Víctor Hugo. |
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Con 21 años llegó José Martí a París en diciembre de
1874. Vivió en la rúe de Rivoli, no. 28.
Permaneció allí casi un mes. La Ciudad
Luz tenía un ambiente cultural extraordinario. Muy pocos saben que en esa breve
estancia trabó amistad con uno de los escritores más importantes de Francia:
Víctor Hugo. ¿Cómo se produjo el acercamiento?
Martí recorría día por día los café, los teatros, las
tertulias; disfrutaba ese ambiente intelectual donde la bohemia se vivía al
máximo, participaba haciendo uso de un francés cubanizado que era muy valorado;
incluso cuando alguien era buen orador o tenía maneras elegantes de hablar, lo
calificaban como “un Martí”.
Muy pronto era noticia en el mundo parisino por sus
conocimientos enciclopédicos, sobre todo, por su amplio dominio de varios
idiomas.
En la inauguración de un busto de Alejandro Dumas hijo, en el
Teatro L Odeon, se encontró con Víctor Hugo; enseguida conversaron, porque
tenían muchas afinidades. ¿Qué tenían en común?
Habían conocido el destierro; escribían poesía, abrazaban
como suyas las causas de libertad y justicia. A partir de ese momento se
acercaron profundamente, al extremo de confiarle Víctor Hugo a Martí la
traducción al español de su obra Me fils (Mis hijos), dedicada a sus hijos
muertos Charles y Francois. De aquel
encuentro dijo el ilustre cubano: “—Él lo quiso, y yo traduje, y anduve
ciertamente honrado en tener que traducir aquella vez”. La traducción de Mis hijos, fue publicada en la Revista
Universal el 19 de marzo de 1875.
Luego de aquellos días intensos, José Martí no se encontró
nunca más con Víctor Hugo. Sobre él escribió en su diario de viajes: “Cuando se
mire atrás…, se verá en la cúspide de este siglo grandioso un caballero cano,
de frente acumulada, mirada encendida (…), vestido de vulgares paños negros:
Víctor Hugo”.
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