugar a formas de imaginación individual y colectiva que funcionarán como mecanismos de explicación de los fenómenos y procesos históricos en los que el hombre es sujeto activo, es decir, forma parte del repertorio de respuestas que lo mantendrá unido a una sociedad determinada o romperá con la misma.

Los que consideran el sistema de la lengua, específicamente el discurso, como uno de sus componentes fundamentales (9). Este grupo tiene puntos de contacto con la teoría de la construcción social de Peter Berger y Thomas Lukmann (10), pues centran su atención en el lenguaje, propiamente el discurso, por considerarlo significativo en el proceso de las tipificaciones sociales y ser considerado una forma específica del proceso de significación, un subtipo de objetivación que se distingue por su propósito manifiesto de representar una amplia serie de significados subjetivos e incluso puede desvincularse del aquí y del ahora determinantes en la vida cotidiana, de la interacción cara a cara y es capaz de comunicar significados que no son expresiones inmediatas de subjetividad y contribuye a acumular significados y conocimientos que pueden transmitirse a generaciones futuras.

Los que lo consideran imaginario social instituyente por medio del cual las sociedades esbozan sus identidades, objetivos, plasman visiones del mundo, modelan conductas y estilos de vida, en movimientos continuos o discontinuos de preservación del orden vigente o de introducción de cambios. Esta idea es clave para entender que el imaginario instituyente sobre José Martí en Cuba no se construye sólo por el Estado y los investigadores martianos, sino que es una construcción también del mismo pueblo en la que gravitan todas sus aspiraciones, metas junto con sus frustraciones y críticas.(11)

El citado grupo tiene como elementos fundamentales el hecho de considerarlo un proceso histórico no dado de una vez y para siempre, sino sujeto a los condicionamientos y factores sociales que lo determinan y dan a lugar a la continuidad de un tipo de sociedad construida o a una ruptura con esta, cuestión que no niega que sea utilizado por el poder como forma de legitimación del sistema instituido y se exprese a través de ideologías, utopías, símbolos, alegorías, rituales, mitos, visiones del mundo, conductas y estilos de vida hegemónicos.

Y por último, están los que lo consideran en el individuo como imaginación radical, y, en la sociedad, como imaginario social instituyente y tiene sus modos de materializarse a través de la lengua, concretamente el discurso.(12) En este grupo resulta importante la referencia a Cornelio Castoriadis, figura tutelar imprescindible para definir la imaginación radical que promueve y genera las condiciones para su propia supervivencia, pero también las rupturas históricas que permiten la elucidación y la creación. Esta creación, apoyada en un imaginario radical con poder instituyente en un determinado momento, se traduce en la praxis que puede tomar apoyo en lo que es para hacer existir lo que queremos ser (13). Para estos autores, en la fuente de toda creación humana, está el imaginario, inventor de un mundo de formas y de significaciones a través del lenguaje, que en el individuo es la imaginación radical, y, en la sociedad, imaginario social instituyente.

De manera que a partir de todos los elementos que dan lugar a los diferentes grupos de estudio del imaginario social analizados hasta aquí, podemos llegar a construir, sobre la base de estas referencias, una definición propia, que toma al lenguaje, específicamente al discurso, como eje central. Para nosotros, el imaginario social se define como el conjunto de elementos propios de la imaginación creativa radical expresada a través del discurso, que en un determinado período histórico se convierte en imaginario social instituyente, y a través del mismo, al centralizarse sus significados, se organiza el modo de organizar y representar simbólicamente la realidad mediante normas, valores, tradiciones y símbolos. Al instituirse, algunos contenidos del radical, en el imaginario social instituyente, éste no permanece inalterable históricamente, sino que es continuamente enriquecido por el poder hegemónico, que trata de homogeneizarlo para hacer efectiva la ideología que responda a sus intereses. Es decir, se determina el conjunto de imágenes sacras para estructurar un discurso en correspondencia con el sistema social dominante y las imágenes profanas que falsean ese ideal como consecuencia de rasgos anómicos presentes en la complejidad social.


Notas:1.Maria José Sarto. Gran Diccionario de la Lengua Española, Editorial Larousse, Planeta S.A, España, 1996, p. 457
2 Arnaldo Silva. Imaginarios urbanos. Bogotá y Sao Paulo. Cultura y comunicación urbana en América Latina, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1992, p. 14; Manuel Antonio Baeza: Presentación didáctica de la teoría fenomenológica de imaginarios sociales, Concepción, Chile, 2005, en www.w3.org/1999/xhtml , consultado el 15 de agosto de 2008; Juan Luis Pintó. Los Imaginarios Sociales del Delito: La construcción social del delito a través de las películas (1930-1999), Santiago de Compostela, Buenos Aires, 1999, en www.usc.es/~jlpintos/articulos/imaginarios.htm , consultado el 15 de agosto de 2008; Denis de Moraes. Imaginario social y hegemonía cultural en la era de la información, en www.denis-moraes.com , consultado el 16 de junio de 2008.
Daniel Álvarez Durán. Los acuáticos. Un imaginario en el silencio. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002, p. 25 ; Evelyne Pantlagean. La historia de lo imaginario. En La historia y el oficio de historiador. La Habana, Editorial de Ciencia Sociales, 1996. p. 283; Edgar Morin Castoriadis, un titán del espíritu, www.fundanin.org/morin2.htm, consultado el 10 de septiembre de 2008.
3 G. Balandier: Le détour. Pouvoir et modernité, Editorial Fayard, Francia, 1985, p. 222-223 ; Cornelius Castoriadis. La Institución Imaginaria de la Sociedad", Vol. 1: Marxismo y Teoría Revolucionaria. Tusquets, Barcelona, 1983. Tomo I, pág. 157.
4 Guglielmi, Nilda, Sobre Historia de Mentalidades e Imaginario, CONICET, Buenos Aires, 1991, p. 5; Luis Rossini, Paradigma. Modos de Producción del Conocimiento. Imaginario Social, 5 de junio de 2006; en www.monografias.com/trabajos16/paradigmas/paradigmas , consultado el 15 de agosto de 2008; Cornelius Castoriadis. La Institución Imaginaria de la Sociedad", Vol. 1: Marxismo y Teoría Revolucionaria. Tusquets, Barcelona, 1983. Tomo I, pág. 157.
5 Bronislaw Baczko. Les imaginaires sociaux. Mémoire et espoirs collectifs, Editorial Payot, París, Francia, 1984, p. 54; Cornelius Castoriadis. La Institución Imaginaria de la Sociedad", Vol. 1: Marxismo y Teoría Revolucionaria. Tusquets, Barcelona, 1983. Tomo I, pág. 157;
6 Cornelius Castoriadis. La Institución Imaginaria de la Sociedad", Vol. 1: Marxismo y Teoría Revolucionaria. Tusquets, Barcelona, 1983. Tomo I, pág. 158, Edgar Morin: Castoriadis, un titán del espíritu, www.fundanin.org/morin2.htm, consultado el 10 de septiembre de 2008.
7 Arnaldo Silva. Imaginarios urbanos. Bogotá y Sao Paulo. Cultura y comunicación urbana en América Latina, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1992, p. 14; Manuel Antonio Baeza: Presentación didáctica de la teoría fenomenológica de imaginarios sociales, Concepción, Chile, 2005, en www.w3.org/1999/xhtml , consultado el 15 de agosto de 2008; Juan Luis Pintó. Los Imaginarios Sociales del Delito: La construcción social del delito a través de las películas (1930-1999), Santiago de Compostela, Buenos Aires, 1999, en www.usc.es/~jlpintos/articulos/imaginarios.htm , consultado el 15 de agosto de 2008; Denis de Moraes. Imaginario social y hegemonía cultural en la era de la información, Daniel Álvarez Durán. Los acuáticos. Un imaginario en el silencio. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002, p. 25 ; Evelyne Pantlagean. La historia de lo imaginario. En La historia y el oficio de historiador. La Habana, Editorial de Ciencia Sociales, 1996. p. 283; Edgar Morin: Castoriadis, un titán del espíritu, www.fundanin.org/morin2.htm, consultado el 10 de septiembre de 2008.
8 G. Balandier: Le détour. Pouvoir et modernité, Editorial Fayard, Francia, 1985, p. 222-223 ; Cornelius Castoriadis. La Institución Imaginaria de la Sociedad", Vol. 1: Marxismo y Teoría Revolucionaria. Tusquets, Barcelona, 1983. Tomo I, pág. 157.
9 Guglielmi, Nilda, Sobre Historia de Mentalidades e Imaginario, CONICET, Buenos Aires, 1991, p. 5; Luis Rossini, Paradigma. Modos de Producción del Conocimiento. Imaginario Social, en www.monografias.com/trabajos16/paradigmas/paradigmas , consultado el 15 de agosto de 2008; Cornelius Castoriadis. La Institución Imaginaria de la Sociedad", Vol. 1: Marxismo y Teoría Revolucionaria. Tusquets, Barcelona, 1983. Tomo I, pág. 157.
10 Peter Berger y Thomas Lukmann: La construcción social de la realidad, en Teoría sociológica contemporánea, Editorial Félix Varela, La Habana, 2003, p. 283-284.
11 Bronislaw Baczko. Les imaginaires sociaux. Mémoire et espoirs collectifs, Editorial Payot, París, Francia, 1984, p. 54; Cornelius Castoriadis. La Institución Imaginaria de la Sociedad", Vol. 1: Marxismo y Teoría Revolucionaria. Tusquets, Barcelona, 1983. Tomo I, pág. 157;
12 Cornelius Castoriadis. La Institución Imaginaria de la Sociedad", Vol. 1: Marxismo y Teoría Revolucionaria. Tusquets, Barcelona, 1983. Tomo I, pág. 158, Edgar Morin: Castoriadis, un titán del espíritu, www.fundanin.org/morin2.htm, consultado el 10 de septiembre de 2008.
13 Véase: Cornelius Castoriadis. La Institución Imaginaria de la Sociedad", Vol. 1: Marxismo y Teoría Revolucionaria. Tusquets, Barcelona, 1983. Tomo I, pág. 158

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