martes, 16 de julio de 2013

La Cuba marginal y la Cuba marginada (I)

Hace poco visité con un amigo maestro, el lugar donde él había construido su casa, o por lo menos lo que él llama irónicamente “mi túnel”.

Por Eduard Encina (Escritor y miembro de la UNEAC)

Hace poco visité con un amigo maestro, el lugar donde él había construido su casa, o por lo menos lo que él llama irónicamente “mi túnel”. Lo había hecho de un día para otro, ilegal, como casi todos los vecinos que ahora forman una pequeña y precaria comunidad a las afueras de Contramaestre. En ese momento sentí una presión que no sabía distinguir si era “ética” o si era “estética”, tal vez un poco de las dos.

Habituado a la experiencia de mis lecturas más recientes, enseguida me conecté con dos textos narrativos “Carne de perro” y “Sentado en su verde limón” de Pedro Juan Gutiérrez y Marcial Gala, respectivamente. Es que se hace inevitable asumir que una zona de la sociedad cubana se ha visto excluida del necesario debate y presencia en los medios, pero eso no la desaparece de la realidad latente en la Cuba de hoy.

Esta “presión” a la que me referí, me sirvió de impulso para pensar en la literatura como un elemento por donde se encausan flujos de pensamiento y contradicciones de la sociedad. En tal sentido entra a jugar un papel imprescindible la noción de “diversidad”, en un contexto donde hay multiplicidad de intereses y de relaciones que generan grandes contradicciones con un marcado carácter hegemónico.

La marginalidad no solo se expresa en términos económicos, sino en variables socioculturales. Mi amigo maestro bien lo sabe, esos asentamientos alternativos arrastran tras de sí altos índices de indigencia, actividades delictivas, prostitución, entre otras penurias. Son barrios marginales, emplazados en la periferia de los principales centros poblacionales, quienes, en un guiño de marginación, los bautizan con nombres como "Llega y pon", "Nuevo amanecer", "Bollo manso", "Llega y clava", según las prácticas que en los mismos abundan y también tomando como referencia sus formas constructivas, por supuesto emergentes y empobrecidas.

Basta una breve (h)ojeada a la escritura más reciente en la isla, y se abre ante nosotros el fenómeno de la marginalidad entrañando una inevitable relación de poder, donde uno(s) excluye(n) a otro(s) al establecer los cánones de lo legítimo o correcto. Incluso, dentro de la misma producción literaria: revistas, editoriales o instituciones muchas veces condicionan lo que se debe leer o escribir estimulando zonas o grupos de creadores, a partir de la centralización de los medios, erigiendo una imagen modélica y homogénea, dejando al margen aquello que está “fuera” de la política cultural supuestamente correcta.

Muchos serían los casos que se podrían citar, incluso fuera del entramado literario que han tenido que sobrevivir al margen de los centros emisores de poder cultural. Muy conocidos son el silenciamiento mediático de Los Aldeanos o el escándalo por la proyección en Granma del corto “El grito”. Sin embargo, en la práctica estas manifestaciones se vuelven decisivas, pues terminan convirtiéndose en un vivero de estrategias alternativas, que no implican solamente recursos de adaptabilidad y sobrevivencia, sino de resistencia.

La presencia de una zona marcada por el componente “marginal” en la literatura, y en especial en la poesía de las últimas promociones se expresa como gesto sintomático. Por supuesto,  no estamos hablando de nada nuevo, ni exclusivo de los más recientes contextos culturales, sino más bien, acercando la lupa para concentrar mejor esta problemática y visualizar su persistencia dentro de la literatura cubana, así provocar posibles reacciones en los lectores, pues “entre otras cosas, la lectura sirve para prepararnos para el cambio” (Harold Bloom)

Sin embargo es inevitable hacer un distingo esencial entre escritores que escriben acerca de una marginalidad y otros que lo hacen desde una marginalidad. De cualquier forma estamos hablando de perspectivas que condicionan una visión del mundo, y en algunos casos también, de formas de vida, aunque se dimensionen desde la angustia, desde el desequilibrio consigo mismas.

Pero tratándose de la literatura cubana más reciente debemos aguzar la mirada, pues no será difícil percatarse de algunos casos, donde se utilizan “tonos falsos”, “poses” no contenidos, que intentan pasar gato por liebre aferrándose a temáticas y no a necesidades expresivas, en los peores casos agresiones contra autores (dinosaurios o no), en vez de concentrarse en agredir el lenguaje, la literatura, el pensamiento.

Por otro lado se distinguen obras con un espectro más plural desde el punto de vista ideotemático, pues ya no se trata de escribir desde espacios urbanos o rurales, desde jineteras o niños que trabajan cuando terminan las clases para apoyar la economía familiar, sino desde un tono, una sensibilidad común expresada con honestidad en forma narrativa o lírica.

Lo marginal ha tratado de explicarse desde las ciencias sociales como “herencia histórica”, y en el caso de intentar asumirlas, se muestran como “áreas casi olvidadas o poco exploradas por la sociología o la antropología”. De este modo los sectores marginales no se ven representados y los escritores que “no tienen su hogar en las universidades sino en el pueblo”(Emerson), tomamos esa crónica para volverla ética y comprometida.

¿Aquí la polémica estriba en el acto o en la conciencia de lo marginal? ¿Desde dónde se escribe? ¿Sobre qué se escribe? ¿Quién lo escribe? ¿Cómo se escribe?  Son interrogantes en las que propongo pensar.

Con este par de poemas le dejo a mis lectores y amigos, dos pequeñas joyas de la poesía que se escribe hoy, y que roza este tema angustioso, pero necesario para volvernos más útiles y mejores.

En realidad todos participamos conciente o inconcientemente del fenómeno, y nos hacemos legitimadores de esos estigmas, de alguna manera todos somos marginales y sobrevivimos la crisis a través de una alternatividad: “economía informal” (Bolsa Negra) o como le queráis llamar. Bien queda plasmada en este poema de Reinaldo García Blanco (Venegas, 1962).

Carne levantisca

Una vez estábamos a marzo (finales)
y en la mesa teníamos carne
carne de verdad
de esa que compramos en off

Pero la historia no comienza ahí

Una vez estábamos a miércoles
y pasaban las tres peeme
y un tal L.F. Rojas que se dedica a cosas
     impuras
me llama por teléfono
y me dice que tiene dos metros de tela roja
si me interesaba
y claro que sí

Fuimos mi mujer y yo por cebollas
y espinacas 
y debajo de ese verde colocamos
lo que una vez fue el costado derecho superior
de un dinosaurio Holstein F-1
que res días antes comía hierba
y miraba la luna con su cara de animal sagrado

Una vez estábamos a marzo
en las afueras de la ciudad
en mi casa
con algo de esas músicas
y en mesa teníamos carne
carne levantisca
carne de verdad.

Hay tras ese telón una gran teluricidad que pone al descubierto la otra parte, el lenguaje como acto marginal y marginante. Pero dejemos que sea el joven escritor Luis Eligio Pérez (La Habana, 1972) que nos convenza con su poema:

“bajo tea”

Dos palabras de más
y hago de su cara un parche.

Unos obran así, otros no,
absolutizan.

El color está en la mente,
la sangre lo imita oscura.
La naturaleza da el baño en oro,
no puede en la mente.
Yo  bajé por el camino del solar
y subí entre gritos y tijeras,
creyendo: sólo de un lado
se es sabio,
del otro se admira la sabiduría.
Admire, no hable.
Dos palabras de más
y bajo tea,
hago un parche de su cara;
la suerte:
servir la mesa,
esperar a media luz
abierto el camino de los hijos.
Abierto:
primero mi placer,
a lo mejor el suyo.
Pídalo. Pero mida las palabras,
dos de más
y bajo tea.

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