Estatua ecuestre de José Martí en New York. |
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
José Martí vivió 15 años en Nueva York, llegó allí a
principios de 1880, no era como París o Londres, no había nada con más
antigüedad que 400 años y sus habitantes no tenían la menor consideración por
las tradiciones o lo antiguo. Muchas personas preguntan hoy: ¿por qué no
escogió vivir en alguna de las ciudades de Latinoamérica?
Había dictaduras en ellas que no permitían el libre
desenvolvimiento de las capacidades; sin embargo Nueva York iniciaba
experimentos en lo social, lo humanitario, lo político y lo económico; lo que
no funcionaba se ponía a un lado y se volvía a comenzar. Páramos pantanosos se
drenaban, se rellenaban o se excavaban, para convertirse al año siguiente en
prado o en lago de aguas dulces.
En la ciudad vivía más de un millón de personas, por eso
Martí encontró un sistema de tránsito rápido, una red de calles cuidadosamente
planificadas, bellísimas extensiones de bosques, jardines, parques y edificios
de más de cuatro pisos.
Era el lugar ideal para concebir y desencadenar sus grandes
sueños libertarios para Cuba. En sus pensamientos asomó una descripción que
recoge su admiración por Nueva York:
“No hay otra ciudad en el mundo con tanta libertad. No existe
el provincialismo. Los sentimientos de todas las naciones y de todas las clases
se funden aquí en un molde único y de él fluyen a todas partes, emociones
corregidas y purificadas por la experiencia de Nueva York.”.
No por gusto muchos estudiosos de José Martí afirman hoy que
Nueva York es la cuna de la Guerra Necesaria, allí fraguó todo el plan que
culminaría en el fracaso de Fernandina y el estallido independentista del 24 de
febrero de 1895 en Cuba.
Mi herma, primera vez que te hago un comentario en tu blog. bueno son estos temas que pones del apostol
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