“Maestro nada, aquí el que merece honor es usted por ese magnífico ensayo”. Me abrazo y hablamos de sus libros, de los textos imprescindibles que debía leer como escritor en formación. |
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu
Ha muerto Jaime Sarusky, un hombre providencial, como el personaje de una de sus novelas ganadoras del premio Alejo Carpentier. A Sarusky lo conocí personalmente en la jornada de celebraciones del cumpleaños 80 del poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, celebrado en la sala Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
Recuerdo que fue un siete de junio de 2010, dos días antes del cumpleaños del autor de Caliban. Gracias a la poetisa Nancy Morejón leí, esa tarde para muchos grandes de la cultura cubana, mi ensayo: “Actualidad de Caliban en la amenazada casa del futuro”. No olvido que me acompañaron Pedro Oraá y Miguel Barnet en aquella jornada simbólica. En el auditorio estaban los Fornet (padre e hijo), y Adelaida del Juan e hijas.
Al concluir la lectura, nos reunimos en torno a Retamar, Ambrosio Fornet, Roberto Varela, Jaime Sarusky y yo. Pedí al autor de “¿Y Fernández?” Me dedicara “Todo Caliban”. En trazos temblorosos estampó unas palabras que conservo como un preciado tesoro en mi biblioteca personal: “CON CARIÑO, AL AGUDO Y GENEROSO ARNOLDO FERNÁNDEZ”.
Luego llegó el brindis. Compartimos varias copas. En aquel angustioso momento, para mí, miraba a todos lados, pues las personas se agruparon según sus afinidades y me sentí aislado en aquella selva de grandes intelectuales cubanos. En ese instante, apareció un hombre de sonrisa bondadosa y me ofreció su mano saludadora. Al mirarlo, aprecié enseguida que se trataba de Sarusky, le dije: MAESTRO ES UN HONOR COMPARTIR CON USTED, a lo que respondió, “maestro nada, aquí el que merece honor es usted por ese magnífico ensayo”. Me abrazó y hablamos de sus libros, de los textos imprescindibles que debía leer como escritor en formación.
Aquel hombre providencial quedó grabado en mi memoria para siempre. Tanto él, como Retamar fueron muy generosos conmigo. Conservo una foto memorable de aquel encuentro, que hoy, mi Caracol de agua comparte con todos sus amigos del mundo. HONOR A QUIEN HONOR MERECE.
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