Por Arnoldo Fernández Verdecia.
Llegamos un 27 de febrero de 2018 a honrar a nuestro Libertador.
Conversamos en el pico de la loma de las anotaciones del Diario, de sus baños al mediodía en el Contramaestre, de la medalla de la Virgen de la Caridad que llevaba al cuello, de Panchita, de las últimas horas de un hombre de 54 años.
Después fuimos a la escuela que lleva su nombre y tiene una campana como Demajagua. Hablamos con los niños, el maestro.
A la casa del Delegado también llegamos. Nos ofreció frutas, almuerzo y la invitación a volver.
San Lorenzo está escondido en la Sierra Maestra. Allí permanece el alma del cubano que nos enseñó a conquistar la libertad: Carlos Manuel de Céspedes.
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